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Abuelos - por Saulo

El abuelo decía que hay que vivir intensamente, no como él, que no había sido más que un funcionario de hacienda de corbata oscura y estricta rutina. Pero el abuelo no era así. Si ahora practico deportes de riesgo es porque me llevaba con él y con la abuela cuando salían de escalada, cuando se tiraron en paracaídas, cuando hacían rafting… Pero el abuelo no está bien y las pérdidas de memoria, los despistes, son cada vez más frecuentes. Me pesa verle sentado en su sillón, mirando el paisaje urbano sin la abuela a su lado.
El otro día Teté jugaba al balón en casa sabiendo que está prohibido. Cuando oí el ruido de los cristales corrí hacia el salón para encontrarme con los ojos muy abiertos de Teté, y con los enigmáticos del abuelo, mirando los restos del espejo. Pensé que el abuelo no estaba muy bien. Permanecía insensible ante el destrozado espejo que con tanto cariño había cuidado durante su vida.
Observé cómo detrás del cristal destrozado se adivinaban colores y formas. Nos quedamos mirando absortos el lienzo que se ocultaba debajo del cristal. “Papá, es un cuadro”, dijo Teté. “Sí, hijo. Y me suena mucho”. Me volví para preguntar al abuelo pero ya había vuelto a su sillón, la mirada perdida. Una búsqueda rápida en Internet me informó de que se trataba del famoso cuadro “El Bosque de Nevers”, del impresionista Rinoit, que había desparecido del Museo Nacional hacía ya más de tres décadas, y cuyo robo se atribuía al famoso ladrón apodado Lagartija por sus habilidades trepadoras.
La policía nos entrevistó a todos, incluido el abuelo, pero sin conseguir resultado alguno. Solo sabíamos que el espejo era de los abuelos y que lo compraron a un anticuario hacía un porrón de años. Cuando los expertos del Museo se llevaban el cuadro no pude dejar de apreciar cómo los ojos del abuelo seguían la pintura y una ligera sonrisa se dibujaba en su rostro. En cuanto se dio cuenta de que le observaba volvió la mirada hacia la lejanía de las nubes. “Abuelo”, pregunté, “¿Qué sabes tú del cuadro este?”. Me miró como quien mira crecer la hierba y cerró los ojos suspirando.
Me picó la curiosidad y seguí buscando información. Al famoso Lagartija se le atribuían al menos diez robos, siendo los más renombrados el de “El bosque de Nevers”, y el de “La lágrima de la Zarina”, un hermoso diamante rosado que había pertenecido a Catalina La Grande. El diamante seguía sin ser hallado.
Durante la cena Teté masticaba el filete con los ojos muy abiertos, casi sin respirar, mientras le contaba la historia del Lagartija y sus robos. El que más le gustó fue el del diamante, que ya se imaginaba que te dejaba ciego solo de mirarlo, por lo mucho que brillaba. El abuelo mantenía su actitud pasota y de vez en cuando reía, diciendo que se acordaba de haberlo leído cuando era joven, para pasar a preguntar que de qué hablábamos y que quién era el Lagartija ese.
A los pocos días la lamparita de lágrimas del despacho desapareció. Nadie la había cogido y Teté, sobre las rodillas del abuelo, juró que había sido el Lagartija que había entrado por la ventana. El abuelo reía con ganas escuchando al pequeño.
Me olvidé del tema hasta que, buscando en el trastero unos adornos de Navidad, me llamó la atención el brillo de unos cristales envueltos entre unos jerséis viejos. “¿Pero qué…?”, me quede sin terminar la frase sujetando entre mis manos la lamparita del despacho. Como un fogonazo una idea me llenó la mente. Corrí a encerrarme en mi cuarto y analicé la lamparita a conciencia. No sé nada de diamantes pero en Internet hay de todo, incluida una foto antigua del diamante. Las cinco lágrimas que decoran la tulipa eran idénticas a él, y una de ellas lanzaba brillos rosados al ponerlo a la luz.
Tras el entierro del abuelo hice limpieza en su habitación. Encontré un viejo álbum de fotos que aún guardo con cariño. Entre las tapas apareció una foto que no conocía. En segundo plano se ve el espejo y el reflejo del abuelo haciendo la foto. En primer plano el cuadro de Rinoit y a la abuela, de negro y con un pasamontañas recogido sobre la frente, con el gesto más feliz que le recuerdo. “¿Abuela?”, una sonrisa cruzó mi rostro y una lágrima mojó mi mejilla mientras recordaba los dulces besos de la abuela sobre mi frente.

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5 comentarios

  1. 1. Christian Joseph White dice:

    Bonito relato, con tintes de emotividad. Es de lectura amena y con un muy buen ritmo. Una trama bastante ingeniosa. Felicitaciones por tu trabajo, Saulo. Sigue así 😉 Hasta la próxima.

    ¡Saludos!

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 20:21
  2. 2. beba dice:

    Hola, Saulo:
    la trama es muy ingeniosa. El cuento está muy bien escrito.Pulcritud gramatical. No me queda claro quién es Teté: si un hermanito pequeño del narrador, o un tío de éste, que padece de algún retraso madurativo.Me confunde que le dice “papá” al abuelo.
    De todos modos, buena historia.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 00:01
  3. 3. Wiccan dice:

    Buenas Saulo,
    Un relato muy bonito y entrañable. Me gusta mucho la forma que tienes de explicar las reacciones del abuelo a todos los hechos relacionados con el cuadro, creo que refleja muy bien la forma de actuar de una persona mayor recordando el pasado, con esa “pasividad” o aceptación ante la tristeza y esa felicidad ante la alegría. Y ese descubrimiento de la verdad sobre los abuelos una vez fallecidos hace que sientas que siguen ahí, contándote nuevas historias, es un nuevo vínculo. Has creado una historia preciosa.
    A nivel contexto lo único que si que se hace raro es lo que comenta Beba, hay un momento en que parece que no sabes quien está hablando. Yo entiendo que hay tres personajes, abuelo, padre y nieto (Teté), y que el narrador es el padre, pero en ese momento que comenta beba te descontrola la narración al pasar del narrador al nieto. Igual era bueno dejar claro las tres relaciones en algún punto anterior.
    A nivel forma me gusta como está escrito, la lectura es fácil y no se interrumpe por fallos de forma, únicamente en “¿Pero qué…?”, me quede sin terminar la frase” yo lo pondría “¿Pero qué…?”, me quede parado sin terminar la frase”, no es que quede mal pero parece que falta algo ahí. Por lo demás bonito relato.
    Felices fiestas!!!

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 16:34
  4. 4. Cryssta dice:

    Me ha gustado mucho tu relato sobre todo porque me ha sorprendido, a mitad del relato sospeché que Lagartija era el abuelo y resultó ser la abuela.

    Te diré lo que yo veo mejorable:

    – “Hacienda” es con mayúscula al referirse al Ministerio
    – repites “Pero el abuelo”, yo quitaría el segundo “pero”
    – pon una coma detrás de “Cuando los expertos del Museo se llevaban el cuadro”
    – como hace poco has puesto “diamantes” yo pondría “incluida una foto antigua de “La lágrima de la Zarina”, eso también te obligaría a suprimir el “a él” que va después
    -es “decoraban la tulipa”

    Espero haberte ayudado. Un abrazo.

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 10:40
  5. Estoy de acuerdo con los comentarios que te han hecho los compañeros. Es un relato entretenido, sin errores, que se lee bien y que sorprende con una cierta ternura al imaginarnos a esa abuela. En algún momento, me he perdido con alguno de los protagonistas y después de leer uno de los comentarios he entendido, que me había despistado lo de papá- abuelo.
    Buen trabajo

    Escrito el 21 diciembre 2015 a las 19:32

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