Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

No hay tiempo - por Rocío Rodríguez

Caminé durante días por aquel bosque maldito, atravesé ríos y barrizales, recorrí kilómetros de verde espesura, un árbol tras otro, quizás los mismos árboles… Tenía la sensación de deambular siempre por el mismo lugar y nada indicaba la presencia de una salida cercana. No recordaba cómo había llegado allí, hace cuatro días desperté, simplemente. Sin nada más que una mochila con provisiones suficientes para subsistir una semana. Por no tener, no tenía ni recuerdos anteriores a aquel día.

Me desperté tras haber dormido unas cuatro horas aquella noche, comenzaba mi quinto día en aquella pesadilla. Eché un vistazo al interior de la mochila, no quedaba más que un mendrugo de pan y dos manzanas. Mi única opción era encontrar una salida.

Después de medio día buscando, decidí parar un momento y reponer fuerzas con medio mendrugo de pan. El simple hecho de comer hacía que me invadiera una intensa sensación de culpabilidad, sentía que cada vez que consumía alguna de mis pocas provisiones, me acercaba un poco más a la muerte. Traté de no pensar en ello y enseguida me levanté y emprendí de nuevo la marcha. Debido a las prisas, tropecé y caí al suelo. Maldije y, antes de poder levantarme, divisé a lo lejos una luz a ras del suelo. Corrí hacia el lugar y observé un pequeño objeto sobre la espesa hierba, un espejo. Tras examinarlo y no descubrir nada relevante en él, decidí guardarlo en la mochila.

Una vez más, cayó la noche y yo seguía allí, perdida y sin rumbo. Decidí echar una cabezada cuando de repente escuché una voz:
– No hay tiempo… -susurró una dulce voz de mujer.

Miré a mi alrededor. No había nadie.
– ¿Quién eres? -pregunté alarmado- ¿Dónde estás?
– No hay tiempo…

Me di cuenta de que la mochila estaba brillando. Dudé un instante, pero enseguida me abalancé sobre ella para saber qué era lo que lo hacía brillar de aquella manera. El espejo.

Lo cogí entre mis manos, seguía exactamente igual que antes salvo por aquel resplandor. Observé mi propio reflejo. No tenía muy buen aspecto.
– No hay tiempo… -otra vez la misma voz.
– ¡Basta ya! ¿Quién eres? -empezó a molestarme aquella voz insistente- ¡Sal de una vez!

Esperé, pero nadie apareció y poco tiempo después me quedé dormida. Desperté al día siguiente, mi sexto día. Tomé el último trozo de mendrugo que me quedaba y una manzana. Necesitaba comer algo más, pero no podía permitírmelo. Sin demora, emprendí otra vez la marcha hacia la nada. Caminé horas buscando una salida, no sabía a dónde me llevaría puesto que no recordaba nada anterior a este bosque. Después de unas cinco horas, no me quedaban fuerzas para seguir caminando. Me recosté sobre el tronco de un árbol y cogí una manzana de la mochila dispuesta a comermela sin miramientos. Dudé un momento, puede que más adelante me hiciera más falta… Y en una ráfaga de segundo desapareció, una ardilla me la arrebató de las manos y se alejó con ella velozmente. Mi última oportunidad de sobrevivir. Lloré sin fuerzas hasta quedarme dormida.

Unos potentes rayos de luz dieron la bienvenida a mi séptimo día. No tenía fuerzas ni para levantarme, tan sólo me quedé allí, sentada, disfrutando del sonido del viento azotando las hojas de los grandes árboles y de la calidez de los rayos del sol sobre mi rostro. Pasé todo el día así, relajada, en paz, feliz.

Al caer la noche, la mochila se iluminó tal y como hizo dos noches atrás, fui directamente a coger el espejo. Brillaba más fuerte. Lo sostuve entre mis manos, asombrada por mi propio reflejo, parecía una anciana.

– Se nos ha acabado el tiempo -la voz provenía del espejo.

Era mi propio reflejo quien hablaba. Gesticulaba como si fuera otra persona, sus palabras y sus gestos estaban fuera de mi control.

– Lo sé -contesté- He malgastado el tiempo.
– Traté de advertirte.
– Pero era inevitable, el tiempo pasaba.

Sentía que no me quedaban más fuerzas para seguir viva y pensé en todo el tiempo que había perdido buscando algo que no iba a alcanzar nunca. Había dedicado toda la vida que podía recordar a malgastar mi vida con preocupaciones que no solucionaron nada, al final, lo más bonito fue sentirme en paz y no preocuparme, simplemente vivir, porque nada merece malgastar un segundo de felicidad.

Por última vez, me dirigí a mi reflejo:
– Es inevitable que el tiempo pase, pero es evitable hacer un mal uso de él. Lamentablemente, no he aprendido eso… a tiempo.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

5 comentarios

  1. 1. Saldivia dice:

    Hola Rocío. Dentro de su estilo melancólico, tu cuento deja una esperanza, viniendo a ser más una reflexión que un cuento (al menos así lo percibo).

    En estos días de veloz transcurrir, lo que allí se plasma tiene enorme validez. A veces me desespera, por ejemplo, al malgastar 3 horas en un atasco de tráfico. Y nunca falta quien con voz beatífica te diga “aprovecha el tiempor en forma positiva”. Si, claro, que fácil es decirlo desde una cabina de radio con aire acondicionado. espero leer más de ti más adelante, ¡Éxito!

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 16:54
  2. 2. Servio Flores dice:

    Rocío hola,
    Interesante relato. Lleno de fantasía y con moraleja.
    Auque deja algunas incógnitas respecto a la protagonista en su desarrollo, las cuales no forzosamente deben resolverse en 750 palabras.
    Felicidades y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 01:32
  3. 3. Rocío dice:

    Hola Saldivia y Servio, muchas gracias por leer mi relato y por haber dedicado vuestro tiempo a comentarlo. Se agradece mucho!

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 22:15
  4. 4. Manoli VF dice:

    Hola Rocío.

    Encuentro que el cuento hubiese mejorado si lo hubiese encuadrado en una atmósfera más metafórica, me explico:
    el bosque aparece como un elemento realista cuando la historia que cuentas parece centrarse en el paso del tiempo, a su vez el espejo es un elemento mágico y a mí me falta algo que enlace esas tres cosas. La protagonista aparece perdida en un bosque sin recordar qué hace allí ni cómo llegó, con unas pocas provisiones, pero ya es el quinto día, ¿Qué pasó antes? ¿Cuántas provisiones llevaba? La mujer que habla es en realidad ella misma, no se, lo he visto un poco enredado. La idea podría explotarse un poco mejor si incluyeses más datos.

    En cualquier caso me ha gustado leerte. Un saludo y felices fiestas.

    Escrito el 21 diciembre 2015 a las 21:06
  5. 5. Rocío dice:

    Muchas gracias por tu comentario, Manoli.

    Te doy toda la razón, me he releído el texto tras revisar tu comentario y la verdad es que falta mucho contenido… Aún me queda mucho por aprender en cuanto a síntesis, es una de las cosas que peor llevo a la hora de escribir relatos con límite de extensión.

    Muchas gracias de nuevo, un saludo y felices fiestas para ti también!

    Escrito el 22 diciembre 2015 a las 19:48

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.