Sentimiento abultado - por juglar Miserable

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De por si hoy en día es difícil recibir el correo os podéis imaginar que por la mañana de un viernes, día usual del correo, uno pueda recibir una carta con treinta años de retraso.

Es bien sabido por todos que el servicio postal tiene sus fallas, alguna ocasión me ha llegado un paquete del otro lado del mundo y el matasellos tenía fecha de recepción en las oficinas postales el 15 de junio y me lo entregan el 30 de junio, quince días después de haber llegado. Quince días de estar protegido en alguna gaveta que probablemente solo revisan cada quince días, impregnándose del polvo y de todos los sonidos que puedan vagar en una oficina postal, con su ir y venir, de un lado a otro, sobres van sobres vienen, es comprensible que el servicio sea tardado, el problema es que la oficina postal se encuentra solamente 3 pisos debajo de donde tengo mi oficina, por lo tanto han tardado quince días en subir tres pisos. Pero el día de hoy es diferente esta carta llega con treinta años de retraso. Treinta años.

1982 año en terminé por cumplir mi primera década y ya cantaba yo con un ingles deplorable The Number of the Beast de Iron Maiden “esa música es del diablo” decía mi madre, “ni siquiera entiendes lo que están diciendo como puedes saber que eso te gusta” decía mi padre. Y mi regalo de cumpleaños fue el LP “Para nuestros amigos” de Enrique y Ana. Uno se piensa que a los diez años uno posee la capacidad de elegir, tanto su ropa como la música, pero estaba equivocado; y así mientras continuaba viviendo una nueva década alguien, en algún lugar tomo su bolígrafo y plasmó su sentir en un trozo de papel. ¿Pero como sé eso si aun no la he abierto? Simple, cuando un sobre de carta es abultado es que se han dicho tantas cosas que no cabe todo un sentir en unas cuantas hojas blancas.

2012, recién termino de cumplir mi cuarta década, hace ya tiempo que dejé de escuchar a Iron Maiden y mucho más tiempo hace que no escucho a Enrique y Ana, mis padres aun me reprochan de vez en cuando, una mala decisión, mi divorcio con Annete y mi poca autoestima en el cuidado de mi casa. Mi casa. Ahora mía y no más de los que solían vivir aquí, de aquéllos a quién me imagino iba dirigida la carta que sostengo con tanto entusiasmo y curiosidad, la carta que plasma todo un sentimiento que pesa en la palma de mi mano.

Tomo el abrecartas y sin pensarlo más, extraigo su contenido.

Junio de 1982

Hace ya algún tiempo que intentado decirte esto, pero por alguna razón lo he pospuesto hasta ahora…