Como el color de sus labios - por Oscar Noel

Todo era un desastre. Nada funcionaba como era debido y Susana temía perder la calma. "Capaz que ni el arma funciona" pensaba a momentos al visualizarse abrir sus labios coloreados de verde y colocando una 9mm dentro, pero claro, primero tenía que conseguir una. No tardó mucho. No importa que el vecindario sea el más seguro del mundo, a menos que vivas en Suiza. Ahí nunca pasa nada. Así que al fin y al cabo Susana sí consiguió su arma. Y tras escribir una pequeña carta se sentó frente a esa cosa con aspecto de algo y sombra de otra. Y presionó el gatillo.

Raúl Estelevar entró y lo primero que vio fue el cráneo destruido de la mujer, aplastado contra la pared. Su cuerpo estaba sentado frente a un espejo.
"¿Tú que crees? ¿Suicidio?" preguntó Facundo.
"Locura mas que nada. ¿Encontraron algo?"
"Una carta"
Facundo le extendió la carta a Raúl. Empezó a leerla.

"Empezó con ese espejo. Al principio era uno normal y corriente, pero al día de comprármelo mi marido, cambió. No daba reflejo, solo mostraba un verde oscuro que lo cubría todo. Mostraba la imagen de un bosque nocturno. Entonces, antes de que pudiera hacer algo, de llamar por alguien, callé. Al espejo Le siguieron las cosas que uno menos nota pero mas le afectan, con las cosas pequeñas. El control remoto no funcionaba, tampoco la tostadora ni la ducha. Cosas electrónicas y baratas pero no extrañas. Mi mente lo aceptó por mas que mi alma estuviera aterrada. No hice nada y ahora he pagado con mi vida. El lápiz labial dejó de funcionar un día, en vez de rojo salió verde. Enloquecí. Traté de romper el espejo pero tampoco pude. Ahora voy a matarme. Estuve encerrada cuatro meses y el espejo solo me dejó salir para conseguir el arma. Cuando volví cerró la puerta con llave. Cuando le apuntaba, no disparaba. Voy a suicidarme. Lo decidí muchas noches atrás cuando toda lo que podría llamarse comida y lo que no acabó. Si el arma no funciona cuando apriete el gatillo juro que me romperé el cráneo llevándome ese espejo de vuelta al infierno del que vino, pero estoy segura que de alguna manera me esquivara.
No lamento nada. En cuanto me hizo matarlos a todos dejé de lamentar.
Adiós.
Lo que queda de Susana."

Al dejar la carta Raúl observó el espejo con otros ojos y notó algo verde crecer en una de sus esquinas. No tuvo tiempo para verificar si eran los labios verdes de Susana reflejados, o capaz un bosque.
Sacó el arma.
Siete años de mala suerte cayeron sobre Raúl.