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Las palabras, a veces, tienen vida propia - por Guiomar de Zahara

Había vivido siempre solo sin hermanos ni primos, fue un niño solitario y huraño, y de adulto, se había volcado en sus estudios. Ya hacía muchos años que vivía anacoreta entre los tomos viejos y polvorientos de La Biblioteca Nacional, sin interesarse por su familia pues su única pasión eran los libros, la de investigar la vida secreta de ellos; no sólo era conocedor de los más bellos e interesantes, sino que además les profesaba un profundo amor casi reverencial. Era un vigilante de los signos. Consideraba que la palabra no escrita, apenas tiene entidad en el aire y se termina perdiendo. Cuando se la apresa en el papel, es entonces cuando recupera su esencia y carácter. Las letras – cree – tienen vida propia y son genios astutos resguardados en sí mismos. Cuando salen de su soporte, se liberan, huyen desatadas, indomables; o se unen y se separan, o se alinean a su antojo, si no tienen a nadie que les domine. Las palabras se ordenan según su particular código: así en su camino destacan lo que se debe de ocultar o al revés, se niegan a expresar el sentimiento más hondo y profundo; se combinan en frases que cobran vida y agitan el corazón, otras, como en estos momentos, para él, simplemente lo desgarran.
Lentamente, después de haberlo releído, guarda con manos temblorosas el papel con el diagnóstico de su dolencia, y respira hondo.
Al cabo de unos instantes, le llega el olor de unas risas y el resonar de unos pasos, un momento después, dos jovencitas pasan hablando sonrientes. Entonces se da cuenta que es un ser insociable: no tiene ni un solo amigo con quien reír o conversar.
Esa es mi verdadera enfermedad y no el carcinoma que lentamente va carcomiendo mis entrañas – piensa.
Al contemplar aquellos rostros llenos de vida, siente una corriente de ternura que brota súbita, como un manantial entre arenas secas. Se estremece ligeramente y a su alma dolorida le llega la imagen, largo tiempo olvidada, de una compañera del instituto; pero es una imagen poco precisa y desdibujada, como un muro de piedra en el lecho de un río, que el paso del agua no deja ver con claridad. Intenta recordar aquellos días andando por las sendas del cercano bosque, pero son como sombras que brotan lejanas, que van y vienen.
Rememora ciertos sentimientos y, aun así, no consigue reconstruir aquella etapa de su vida, es sólo como el recuerdo vago de una dulce melodía.
Hay silencio en la tarde, falta poco para el ocaso, el aire sigue limpio y el sol, entre luces, aún ilumina las copas de los árboles y los tejados de las casas. Al poco comienzan a arderle los pies, le duele la espalda y el estúpido dolor se fija de nuevo en el estómago, pero allí sigue, sentado en aquel banco solitario.
El sol ya ha desaparecido, el jardín está lleno de sombras, los árboles se recortan contra el cielo del anochecer, el agua de la fuente refleja incipientes estrellas. Exhausto se levanta y con pasos vacilantes transita el hormigón gris y anodino de la gran ciudad. Al llegar a su apartamento se mira en el espejo de la entrada y ve una cara insulsa y avejentada. Por un lejano recuerdo que acude a su memoria, piensa en su abuela casi centenaria, con quien vivió parte de su infancia.
Se fue al escritorio y sacando papel y pluma comenzó a escribir.
Mí querida abuela: ya sé que hace mucho tiempo que no sabe de mí, pero hoy la dedico estas palabras con todo el cariño. Me gustaría estar con usted, pero mis múltiples obligaciones, me atan a esta ciudad que adoro. Espero que goce de tan buena salud como yo. He heredado sus genes y estoy muy bien, quizá pronto me case y mi primera visita será para darle un abrazo.
Su pequeño y feliz nieto

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6 comentarios

  1. 1. Diego Manresa Bilbao dice:

    Una maravilla Guiomar!!!! Que ternura, que bien contado… Escalofriante, y un enorme final. Enhorabuena!

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 18:27
  2. 2. Luis Ponce dice:

    Hola Guiomar:
    El tema da para mucho y creo que si lo enfocas más profundamente puede darte un buen resultado.
    Creo que monólogo filosófico podría ser el espacio necesario, sin divagar mucho en escenarios naturales que poco ayudan a intensificar el tema.
    El repentino recuerdo de la abuela, es difícil de creer después de toda una vida en solitario. La dolencia descubierta podría llevarle al diálogo con sus eternos compañeros: los libros y podría recurrir a personajes predilectos para compartir su enfermedad.
    Bueno, pero es sólo una idea.
    Te deseo lo mejor para el nuevo año.

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 16:52
  3. 3. beba dice:

    Hola, Guiomar: me gustó tu historia; comparto la opinión de Luis Ponce acerca del desenlace; no así, respecto de las imágenes que son bellísimas, por más que pausen el relato.
    Creo que faltarían comillas para la carta a la abuela.
    Adelante. Buenos augurios para las Fiestas.

    Escrito el 22 diciembre 2015 a las 14:23
  4. 4. Vespasiano dice:

    Hola Guiomar
    Tu relato es tan bello como “Zahara de los Atunes”.
    Soy tu “fan” desde que leí tu micro relato de los “juguetes rotos”.
    Esta historia es tremendamente dura y como te apuntan otros compañeros es tierna a la vez.
    Pero como estamos en un taller de Literatura, para mí tienen más valor las críticas constructivas.(siempre bien intencionadas)
    Por eso con el mayor respeto, te apunto algunas cosas que no desmerecen para nada tu relato.
    “…muchos años que vivía anacoreta” creo que quedaría mejor “…que vivía como un anacoreta”.
    “…o se unen y se separan…” debería ser “o se unen o se separan”
    “…le llega el olor de unas risas…”. Creo que quisiste decir “el color de la risa”. Los expertos en canto lírico dicen refiriéndose a la voz “el color de la voz”, “la voce cupa” refiriéndose a una voz oscura o grave.
    “…como un muro de piedra en el lecho de un río, que el paso del agua no deja ver con claridad…”
    Para mí esa oración quedaría mejor de ésta otra manera: “…como un muro de piedra en el lecho de un río, que no deja ver con claridad el paso del agua…”
    “…pero hoy la dedico”. Aquí debería ser “le dedico”.
    Espero que estos comentarios hechos con el mayor cariño, te aporten algo bueno.
    Feliz Navidad.

    Escrito el 23 diciembre 2015 a las 22:31
  5. 5. Frida dice:

    Hola Guiomar, precioso nombre por cierto. Como ya te han dicho los compañeros, el texto tiene mucha carga emocional y, el final es tan sorprendente como sensible. Para mí, lo que falla, es quizás el planteamiento del principio, creo que deberías haber contado el porqué de su enfado con el mundo, quizás el que sus padres lo abandonasen al cuidado de su abuela, la única que realmente lo quiso y, así se explicaría también ese tierno final, pues, un niño no es huraño porque sí, sino porque hay un trasfondo detrás, normalmente problemas y poco cariño por parte de la familia. Salvando eso, te digo que el relato tiene mucha garra. Felicidades y, felices fiestas.

    Escrito el 28 diciembre 2015 a las 20:12
  6. 6. Guiomar de Zahara dice:

    Muchas gracias a todos por vuestros comentarios. Estuve fuera todas la fiestas: llegué anoche.
    Tomo buena nota de todos vuestros comentarios. Me agrada especialmente que “la historia” os haya gustado (imperfecciones aparte, que os agradezco mencioneis)
    ¡Paz, salud y amor, para 2016 y el resto de los años que nos toque estar en este mundo!

    Escrito el 4 enero 2016 a las 10:39

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