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Hablar sola - por Sara Ley

Una de mis amigas se compró su primer coche hace poco. Es un vehículo normalito, pero ella estaba tan contenta que hasta le puso nombre. «Cliíto», para más señas. Y, con el tiempo, todas hemos aceptado esa rareza. Ya no preguntamos dónde ha aparcado el coche; ahora preguntamos que dónde está Cliíto, como si fuera un ser vivo motorizado.

Quiero decir, todos tenemos nuestras manías. Y, además, mi propia rareza suena menos grave al lado de la que acabo de compartir:
Hablo sola. No me refiero sólo a preguntarme una y otra vez «¿dónde las habré dejado?» cuando he perdido las llaves, sino a auténticas conversaciones. Cuando tengo un problema que resolver, me encierro en el cuarto de baño y le explico a mi reflejo todas las opciones que tengo, hasta que encuentro la solución. Hay algo tranquilizador en poder mirarme a mí misma a los ojos mientras expreso en voz alta mis dudas.

Y este método nunca me ha fallado, ni en las peores situaciones.

Ocurrió hace unas semanas. Mis amigas y yo estábamos pasando el fin de semana en el campo. Aunque somos ese tipo de chica que sólo usa botas de montaña porque es la moda, la idea de alejarnos de la civilización nos parecía muy bucólica.
Así que allí estábamos, en una casa rural en mitad del bosque y pasando un frío terrible.

Salí a fumar al porche mientras las demás trataban de sintonizar Telecinco, a la vez que bebían una copa tras otra de ron. Otra manía inexplicable, por cierto. La de ver Telecinco, no la de emborracharse.
Estaba anocheciendo. Las siluetas de los árboles, sombrías, daban un poco de mal rollo. Se levantó viento y miles de hojas sisearon. Fumé más rápido, deseosa de volver dentro.
Cuando ya acababa, una violenta ráfaga de aire me arrancó de los dedos la colilla encendida. Ésta voló lejos, como una luciérnaga cancerígena. En mi mente se cruzó la imagen de un incendio incontrolable y animalitos calcinados; así que corrí hacia los árboles, con intención de apagarla antes de que ocurriera el desastre. Iba a pisarla cuando otra ráfaga la volvió a quitar de mi alcance.
—Mierda—maldije, sintiéndome burlada. Atrapar esa colilla era ya una cuestión de orgullo, por lo que continué persiguiéndola.
Sonreí triunfante cuando por fin la acorralé y pude darle un buen pisotón. Pero mi regocijo se apagó en cuanto levanté la vista y sólo vi árboles amenazantes. Fui consciente de que era de noche, que hacía frío y que no llevaba el móvil encima. Una lechuza ululó y se me pusieron los pelos de punta. Eché a correr por impulso. La casa no podía estar muy lejos, pero yo no la encontraba.
Un obstáculo —una raíz o una piedra, estaba demasiado oscuro—frenó mi carrera al hacerme caer. No me levanté del suelo, me quedé sentada y al borde del pánico. Aquel bosque era un laberinto y yo estaba prisionera. Busqué en mis bolsillos, con intención de coger el tabaco y tranquilizarme. Entonces, descubrí que también tenía el espejito de mi amiga. Horas antes, me lo había prestado para que me explotara una espinilla y me lo debí guardar por inercia.
A pesar de la falta de luz, lo acerqué a mi cara.
—Estoy perdida y me perderé más si continúo vagando sin dirección—le expliqué a la forma negra e imprecisa que se reflejó en la superficie—. Y mis amigas están borrachas y viendo Gran Hermano, no notarán mi falta.
Pero tal era mi angustia que ni siquiera hablar sola me sirvió para aclararme.
Escuché un gruñido en un matorral cercano.
—¿Qué puedo hacer? —rogué al espejito, aterrorizada.
—Silencio —me espetó mi reflejo. El espanto me dejó muda, así que fue fácil cumplir la orden—. Siempre hablas y yo callo, pero por una vez será al contrario. Levántate y sigue mis indicaciones. Da media vuelta y camina.
Estaba tan impresionada que ni se me ocurrió llevarle la contraria. Dejé que el espejo, a modo de brújula sobrenatural, me guiara a través del bosque.

Cuando, tras un rato eterno, divisé las ventanas iluminadas de la casa rural, casi lloré de alegría. Mis amigas, por supuesto, no se habían percatado de mi ausencia y yo preferí callar.

Mi reflejo nunca ha vuelto a contestarme. A veces pienso que fue una ilusión, fruto del instinto de supervivencia y el miedo. Otras, pienso que mi yo del espejo espera una nueva oportunidad para intervenir en mis debates.

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8 comentarios

  1. 1. Mara dice:

    Muy bien, me ha gustado la trama de la historia. Has sabido mantener la intriga y cuando la protagonista estaba perdida en el bosque me parecía sentirlo yo misma. Por destacar algo negativo sería la primera parte, no entendí la explicación sobre tu amiga y el cliíto, tengo que decir que al principio me confundió un poco.

    Nos seguimos leyendo. Un saludo.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 14:35
  2. 2. Robert w. Peterson dice:

    Hola Sara:

    Tu protagonista se parece mucho al de tu relato anterior (como curiosidad); en general me ha parecido sencillo de leer, con algunos chispazos de humor que considero adecuados. Algunas expresiones y construcciones las puliría un poco más pero en general me pareció que hiciste un buen trabajo; escribes de una forma muy actual.

    Lo de la anécdota del principio es un buen recurso para no introducir la historia de golpe, me gusta, pero habría que valorar que se considera más extraño, “hablar solo” o “ponerle nombre al coche”; no sabría decirte hacia donde se inclina la balanza.

    Un saludo.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 19:08
  3. 3. Jose Luis dice:

    Hola Sara
    Tu relato me ha gustado mucho y está muy bien redactado y escrito. Se nota que ya tienes un dominio enorme en el arte de la escritura. Tu historia es entretenida, desde el principio hasta final, y la trama es intrigante.

    Cliíto es un nombre precioso para un coche, pero ya que estamos, prefiero Clito.

    (Para Mara, si lees esto: Cliíto es una referencia muy sutil al clítoris, órgano sexual genital femenino. Y si no lo es, que Sara Ley me desmienta)

    Un saludo

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 20:52
  4. 4. Robert W. Peterson dice:

    Jajaja, yo apuesto a que es el diminutivo de Clio ,pero me ha hecho mucha gracia lo del clitoris y no he podido evitar volver a comentar. XD

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 21:28
  5. 5. Sara Ley dice:

    Bueno, os confieso que Cliíto está basado en un hecho real (de Clio, exacto; lo del “clítoris” no había caído, aunque me hizo gracia xDD). También existen Cochito y Azulito, lo de humanizar coches es algo muy común en mi círculo.

    Robert, cuando empecé a escribir intentaba redactar todo más “bonito”, más a lo escritora profesional. Pero últimamente me he aficionado al Chick Lit, e intento copiar ese estilo.

    Me pasaré por vuestros relatos, a comentar y a aprender. Gracias.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 21:53
  6. 6. Mara dice:

    Jajjaja muy bueno lo del clítoris, pero veo que Sara no lo secunda, me ha gustado tu ingenio Jose Luis.

    Escrito el 22 diciembre 2015 a las 09:20
  7. Ja ja, muy gracioso lo del clítoris. A Dios gracias que leo primero el relato antes que los comentarios por que sino fuera así, creo que no hubiese podido.
    En cuanto al relato, me gusta tu forma de narrar. Es directa, agil, sin irse por las ramas añadiendo adornos innecesarios. Ademas, como bien te dijeron, la intriga se mantiene y cuando ella se pierde en el bosque, su miedo es palpable.
    Felicitaciones y saludos.

    Escrito el 25 diciembre 2015 a las 16:00
  8. 8. Isolina R dice:

    Hola, Sara:
    Perdona que no te haya comentado antes. He tenido un problema familiar y no he podido. De todos modos no quería ser descortés con los que me comentasteis a mí y aquí estoy.
    Has escrito un relato sencillo y fresco. Me gusta el tono. Pero alguna de las expresiones no me convence. Creo que ha sido poco afortunada lo de la “luciérnaga cancerígena”.
    A mí también me pasa como a Robert, si pongo en la balanza la rareza de la amiga y la de la protagonista no sé cuál pesa más.
    Creo que en algunas ocasiones podías eliminar palabras innecesarias:
    En: “ahora preguntamos que dónde está Cliíto, como si fuera un ser vivo motorizado” podrías quitar “que” y “motorizado”.
    En: “Cuando tengo un problema que resolver, me encierro en el cuarto de baño y le explico a mi reflejo todas las opciones que tengo, hasta que encuentro la solución. Hay algo tranquilizador en poder mirarme a mí misma a los ojos mientras expreso en voz alta mis dudas” podrías eliminar “que resolver”, “que tengo” y “a mí misma”.
    En: “fui consciente de que era de noche, que hacía frío y que no llevaba el móvil encima” puedes ahorrarte el segundo y el tercer “que”.
    Espero que mis sugerencias te sirvan.
    Saludos.

    Escrito el 14 enero 2016 a las 09:32

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