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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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El lápiz mágico - por JOSE VICENTE PEREZ BRIS

Erase una vez un armario zapatero, instalado en una casa cualquiera de una ciudad. En él convivían zapatos de distintas clases y tamaños. Desde deportivos, hasta lujosos modelos de salón. Y como en todos los grupos sociales, también había distancia y conflictos entre los componentes.
Uno de ellos, llamado Playero, un calzado deportivo abandonado por quedarse anticuado, se encontraba inquieto como de costumbre. Tenía un sueño imposible: escribir historias y contarlas a los demás zapatos.
El viejo Mocasín, arrugado y cuarteado por los años, era la voz de la conciencia del armario. Siempre le decía a Playero que no se hiciera ilusiones. Que su vida era perecedera, pendientes de la moda. “Y si no, aseguraba con voz gastada, fíjate en mí. Era el número uno pero solo durante un año. Luego fui abandonado aquí como el resto”.
Tacón, una atractiva sandalia de noche, sin embargo, le animaba al chaval. “No hagas caso al viejo Mocasín. Sigue tu ambición e intenta llevarla a buen puerto”.
Un día, el hijo de los propietarios se acercó al armario zapatero en busca de unas botas de fútbol. Revolvió entre todos los pares, para disgusto de los zapatos, y no encontró nada. Mientras buscaba, dejó en una balda el lapicero que llevaba en la boca. Y cuando cerró la puerta, lo dejó olvidado en la estantería. En cuanto se fue, todos se removieron inquietos y fastidiados. Mocasín protestó porque la coqueta Parisina estaba encima de él. Tacón emitía grititos porque se sentía agredida. El único que estaba como hipnotizado era Playero.
Sus ojos estaban fijos en el lápiz abandonado. Un gastado trozo de madera mordisqueado y sin pintura. Era lo que estaba esperando. Su anhelo hecho realidad. Ahora podría escribir los relatos añorados. El papel no era problema. Dormían sobre gruesas láminas de estraza color café.
Desde ese instante, Playero solo tuvo tiempo para escribir y escribir. Se trasladó al vecino ropero colándose por una rendija del mamparo. Encendía la bombilla interior y dejaba rodar su imaginación. Los demás compañeros le tomaban por loco. Pero como no molestaba, le dejaban hacer.
Una mañana, Playero despertó a todos alborozado. Había terminado su primer cuento. Los camaradas escucharon el relato entre bostezos por el madrugón. Cuando terminó la lectura, nadie bostezaba. Al contrario, tenían la boca abierta de asombro. El pequeño Playero se había hecho escritor. Taconearon, le vitorearon y celebraron la prematura consagración.
La noche anterior, hubo revuelo en la casa. La señora reñía al chaval. Al parecer no había terminado sus deberes escolares. En el zapatero, se oyó la bronca amortiguada. Pero todos se alegraron de que por fin, alguien metiera en cintura al niño mimado.
Esa mañana, el chaval se acercó al armario mascullando en busca de las desaparecidas botas de fútbol. Bastantes problemas tenía con el profesor de literatura y con su madre, para no poder jugar el partido de la tarde.
De pronto, vio las hojas del relato escrito por Playero. Asombrado, se puso a leer los papeles y sonrió satisfecho. Estaba salvado. Le servía para su trabajo de literatura. Se llevó las hojas olvidando las botas y cerró de golpe la puerta.
El pobre Playero lloró desconsolado. Tacón y Parisina intentaron animarle, pero sin conseguirlo. Sin embargo, fue Mocasín quien consiguió que levantara la moral.
-Hijo, yo fui el primero en decirte que no te hicieras ilusiones. Pero me diste una lección. Perseguiste un sueño y lo lograste. Conseguiste sacarle magia al lapicero. Y escribiste una hermosa historia. La vida está llena de cara duras como nuestro dueño, que se aprovecha del trabajo de los demás. Pero tú eres especial. Sigue escribiendo. Usa el lápiz mágico y da rienda suelta a tu imaginación.
Esa noche oyeron al hijo del ama, contando las alabanzas que el profesor hizo de su relato. Los zapatos se sintieron orgullosos de su compañero.
Y Playero siguió escribiendo historias en los papeles que les servían de lecho. Cada nueva entrega era una celebración en el armario. Todos se reunían y a la luz del ropero, escuchaban las vicisitudes de los héroes imaginados. Y así viajaban, visitaban mundos ignotos y por un rato, volvían a sentirse importantes y sobre todo, vivos.

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2 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Jose Vicente. Un relato de lo más original y, es que aunque en su día Disney nos invitó a soñar con la vida propia de los objetos inertes, este es un recurso muy poco explotado literariamente. El que hayas usado zapatos para homologarlos a la sociedad actual y sus víctimas de modas pasajeras e injusticias, no hace sino acrecentar el valor de tu texto. Siempre existen castas sociales, gente con sueños que los persigue y vive en el anonimato, aprovechados vividores que de estas personas se aprovechan, continuamente consentidos por los altos dirigentes. Felicidades.

    Escrito el 3 diciembre 2015 a las 13:38
  2. 2. beba dice:

    Hola, José Vicente: Un magnífico relato, original y pulcro en su factura. El argumento satiriza con acierto, los devaneos de la moda y las injusticias de la fama. me gustó muchísimo. felicitaciones.

    Escrito el 6 diciembre 2015 a las 21:02

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