Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El lápiz mágico - por Lorena

Corría lentamente la tarde de ese día exacto. El sol se dormía tras los cerros de colores y la luna se asomaba pidiendo permiso a ese pueblo cualquiera, empolvado por el desierto más árido de todos.
Bajo un árbol de pruno, se encontraba medio dormido el guía que les habían asignado. Él hacia perfecto juego con el pueblo: seca su piel, secas sus manos, seco y tieso su pelo oscuro. Su camisa nívea contrastaba con su piel cobriza. Él era el guía, aunque ni siquiera era guía, pero era el único que se atrevía a salir cuando el sol se estaba durmiendo en su hora menos brillosa.
A sus pies yacía un trapo rojo sobre el cual exhibía, como quien no quiere la cosa, un sinfín de artículos para la venta, pequeños y grandes, conocidos y desconocidos, piedras de colores, como las de los cerros, flores plásticas, cortauñas, fósforos,..
La turista, ahogada en el sopor de la tarde, solo vio el paño rojo y algo llamó su atención entre los curiosos objetos. Escondido entre los pliegues de la tela, un objeto color dorado la despertó. Era un lápiz largo, de punta fina y negra.
–¿Qué es eso? –le preguntó a boca de jarro.
–Es el lápiz mágico más increíble de que se tenga recuerdo, una herencia familiar. Me lo dejó mi padre antes de tocar el cielo.
–¿Qué tiene de magia? –dijo tratando de no sonreír ante tan loca respuesta.
–Escribe en colores.
–¿Y lo vende?
–A usted se lo vendo, y barato.
–Pero, ¿no dice que perteneció de su padre?
–Ya sabe, la necesidad. Aquí no hay trabajo. Las minas de cobre ya no existen. Así que vendo mi lápiz mágico, pero solo a usted.
–Bueno, pero quiero una prueba.
–Como mande, señora. Escriba todo lo que yo le dicte.
Le pasó el lápiz acompañado de una libreta de hojas añosas.
–Amarillo –dictó–. La turista escribió la palabra con un trazo de color grafito,
–Verde –prosiguió–. Nuevamente un trazo grafito.
–Azul –continuó. El mismo color grafito de los casos anteriores.
–¡Oiga, esto no escribe en colores, solo color grafito!
–¿Cómo que no? ¿Qué dice ahí?
–Amarillo, verde, azul…Humm, sí, es mágico –respondió con una sonrisa la turista–. ¿Cuánto me dijo que costaba? –preguntó, volviendo a reír.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

2 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Lorena. Una narración sencilla y ágil. Me ha dejado con una sonrisa este pícaro, pero al mismo tiempo me ha dejado un gusanillo y, es que considero que le podrías haber sacado más partido, como si le faltase cierta chispa. Convence demasiado rápido a la turista de venderle el lápiz, es un pícaro poco charlatán. Nosotros sabemos que está muy pero que muy necesitado, pero la turista podría creer que le miente, no lo conoce de nada y, es que si le ha mentido con lo del lápiz porqué no mentirle con lo del trabajo. Sacando ese pequeño detalle, creo que has tenido una fabulosa idea y, es que todos, cuando pensamos en la existencia de un lápiz mágico diríamos “puff. Patrañas” pero, a la hora de escribir muchas veces olvidamos el realismo e imprimimos magia o sueños que no son más que eso, ilusiones inalcanzables, así que es original ver a alguien que se ha atrevido a jugar con la idea de un “lápiz mágico” en las manos de un pícaro necesitado.

    Escrito el 3 diciembre 2015 a las 12:26
  2. 2. Alejandro Bon dice:

    Hola Lorena,

    No sé de dónde eres; tu personaje se parece mucho al típico buscavidas de los pueblos desprotegidos por el capitalismo de un país en desarrollo. La turista parece ser esa señora que bien podría ser la dueña de ese capitalismo o bien una jubilada pagando su viaje en cuotas. En cualquier caso, no deja de ser el hombre parte del paisaje por el que pagaron. Hasta ahí, bien.

    Cuando comienza a escribir y ve que, obviamente, no pinta el color que dicta, uno espera con ansias y se pregunta: ¿y ahora, cómo lo resuelve la escritora?

    Y entonces cae la historia en la racionalidad más pura y dura.

    No está mal el latiguillo final que muestra un atisbo del vendedor que es propio de una escuela de marketing, en el que con un “gancho” logra venderle el lápiz a la señora.

    Sin embargo, creo que todos nos quedamos con las ganas de ver cómo el lápiz, tal vez, y dentro de la racionalidad, pintara lo que le dictas.

    Buscaría por ahí. Te sigo leyendo!
    Saludos!

    Escrito el 8 diciembre 2015 a las 02:53

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.