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El lápiz mágico - por Elisa Vueltas

Alfonso entró en casa y tiró el maletín en el suelo, al lado de una mesilla antes elegante, ahora llena de polvo y papeles. Resopló. No había dormido bien, como de costumbre, y en el trabajo le habían avisado: «Alfonso, tienes que ponerte las pilas o tendremos que rebajar tus responsabilidades.» Y sueldo, sabía que una rebaja de sueldo iba incluida en el paquete.
Resopló otra vez. Tenía que ponerse manos a la obra y decidirse ya. Entró en el despacho, tal vez la única zona ordenada de la casa. Abrió el primer cajón del escritorio y sacó una cajita que contenía un pequeño trozo de madera de no más de cuatro centímetros de largo. Con el escrutinio del ojo curioso se acababa apreciando un pequeño círculo gris oscuro. Ese reflejo de lápiz no aguantaría otro encuentro con el sacapuntas. Había que escoger bien las palabras, los adjetivos exactos, pues no habría más.
Se sentó en la silla de respaldo ancho mientras sentía cómo se reía de él al recordarle lo que algún día fue. A su lado, una foto de su mujer, sonriente, con la piel lisa surcada por algunas arrugas que le daban un aspecto cálido. La recuperaría, seguro. Cuando encontrara las palabras exactas. Sí, entonces todo se resolvería.
Cogió aire con fuerza, sonrió y abrió la libreta de notas por la última página usada. Miró a su derecha y comprobó la fecha. Hoy era el día, tenía que ser así. De lo contrario… no, no había otra posibilidad.
A los dos minutos de estar sentado llegó esa agonía tan ya suya. Un abrazo en el pecho, fuerte, primero reconfortante pero asfixiante con el paso de los segundos, de los minutos.
Cuatrocientos veintisiete días. Llevaba cuatrocientos veintisiete días así. Con la reliquia de lápiz a su izquierda, retándole a sacar lo mejor de él: más inteligencia, más iniciativa, un pene más grande, más energía. Tenía que elegir.
Y esa gota de sudor frío que le acompañaba tantas veces y le retaba a echarse un rato, a descansar, que le nublaba la vista y el sentido. Le salvó un ruido detrás de la puerta.
—Alfonso, ¿está bien? Hoy no ha bajado a comer. — Era una voz de mujer.
—Sí querida, estoy ocupado, nos vemos luego.
El servicio siempre había sido atento, últimamente más de lo que precisaba. Siempre querían saber dónde estaba y cómo estaba. Se sentía halagado, pero no recordaba haber contratado algo tan exagerado. En fin, ahora tenía un rato de tranquilidad.
Volvió con la libreta y aprovechó para echar una mirada al lápiz. Se acordó del primer día que lo tuvo, de la primera petición que le hizo: Quiero que María venga conmigo al cine. Y así fue. Después le pidió una casa con jardín, un sofá mullido y dos cuartos de baño. Luego llegó Clara, seguida de Miguel. El colegio, la universidad, bodas, bautizos y demás también se los dio el lápiz. Pero ahora nada quedaba ya, cuando enfermó su mujer no supo escribir las palabras exactas. Por más hojas que llenó María acabó yéndose. Y después sus hijos.
Cogió el trocito de madera otra vez, y ese asfixiarse volvió a él, como cada día. Lo sintió más intenso, más cercano, más amigo. Y vio a María, casi la podía tocar, casi la podía oír.
Alfonso no bajó a cenar. Cuando la enfermera entró en la habitación lo vio recostado en la mesa, con el semblante tranquilo y un papel con un nombre escrito: María. A su lado, un pequeño trozo de madera, pequeñísimo, que no parecía pertenecer a la habitación.

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5 comentarios

  1. 1. KMarce dice:

    Saludos Elisa: (reto Beba 5/10)

    No recuerdo haberte leído antes, así que te comento que escribo mucho. Iniciaré con las mejoras y concluyó con mi opinión general. No voy a analizar escupulosamente, sino a lo que a la lectura resaltó frente a mí.

    En la primera lectura, noté que haces mucho enfásis en lo que se hace. Esto te quita mucho espacio para solo setecientas cincuenta palabras, en una escena como es ésta. Siempre he dicho que soy demasiado visual, VEO todo lo que leo, por lo que percibí demasiada información, lo que no me dejó nada a mi imaginación. Estoy leyendo la recomendación de Ryan Infield Ralkins de “Mientras escribo” del Sr. Stephen King, él dice (parafraseando) que no podemos decirlo todo, es necesario dejar huecos para que la mente del lector los llene. Me encantan las descripciones físicas, pero si me dicen cuantas pecas o lunares tiene en cada brazo, arrojaré el libro por la ventana. Lo que deseo decir es que detallaste más de lo necesario: lápiz a la izquierda, caminó, abrió, tomó, se sentó, miró, vio a la derecha, etc. Es demasiada información. Deja que el lector llene espacios, es sano para tí y es refrescante para ellos.

    La repetición o palabras iguales muy cercanas; como: “sueldo/rebaja de sueldo”, “cuatrocientos veintisiete dias/llevaba cuatrocientos veintisiete días así”, “dónde estaba/cómo estaba”, “un pequeño trozo/pequeñisimo”. Debemos obviar la abundancia de adjetivos, sino ser un poco tacaños en su uso, según las normas de escritura actual.
    Hay una frase que por su longitud no copiaré, pero que me pareció cargada, sin tanto se resumiría: “Abrió la gaveta del escritorio, sacando de una cajita un diminuto lápiz, que no aguantaría otro uso del sacapuntas.”
    Yo batallo mucho con eso, creo que eres tan visual como lo soy yo, y quieres escribirlo todo. Me resulta a veces triste no describir todo como lo ve mi imaginación, pero a veces menos es más.

    Lo que he notado es que has llevado muy buena ortografía, quizá cambiar alguna puntuación, para más fluídez, lee en voz alta para que notes la diferencia; pero son cambios a gusto tuyo, según lo que desees enfocar, si darle ligereza o darle pausa a la frase. Me ha llamado mucho la atención que este texto, parece ser un continuidad de lo que le ocurrió a William, del relato# 192 de Mauro D. Barbosa, ya que ustedes tuvieron a la misma musa con un lápiz que concede deseos. Me ha gustado mucho tu idea al igual que áquel, y comenté en el de Mauro, mi deseo de ver las consecuencias de ese “anhelo cumplido”, así que leer el tuyo fue como ver que Sí lo hubieron, y tú le diste una terminación a ese hecho. Al final, hay deseos que son díficiles de obtener por no saber pedirlos, y nunca se puede retener todo en la vida. Es una buena reflexión.
    Tu relato me ha gustado por eso, por llevarlo un poco más allá. Te felicito por esa creatividad.

    Mi relato es el#190, por si deseas comentarlo. ¡Nos leemos!

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 05:54
  2. 2. Elisa Vueltas dice:

    Hola KMarce, ¡vaya comentario más trabajado!
    Es el segundo relato que escribo, por lo que es fácil que no nos hayamos encontrado aún.
    En lo que respecta a tus comentarios, te entiendo. Suelo huir de descripciones innecesarias y repetitivas, y me gusta mucho más la acción (hacer que algo pase) que no dedicar lineas y lineas a explicar una situación como si describiese un cuadro. En este relato, no obstante, quería retratar la angustia de Alfonso, su desesperación progresiva, de ahí la repetición de algunas palabras clave (sueldo, cuatrocientos veintisiete días) para darles más importancia. Lo mismo con los adjetivos: me pareció que al describir más la situación el lector podía seguir mejor el ritmo.

    Tendré el cuenta tus comentarios para pulirlo un poco. Y me leere tanto tu relato como el 192, ¡me has dejado con la intriga! 😉

    ¡Muchas gracias!

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 10:45
  3. 3. Mauro D. Barbosa dice:

    Hola Elisa.
    Me gustó tu relato (gracias por pasarte por el mío).

    El comentario de KMarce está muy completo, aunque estoy de acuerdo con las dos sobre la repetición. La única de las repeticiones que menciona KMarce que me suena puede omitirse es la del sueldo. Las demás me parecen que cumplen un poco lo que tu dices.

    Y me chocó la frase “esa agonía tan ya suya”. No se si soy yo, pero me suena que queda más lindo así “esa agonía ya tan suya”. ja. Honestamente, quizás es por costumbre de usarlas de una forma u otra, pero es lo que me sonaba mejor en mi cabeza.

    Por lo demás, genial. Está lindo de leer, me parece bien escrito.

    La frase “Se sentó en la silla de respaldo ancho mientras sentía cómo se reía de él al recordarle lo que algún día fue. ” me pareció muy ingeniosa!

    Saludos y gracias!

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 16:37
  4. 4. Lionel dice:

    Me estoy acostumbrando a leer los relatos y el comentario de KMarce a continuación. Muy útiles, a decir verdad. Deja poco que agregar.
    A mi me gustó tu relato. Me hizo mucho ruido la frase “agonía tan ya suya” pero la verdad no se si tiene error. Creo que quedaría mejor “agonía ya tan suya”, pero no estoy seguro.
    Tengo que leer “Mientras escribo” de Stephen King.
    Saludos

    Escrito el 3 diciembre 2015 a las 13:42
  5. 5. Elisa Vueltas dice:

    Hola Lionel, la verdad es que hice un experimento con la expresión “tan ya suya”. He observado que en algunos libros los escritores no siempre siguen las normas exactas (estoy leyendo a Cortázar y él incluso abusa de eso), así que quise probar. Pero no ha tenido éxito, así que tendré que corregirlo. ¡Gracias por tu comentario!

    Escrito el 8 diciembre 2015 a las 19:11

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