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El lápiz mágico - por DIASPORA

EL LAPIZ MAGICO
Una mañana del mes de noviembre del presente año, mientras el cursor en la pantalla de mi computadora centelleaba ansioso a la espera de mis primeras palabras, yo me perdía en la siguiente reflexión: “Aladino convirtió muchos sueños en realidad y satisfizo la imaginación más pródiga con su famosa lámpara maravillosa. Hoy cuando más necesito el auxilio de algún poder mágico semejante que me saque de esta aridez mental, mi razón me recuerda que esos son cuentos de Las Mil y Una Noches que solo servían para entretener reyes con insomnio”. Así que descarté este recurso, hasta que alguien me demostrara lo contrario. Por ahora tendría que beber agua de otras fuentes, y seguir golpe a golpe sacándole chispas al pedernal, hasta que se dejara ver la dama de los trajes infinitos.
No tenía duda, comprendí que mi inspiración estaba en huelga o se había ido a pie a darle la vuelta al mundo, para atenderme al regreso. Me encontraba a un tris de que el tiempo me diera de latigazos, pues tenía encima el plazo de entrega. Fue así como le concedí una oportunidad más a los poderes externos. Había escuchado que los escritores tenían su musa, entonces con gran fervor imploré a la mía, ¡pero qué desdicha!, después de una larga espera no hubo comunicación; supuse dos cosas: Andaba de vacaciones, o el servidor estaba apagado.
Desde luego que perdí mi fe en esas famosas deidades femeninas que cuando uno más las necesita más escurridizas se vuelven. Qué descansen en su panteón. Además, ¿cómo se inspiraban los buenos escritores antes de que ellas fueran inventadas por los griegos? No solté el estandarte, continué escarbando en todos los rincones de mi cerebro en busca de perlas preciosas. Tenía la convicción que en algún momento el fuego de la persistencia iluminaría mi oscuro camino.
Por otro lado, quedé convencido que no necesitaba ningún poder mágico para hacer un viaje de ida y regreso por toda mi existencia buscando esa idea “disparadora”, ese punto de ignición que hace detonar el combustible de la creatividad.
La ardua lucha me obligó a dejar caer mi rostro sobre el teclado de la computadora para enfriar un poco toda esa flama mental producto de mi esfuerzo; para ser honesto le eché un poco la carga al inconsciente. Veinte minutos después me despertó la voz de mi nieto que entró corriendo y gritando:
–Abuelo, me eximí en cuatro materias de la escuela.
–Excelente, no esperaría menos de vos, supongo que estudiaste mucho.
–Sí y no.
–Explícate mejor muchacho.
–Bueno, abuelo a Ud. no le debo ocultar nada. La verdad es que tengo un secreto, es un amigo, un lápiz amarillo que tiene poderes mágicos. En todos los exámenes que lo usé saqué la nota máxima. Solo me falló en uno, pero supongo que fue mi culpa. En esa materia me descuidé, ni siquiera abrí el cuaderno para repasar un poco. Aún así pasé la asignatura con la mínima nota más la ayuda de la maestra.
–Me alegro mucho, muchísimo, y ahora podrías hacerme el favor de prestarme ese lápiz amarillo, vos sabés, curiosidad de viejo.
–Tómelo aquí lo ando, por ahora ya no lo necesito, estoy en vacaciones.
Abracé a mi nieto mientras casi le arrebataba el lápiz, y el oportuno muchachito salió a como había entrado, corriendo. Mis ojos se dilataron, mientras mentalmente me decía: “Aquí está la solución, si este lápiz tiene esos poderes, le pediré que me saque de este desierto”. No fue necesario cumplir con ningún ritual. Solo lo tomé en mi mano y experimenté un dulce poder. Fue así, como en mi mente apareció un torrente de ideas pidiendo audiencia para transformarse en palabras escritas.
Me hice tan amigo de este lápiz mágico, que empecé a sentir lástima de las aventurillas de Aladino y su lámpara maravillosa y de toda esa legión de cuentos orientales.
Esa misma mañana del mes de noviembre del año en curso mis dedos danzaron sobre el teclado escuchando la música de mis pensamientos. Detuve mi trabajo para agradecer a mi fiel e inspirador lápiz mágico.
–Gracias por darle fuego a mi antorcha, –le dije sonriendo– solo espero que nunca me abandones. Me daría mucha tristeza quedarme solo.
–No digas eso, –replicó mi improvisado y mágico amigo– yo solo he sido un fantasma, lo demás es obra tuya.

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5 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Diaspora. Has creado un cuento muy entrañable y, es que el encuentro abuelo-nieto que relatas, es estupendo, haces que una se lo imagine tal cual. Es una narración fluída, sin faltas, cosa que es de muy agradecer; pura sencillez emotiva. Y es que ese lápiz, es y no es mágico, tal y como el niño revela, pues el poder está en cada uno de nosotros y en la fe que tengamos en nosotros mismos. Quizás a este señor solamente le faltaba un poco de empuje, de creer en sí mismo y, dotar imaginariamente de magia a un lápiz, le hizo recobrar la autoestima que creía perdida.

    Felicidades por la invitación a la autorreflexión sobre la creatividad, el autor y las improvisadas musas que un escritor necesita para crear.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 15:41
  2. 2. PAULATREIDES dice:

    Bonito cuento Diáspora.
    ¡Yo quiero un lápiz de esos para Navidad!
    Un texto que se lee de forma ágil, sin problemas de comprensión, sin faltas y conmovedora relación entre abuelo y nieto.
    Aparte de los guiones en los diálogos, creo que la puntuación correcta sería colocar las comas detrás de los incisos:
    —No digas eso —replicó mi improvisado y mágico amigo—, yo solo he sido un fantasma, lo demás es obra tuya.
    Saludos.

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 09:46
  3. 3. Christian Joseph White dice:

    Un relato sugerente e inspirador, plagado de bellas imágenes y metáforas. Tiene prosa tiene una fuerza excepcional, muy pulida. Te felicito por tu trabajo, mis saludos.
    ¡Hasta la próxima! 😉

    Escrito el 6 diciembre 2015 a las 19:06
  4. 4. Christian Joseph White dice:

    Un relato sugerente e inspirador, plagado de bellas imágenes y metáforas. Tu prosa tiene una fuerza excepcional, muy pulida. Te felicito por tu trabajo, mis saludos.

    ¡Hasta la próxima! 😉

    Escrito el 6 diciembre 2015 a las 19:11
  5. 5. beba dice:

    Así es: los nietos son nuestros lápices mágicos: nos despiertan la inventiva.
    ¡Qué bonita tu historia, Diáspora! Aplauso por todos los aciertos que ya te marcaron los otros compañeros. Muy, muy buena.
    De puro vieja malvada te marco “qué descansen”: ese “que” no lleva tilde, (aunque estuviera entre signos de admiración); es un subordinante, no un pronombre o adjetivo. Y otro par de “ques”, que necesitan preposiciones: convencido DE que; exámenes EN que lo usé.
    Un saludo y buenos augurios.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 03:57

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