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El lápiz mágico - por Omar Dridam

– ¿Una caja con un lápiz? – Dijo Peter levantándose de golpe. – ¿Cómo que un caja con un lápiz? ¿Qué narices hago yo con eso? Ese cerdo al final se salió con la suya. Cede todas sus posesiones a un club de escritores del que ni dios sabe su procedencia y a mí me deja un ridículo lápiz. ¡Esto es el colmo! –
No cabía en sí. La rabia le atenazaba y un calor fulgurante le inundaba la cabeza, revolviendo todo en una presión incontrolable. El notario, ajeno y distante, le ofreció una pequeña caja de madera al término de la lectura de la herencia. Peter la cogió y aún estupefacto por la noticia la observó con cierta repugnancia. Era una caja llena de golpes y grietas, con el atisbo de un reloj grabado en la tapa y unos ángulos redondeados que denotaban años y kilómetros. Cogió la caja y, sin mirar atrás, salió por la puerta a grandes zancadas.
Mientras conducía de vuelta a casa no hacía más que darle vueltas a lo mismo. Caía en un bucle infinito de preguntas sin respuestas, de una atroz pesadumbre por la que no entendía nada. Después de todos estos años sin saber de él, el porqué del abandono que había sufrido, de tantas noches desvelado buscando la manera de comprender su desaparición, ahora, justo ahora, cuando el olvido se había hecho fuerte en sus pensamientos, le citan para la lectura de su herencia. Fue decidido a recibir los bienes de su padre, incluso pensó vender todas sus propiedades, dilapidar su fortuna y comenzar de nuevo, inventándose quien fue, quien quería ser. Creía que, en esto al menos, su padre iba a comportarse como tal, y le dejaría a su único heredero sus años de legado. Pero nada más lejos. Lo que hizo fue avergonzarle una vez más, dejándole únicamente un mísero lápiz dentro de una absurda caja.
– ¿Por qué? – Gritó Peter mientras aporreaba el volante del coche. – ¿Por qué?
Sollozaba sin saber porque su padre le abandonó hacía más de diez años. Justo en el momento en el que más le necesitaba decidió dejarle sólo, sin un adiós, sin una promesa de retorno. Acababa de morir su madre, de un cáncer que se la llevó sin tan siquiera pedir rescate. La enfermedad desgastó la vida de su padre que buscó en todas partes la manera de salvarla. Removió la tierra buscando un médico que consiguiera una cura, un remedio que consiguiera esconderla de la muerte. Pero no lo consiguió. Su padre entró en un estado de shock constante, en una profunda depresión que apenas le dejaba levantar la vista del suelo. Estuvo meses anquilosado en pensamientos, balbuceando palabras de reencuentro. Y un día, sin más, desapareció. Sin dejar ni un rastro por el que seguirle, sin dejar una nota que explicara todo aquello.
Mientras Peter aparcaba, un estruendo iluminó el cielo y comenzó una tormenta que arreció con fuerza sobre el paisaje de su vista. El día se convirtió en noche y los truenos, cercanos, se resquebrajaban enmudeciendo sus sollozos. Tuvo ganas de salir bajo aquel aguacero, coger la caja y tirarla lo más lejos posible, dejar volar tras ella su odio hacia él, su necesidad de él. Entonces fue cuando la caja emitió un destello que provenía de su interior. Una luz brillante que iluminó todo el habitáculo. Peter, incrédulo, abrió la caja y encontró en su interior un pequeño lapicero amarillo parcialmente desgastado. Debajo de él, había una pequeña hoja de papel doblada. La abrió y leyó en su interior:
Hola Hijo. Siempre luché para dejarte un mejor futuro, para que tuvieras a tu alcance todo lo que te propusieras, pero mi mundo se desmoronó cuando tu madre falleció. Como sabes, ella era nuestro pilar, nuestra unión, lo era todo. Yo me frustré y busqué por todos lados la manera de volver con ella, que volviera con nosotros. No me preguntes como, pero di con la solución. Un hombre, un escritor de un club poderoso, me propuso un cambio. El pago era mi vida, mi mundo. El premio era compartir un nuevo mundo con ella, tu madre. Este lapicero que ves, es un lapicero mágico. Un lapicero que te transporta el mundo que describas con él. Ahora es tuyo, y cualquier realidad que concibas será tuya.
Tú que hablas con mamá a menudo, dile que he salido a buscarla.

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3 comentarios

  1. Hola, Omar. Tu cuento, aunque un poco predecible (Ya que uno se imagina que el mentado lápiz esconde algo relacionado con la desaparición del padre) tiene buen tono. Me parece que el final no asombra, y no se entiende quién dice la última línea. La nota del padre debería entre comillas. Las descripciones son muy buenas y la transmisión de los sentimientos de frustración está bien lograda. Sigamos mejorando que eso se trata el taller. Hasta pronto.

    Veronica Murillo
    http://milyuncuentosdeamor.blogspot.es/

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 00:56
  2. 2. CARMELILLA dice:

    Hola Omar. Aprecio algunas expresiones a mejorar para que acompañe al relato que en general está bien. Es cierto que he empezado la lectura con interés que he perdido en gran parte en el final, un final más impactante o contado con más impacto hubiera estado bien. Bien hecho. Seguimos leyéndonos. Un saludo.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 20:34
  3. 3. Manoli VF dice:

    Hola Omar! Tu relato me ha sorprendido muy gratamente. Escribes maravillosamente. Describes a la perfección toda la escena, pero el final falla a mi entender, y no obstante no entiendo ese fallo, no se sostienen algunas preguntas:

    -¿El padre ha muerto?¿No se había ido a ese misterioso mundo que describía con el lápiz? ¿O bien se iba y volvía? No acabo de entenderlo.
    -Y aún entiendo menos esa última frase con la que cierras el relato diciendo: “Tu que hablas con mamá a menudo, dile que he salido a buscarla” cuando realmente está con ella de alguna manera en su mundo, quizás quedaría mejor si dijese: “ahora me voy para siempre a su lado” Ya que ese “he salido” refiriéndose a la muerte no me cuadra.

    Salvando este fallo argumental tu relato me ha fascinado, la idea y como expresas al principio la decepción del personaje al encontrar la pluma, la forma de relatar me ha encantado. De ser tú volvería sobre el relato porque te quedaría una historia muy bonita, a mí me ha gustado, ya me contarás a lo que te comento.

    Nos seguimos leyendo, Omar, escribes muy bien.

    Saludos.

    Escrito el 5 diciembre 2015 a las 13:49

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