Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

EL LAPIZ MÁGICO - por Bea

Siempre había querido viajar a Inglaterra y ahora que tenía la oportunidad no la hiba a dejar escapar. Su oportunidad para viajar por aquellas frías y lluviosas tierras llenas de historias legendarias venía de la mano de unas prácticas en el bufete de abogados de su tío. Unas prácticas que no le apetecía nada hacer y es que aunque el derecho le encantaba, lo que no le gustaba nada era el olor a naftalina y el café recalentado que pululaba por todo el despacho de su tío.

Una vez hubo hecho la correspondiente y lacrimógena despedida de su familia en el aeropuerto y soportó las terribles turbulencias del avión cogió un taxi en Heathrow y se puso en marcha camino de la casa de su tía.

Cuando llegó al barrio de Kensington con sus esplendorosas casas de siglos más nobles se permitió soñar con historias de la corte y tramas palaciegas, cerró los ojos y se dejó llevar con el sol del día acariciándole la cara a través del cristal del taxi.

Una vez llegó a la clamorosa casa de sus tíos llamó a la puerta color caoba. Minutos más tarde una mujer rolliza y pelirroja le abrió la puerta con la sonrisa más deslumbrante y sincera que jamás había visto. La tía Meg siempre había sido una mujer de apariencia dulce y tranquila pero pobre de ti si osabas tocar alguna de sus teteras de porcelana fina. Sonrió disimuladamente al recordar la cara de espanto del tío Harry cuando rompió una de sus teteras preferidas. Entró, abrazó a su tía y dejó las cosas en su cuarto.

Se sentó en la cama, su cama, a contemplar con tristeza todo el equipaje que todavía le quedaba por colocar. Los armarios de casa de sus tíos eran grandes pero aun así se las iba a ver y desear para meter todas esas cosas dentro del suyo.

Justo en mitad de aquel pensamiento apareció su tía Meg en la puerta de su habitación con una bandeja de té y un trozo para cada una de su famoso carrot cake. Cuando el olor de aquellos manjares divinos entró por sus fosas nasales le rugieron las tripas de tal modo que hasta el Hyde Park podrían haberlo escuchado de haber agudizado un poco el oído. Tenía un hambre feroz y no se había dado cuenta pero su tía al parecer sí.

Entró en su cuarto dejó la bandeja sobre la mesa y se sentó junto a ella en la cama. Un rato después su estómago lleno de pastel había dejado de rugir, su tía se había ido con la bandeja y ya se encontraba sola.

Había empezado a sacar las cosas que le quedaban de la maleta cuando uno de sus libros de Jane Austen se le escurrió entre las manos y fue a parar al suelo haciendo que una de las tablas del suelo se soltase y quedara al descubierto un pequeño hueco oscuro.

Metió la mano y encontró un librillo rojo de atado toscamente con un trozo de cordel. En una de las primeras páginas alcanzó a distinguir una preciosa caligrafía de alguien llamado Charlotte Collins y una fotografía de un apuesto joven ataviado con uniforme militar. Deshizo cuidadosamente el maltrecho nudo de corcel y abrió cuidadosamente el librillo por una de las ahora ya maltrechas y ajadas páginas. Una de las ellas rezaba:

14 de Septiembre de 1917:

Hoy me han enviado el macuto de Edward. Sus cosas estaban sucias y cubiertas de sangre, ni siquiera sé si es la suya pero la verdad es que me hace mucho más feliz el no saberlo. En su cartera he encontrado una foto mía, gastada. También he encontrado un trozo de papel manchado de barro y roto, y su lápiz. Su lápiz mágico. Siempre llevaba consigo aquel lápiz, incluso a la guerra. ¿Qué narices se pensaba que podría encontrar en aquel lugar que fuera digno de dibujar?. Daría cualquier cosa por volver a verlo usar su lápiz mágico.

La lectura le heló la sangre. Al parecer se había encontrado el diario de una joven de principios de siglo la cual había perdido a la persona que más quería en la guerra. Se preguntó cómo sería aquella mujer y que habría hecho ella en aquella situación. Se quedó mirando por la venta de su cuarto sin fijar la vista en ninguna parte, ausente, sintiendo en su interior el vacío de la pérdida como si de el suyo propio se tratase.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Bea:
    ¡Epa!Seguramente tuviste que apurarte mucho con la entrega del cuento. De entrada, nomás, le pusiste “h” a Iba.No hay deotros errores ortográficos.
    Tienes buenas ideas, pero me parece que no están lo bastante previstas, elaboradas ni revisadas. Yo creo que tendrías que planificar y seleccionar los episodios, para tejer una trama firme y lograr un desenlace sorprendente, pero no ajeno a la historia. Realmente, me juego más por las teteras en riesgo que por el hallazgo inaudito. Tal vez el lápiz estuviera oculto en una de ellas.
    Seguramente con más tiempo y práctica lo mejorarás y será un cuento sencillo y mágico. Adelante.

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 03:21
  2. 2. beba dice:

    Bueno. Yo también cometo errores de dedo.”Otros” y no “deotros”. Saludos.

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 03:23
  3. 3. Manoli VF dice:

    Hola Bea. La historia en sí es buena pero tiene una redacción muy confusa que me ha sacado de la lectura varias veces según iba leyendo. Voy por partes:

    -Al principio del relato hablas de que la ansiada oportunidad de viajar a Inglaterra viene de “unas prácticas en el bufete de abogados.” y seguidamente dices: “unas prácticas que no me gustaba nada hacer” no me resulta una explicación muy buena.
    -Cuando llegas al barrio de Londres abusas de los adjetivos que además, no están en su forma correcta: “esplendorosas casas” por “espléndidas casas” y lo de “clamorosas” que viene de clamar, no es aplicable a las casas.

    -También hay una cosa más que no me cuadra en la historia y es que dices que nunca habías ido a Inglaterra pero recuerdas la cara que puso el marido de la tía al romper una de sus teteras de colección en una ocasión anterior.

    -Y cuando la tía entra a llevarle la bandeja de té a la habitación dices que se sienta con ella en la cama y no continúas con lo que pasa a continuación sino que haces un salto narrativo:”Entró en su cuarto dejó la bandeja sobre la mesa y se sentó junto a ella en la cama. Un rato después su estómago lleno de pastel había dejado de rugir, su tía se había ido con la bandeja y ya se encontraba sola.”

    -Finalmente, cuando el personaje encuentra el libro escribes: “encontró un librillo rojo de atado toscamente con un trozo” en esa frase sobra el “de” : atado toscamente.

    Todos estos detalles dificultan la lectura de una historia que puede ser interesante. Dale un repaso a la redacción y tendrás un buen resultado.

    Espero haberte ayudado con mis sugerencias, la historia lo merece. Un saludo.

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 11:54

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.