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El lápiz mágico - por Verso suelto

La tierra era un obstáculo para el planeta Tursona en su cruzada por el dominio de la galaxia. Eliminar el viejo planeta era la única solución, pero antes de que quedara reducido a vapor estelar había que incorporar el conocimiento de su civilización al “museo de la tierra”, a disposición de los arqueólogos que buscaban el origen de la vida.
Un equipo turso, supervisado por Alfa8, trasladaba contenedores desde un edificio terrestre al transbordador interplanetario. El edificio tenía en la puerta un símbolo desconocido para Alfa8, que le produjo curiosidad, algo no muy bien visto en Tursona. Más tarde sabría que ese símbolo era una “palabra” y esa palabra era “biblioteca”. También sabría que la biblioteca encerraba “literatura”, una superstición terrícola practicada por unos seres extraños llamados “escritores”…pero en aquel momento el funcionamiento de todo aquello era un misterio para él.
En el viaje de vuelta a Tursona, Alfa8, sin saber el porqué, se puso a revisar en su memoria la historia de la civilización tursa; la colonización del planeta por un grupo de terrícolas hacía más de cuatro mil eras galácticas, la evolución posterior y el largo proceso de adaptación del ADN a las nuevas condiciones. Esto se conseguía reconfigurando o eliminando genes; como si en un collar algunas perlas fueran sustituidas por cristales opacos, sin reflejos, y otras fueran extraídas dejando un hueco en su lugar.
Alfa8 bajó a la bodega, apuntó con su pistola de rayos “piker” a un contenedor y apretó uno de los dos gatillos. Un display virtual apareció ante sus ojos y desplegó la imagen del interior donde se apilaban objetos de diferentes tamaños, con forma de paralelepípedo, cada uno multiplicándose en hojuelas blanquecinas con trazos negros alineados. Alfa8 había visto en el museo un dibujo de una cosa parecida, pero desconocía su funcionamiento. Luego enfocó la pistola y apretó el segundo gatillo; en su mochila se depositó una réplica exacta de uno de los objetos.
También había rollos que se desplegaban en lienzos y unos cilindros pequeños, algo más largos que un dedo y terminados en punta.
Una vez en Tursa, Alfa8 entregó a Beta3, director del museo, todo el cargamento mientras le informaba de la expedición.
Por Beta3 supo que los terrícolas usaban una forma de comunicación arcaica, el lenguaje. Al principio los mensajes se transmitían por ondas pero después se introdujo una sofisticación: la escritura.
El lenguaje estaba formado por frases que a su vez se componían de palabras – biblioteca era una de ellas -. Había muchas palabras, tantas que ningún hombre las conocía todas y tampoco había ninguna palabra conocida por todos los hombres.
El objeto-réplica que conservaba Alfa8, correspondía a la palabra libro que, dentro, era como un almacén de palabras. Cuando un terrícola quería usar una frase del libro la absorbía fijando los ojos en ella y siguiendo con la mirada los trazos negros; era como la pistola de rayos piker al replicar objetos y, de forma similar, la palabra replicada permanecía dentro del almacén; a eso lo llamaban leer. Cualquier terrícola podía leer las palabras almacenadas en un libro, pero solo unos pocos podían almacenarlas y muchos menos eran los escritores, esos seres paradójicos capaces de guardarlas en un orden especial que producía lo que en la tierra se llamaban “sensaciones”. Amor, tristeza y otras, eran sensaciones que el genoma de Alfa8 no podía procesar, ya que en el lugar del gen necesario solo había un hueco.
Para escribir los escritores utilizaban un lápiz que se frotaba contra una lámina blanca; Alfa8 recordó aquellos cilindros puntiagudos. Ni los propios escritores se ponían de acuerdo en cómo había que frotar para que además de datos las palabras contuvieran sensaciones.

– El lápiz era, decía Beta3…
– como el conjuro del brujo, la varita, el lápiz mágico – siguió Alfa8 solo para sí

Beta3 le dio una cápsula, que Alfa8 ingirió con agua. La cápsula contenía el conocimiento del lenguaje humano.
Por la noche, ya en su casa comenzó a leer el libro-réplica que en la portada tenía escritas las palabras “Antología poética”; palabras que no comprendió. Pese a ello continuo leyendo inmóvil con el libro en las manos.

Amanecía en Tursona cuando su mujer le toco en el hombro; Alfa8 se desmoronó formando diminutas partículas de vapor. En el libro, abierto sobre un poema, quedaron dos gotas azules caídas de unos ojos que ya nunca conocerían el significado de la palabra llanto.

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3 comentarios

  1. 1. ortzaize dice:

    hufff que triste relato futurista,si ni tansiquiera sabran lo que son los sentimientos.
    bueno me he quedado triste, espero tu relato mas alegre en las prosimas ocasiones.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 22:19
  2. 2. Melisa dice:

    El género de ciencia ficción me resulta un poco difícil de evaluar porque suele llevar mucha explicación, que claro que es necesaria, pero que a veces se vuelve excesiva… Por eso creo que el tercer párrafo de tu relato se podría omitir (o resumir) y, aún así, la historia no perdería su magia. 😉

    Un detalle para tener en cuenta: “tierra” cuando se refiere al planeta, debería ir con mayúscula.

    Tu relato me gustó mucho. Utilizaste un vocabulario muy específico e interesante y captaste mi atención de principio a fin. ¡El final es realmente emocionante! 😉

    Saludos,

    Melisa

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 15:43
  3. 3. beba dice:

    Hola, Verso Suelto:
    Me encantó el sustrato de tu historia; la hermosa relación entre el hombre y la palabra, la escritura, el sentimiento. Preciosa la imagen de Alfa8, que se evapora dejando dos lágrimas en el libro.
    Acerca de la ciencia ficción, aunque soy neófita, me pareció clara, didáctica, y lógica en su secuencia.
    Muy buen manejo gramatical. Felicitaciones.

    Escrito el 10 diciembre 2015 a las 02:43

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