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El lápiz mágico - por Prometeo

El lápiz mágico.

Cuando fui niño, mi padre me contaba anécdotas curiosas, amenos fragmentos de conocimiento. Por ejemplo, dijo que cuando yo muriera y llegara al cielo, me recibiría San Pedro:
–¿De dónde vienes, hijo mío?
–De Pontevedra. –Él, buscando en un gran mapa del universo, no encontraba tal lugar.
–¡La región!
–Norte de España.
–¿Y eso…? –ya con cierta impaciencia.
Sucesivamente, exasperándose in crescendo, demandaba referencias al tal lugar. Yo esgrimía, azaroso, mis escasos conocimientos de Geografía y Astronomía: «Europa… el hemisferio Norte… la Tierra… el Sistema solar… la Vía Láctea…» y, al fin, con una gran lupa en la mano exclamaba Él:
–¡Ah! ¡Eureka! ¡Aquí está! –y, raspando con la uña sobre el puntito aquel– ¡No, no es la Vía Láctea, es una caca de mosca!
Así, supe para siempre de nuestra pequeñez ante la infinitud que nos rodea.
Agregó mi padre: «Encontrar la verdad es la fuente de la felicidad. No te quedes con la duda, siempre busca la respuesta; en ese quehacer encontraras el sentido de la vida». Al instante no comprendí la profundidad de sus palabras, pero se grabaron para siempre en mi memoria.

Años después, cuando tenía nueve años, estaba sentado con la mirada perdida en el jardín y jugando un lápiz con los dedos. Pasó por ahí mi padre y me lo quitó. Regresé de la ensoñación. Sostuvo el lápiz en su mano diestra ante mi cara, y dijo:
–Este lápiz es mágico. –Yo esperaba que dijera algo más o hiciera algún truco; él medía mi reacción en tanto acercaba el lápiz cerca de mis ojos, tanto, que fue necesario echarme atrás para evitar hacer bizcos. El lápiz amarillo en primer plano y sus ojos brillante en el fondo.
–¿Por qué es mágico? –Interrogué, atónito.
–Bueno, en realidad –me dijo con tono afable– todos los lápices del mundo son mágicos; los que hubo primero, los de hoy y cuantos existan después; todos, absolutamente todos, son mágicos.
Mi asombro aumentó con tal explicación. Iba a preguntar más, pero él se fue con aquella sonrisa de niño travieso que hacía cuando me dejaba en aprietos.
Desde aquella ocasión, en cuanto veía un lápiz aparecía en mi mente la duda, con más intensidad cada vez, y busqué la supuesta magia, pero sin hallarla.
Esperando resolver tal acertijo, escudriñé las enciclopedias sobre el origen y evolución del lápiz. Supe que nació a partir del descubrimiento de la mina de grafito en Seathwaite Fell, Columbia, Inglaterra, a mediados del S. XVII. Estudié la manera de fabricación. Disipé el enigma de las letras que ponen a los lápices: H, por hard, que en inglés significa duro; B por black, significa negro y designa la tonalidad; F, por fine que significa fino, para señalar el calibre. En fin, que luego le pusieron goma, lo hicieron de colores, de diversas formas, etc., y, en todo ello no encontré magia por ninguna parte.
En una ocasión observé a Don Jacinto, el albañil, haciendo arreglos en casa: con un lápiz en la oreja que de ahí cogía para hacer trazos en los los mosaicos que cortaba, o para señalar alguna medida. Él mismo, en su caja de herramientas, tenía otro lápiz al que había enredado un hilo de cáñamo con que trazar niveles. No, no había magia.
Supe de usos abyectos para un lápiz, como el caso de un compañero de escuela que, de manera por demás peligrosa y temeraria, con él extraía cerumen de su oído; otro, jugando en el jardín con las hormigas, las azuzaba con la punta; unos más, cual si fuera daga o verduguillo, lo utilizaron para defenderse o agredir compañeros de la escuela, y, obvio, la magia buscada no estaba en esos usos.

Una tarde de invierno en que estaba solo en casa sentado ante la mesa del comedor haciendo mi tarea, empecé a garabatear, sin propósito, dibujos incomprensibles. Empecé a escribir palabras, frases y párrafos que fluían casi sin querer: se materializó en el papel lo imaginario que yacía dentro de mí. Mágicamente, el lápiz, a través del tiempo, ha ido convirtiendo lo ignoto de mí ser en prosa y poesía, mi habitual tristeza en felicidad renovada cada día.
Bendito padre ¡Cuánta razón tenías!

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3 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Prometeo, me ha gustado muchísimo tu texto. Para empezar,te diré que hallé dos fallitos que parecen ser un despiste,encontraras en vez de encontrarás y, mí en vez de mi.

    Por lo demás, he disfrutado con el texto que has creado, desde ese niño ante San Pedro, qué imagen tan divertida,es que el principio es buenísimo, pasando por la cada vez más seriedad de la narración, pero sin perder jamás el toque de ironía, hasta llegar a ese clímax final, de la magia que vive en el protagonista, en cada lápiz que toma en su mano.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 16:44
  2. 2. Manoli VF dice:

    Hola Prometeo, en tu historia haces unos cuantos saltos narrativos, al principio comienzas con la anécdota de San Pedro, para presentarnos al padre, que creo es el personaje principal de todo el texto, después introduces el elemento del lápiz, pero me ha parecido un elemento un poco forzado, Por el medio nos muestras una breve historia del lápiz, después unas cuántas anécdotas más de otros personajes, el albañil, etc, para acabar diciendo que has descubierto que es un vehículo para comunicar la fantasía que habita en cada uno de nosotros. No se, he visto muchos bucles y rodeos hasta llegar hasta ahí, te lo digo como lectora, creo que quizás si le quitas algo y te centras en una de las anécdotas ganaría consistencia.

    Un saludo.

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 13:04
  3. 3. Prometeo dice:

    Manoli VF, muchas gracias por tu comentario. Tienes rezón; yo mismo, después de enviarlo, me quedé con la sensación que el relato tenía algo de sobra y le faltaba desarrollo en otros párrafos.
    Seguiremos tratando de superar esos detalles.
    Va un saludo.

    Escrito el 5 diciembre 2015 a las 01:38

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