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Más allá del espejo - por Daniel López Husillos

Era día de excursión y estaba nerviosa. Su madre le había despertado pronto, levantando la persiana, pero aquella mañana era todavía de noche. El cielo era negro cuando se metió en el autobús del colegio con sus compañeras alborotadas como un gallinero. Claudia estaba inquieta. Miraba a todas partes cuando el bus caminaba por la serpenteante carretera que les llevaba al bosque de los mayores. Allí darían un paseo hasta el centro de la arboleda, donde los halcones anidaban y los conejos eran presa fácil.
Sus compañeras no dejaban de hablar y gritar emocionadas. Era la primera excursión del año. El viento mecía el manto verde de las laderas. El sol acababa de salir entre dos montañas en pico cuando paró el motor y todas se levantaron como un resorte.
—Chicas —dijo la profesora con el micrófono del bus—. Estad atentas al grupo y no os separéis. Si alguien se pierde, que vuelva al aparcamiento y se quede aquí en el autobús, ¿Entendido?
—¡Si señorita! —Un grito al unísono de alegría desbordada.
Bajaron todas al asfalto del aparcamiento y en grupos reducidos se fueron adentrando en el bosque por un sendero de tierra seca donde el sol se dejaba entrever como fogonazos. Claudia iba con las manos en las correas de la mochila, absorta en el vaivén de las hojas que caían por la inercia del tiempo. Los colores marrones y olor a humedad le transportaba al calor de su casa cuando llegara de aquella excursión, pero era el momento de disfrutar del trino de los pájaros y las charlas de su profesora sobre los árboles que habitaban en aquel bosque.
Claudia se fue quedan atrás en la caminata. Estaba pendiente de la brisa que sostenía una mariposa de colores, de las moras que se ocultaban entre las zarzas del camino. Cuando se quiso dar cuenta, el sendero se bifurcaba y no sabía por donde habían continuado. Escuchó los ecos de sus amigas que veían de la derecha pero tenía dudas y, en vez de regresar, cogió el camino de la izquierda guiada por un instinto atrofiado.
La senda se fue haciendo más angosta. Las ramas de los árboles golpeaban la tierra que pisaba, agitadas por un viento fuerte que había surgido de la nada. Claudia empezó a tener miedo, pero las voces de sus amigas sonaban más fuerte en sus tímpanos. «Éste tiene que ser el camino» se decía constantemente al ver como la luz del sol desaparecía a cada paso que daba. De repente, un soplo brusco abrió el camino y frente a ella, un claro no muy grande de hierva seca. En medio, un árbol de corteza blanca y hojas rojas. Claudia caminó hasta él. Olía a canela revenida. En su piel tenía tallados unos ojos tristes y una boca seria. Entre los ojos colgaba un espejo de un metro de alto. Cuando se puso frente a él, pudo ver su rostro fatigado y asustado, los mechones rubios que le ocultaban un ojo y alguna gota de sudor que le caía por la frente.
—¿Donde estás? —Preguntó al espejo que tornó en colores inversos al oír su voz.
—Esto es el claro del bosque —contestó la Claudia del otro lado y el susto la hizo dejar de mirar el espejo. La chica del otro lado no giró—. No tengas miedo Claudia —le dijo con una sonrisa pícara—. Yo soy tú al otro lado del bosque mágico.
Claudia se dio la vuelta poco a poco temblando. Estaba confusa.
—¿Quién eres? —Preguntó con los ojos como platos.
—Mi nombre es Aidualc. Vivo dentro del bosque mágico de los antiguos mayores, donde todo es alegría y diversión ¿Quieres venir? —«Tal vez me esté engañando» pensó Claudia, pero su curiosidad era más fuerte que su miedo—. Toca el espejo y vendrás conmigo, no tengas miedo, verás que bien lo pasamos.
Recelosa y con los ojos cerrados, alzó la mano izquierda y tocó el cristal a la vez que Aidualc lo tocaba también. Cuando los abrió, estaba en el claro del bosque mágico, donde los colores estaban invertidos. El claro del bosque era oscuro y tétrico. Cuando miró al espejo, Aidualc estaba al otro lado.
—¿Qué has hecho? —Preguntó Claudia atemorizada el viento susurrar su nombre—. ¿Por qué me has dejado sola aquí?¡Vuelve!
—No deberías haberme hecho caso, princesita —le contestó con ese gesto travieso en sus ojos—. Yo…soy todo lo que tú nunca serás.
El eco de sus pasos fue lo último que escuchó.

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5 comentarios

  1. 1. Jose Luis dice:

    Hola Daniel
    Si me lo permites, te hago unas sugerencias relativas a tu texto, espero que no te lo tomes a mal.
    Su madre le había despertado pronto; Los colores marrones y olor a humedad le transportaba al calor de su casa ——————– en estos casos, creo que sería mejor poner “la”
    se quede aquí en el autobús, ¿Entendido? —————- ¿entendido? (mejor con minúscula)
    —¡Si señorita! ———– —¡Sí, señorita!
    Claudia se fue quedan atrás en la caminata. ————– se fue quedando
    «Éste tiene que ser el camino» se decía constantemente al ver como la luz del sol —————- «Éste tiene que ser el camino», se decía constantemente, al ver cómo la luz del sol
    hierva ——– hierba
    —Preguntó al espejo ————- preguntó (mejor con minúscula)
    alegría y diversión —– falta el punto
    verás que bien lo pasamos. ————- qué bien

    El cuento tiene una trama bien narrada, se nota que está trabajada la ambientación y también las descripciones, bastante precisas, y luego tiene un final sorprendente. Me ha gustado mucho.
    Un saludo

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 20:21
  2. 2. daniel lopez dice:

    muchas gracias…..
    he leído antes el texto por enésima vez y he visto “hierva” y casi me da un patatús (para los fallos ortográficos soy muy maniático)…..nunca se revisa lo suficiente….jejeje.

    el año que viene espero rehacer los relatos que escriba aquí para mejorarlos.

    muchas gracias.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 20:44
  3. 3. Servio Flores dice:

    Hola Daniel, iba a hacer algunos comentarios pero ya José Luis fue muy acertivo.
    Respecto al relato, le digo que me ha gustado mucho, está bien descrito, muy elaborado respecto al ambiente. Com más espacio se podría ahondar en Claudia, así sabríamos lo que será su álter ego, aunque ya sabemos que Aidualc es una mentirosa y tremenda.
    Felicidades y nos seguimos leyendo.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 16:14
  4. 4. Ciudadano de Mastia dice:

    Hola, Daniel López:
    Me ha gustado tu relato, pero debo hacerte algún comentario, que a mi modesto parecer, creo que debes tener en cuenta. Me refiero a los datos que das para crear el marco, el ambiente, el lugar. Los halcones anidan en repisas y oquedades; normalmente. Y no suelen cazar en el centro de arboledas; suelen hacerlo a campo abierto.

    El desenlace final me ha parecido precipitado. Me gusta la trama, pero trabaja el marco, el entorno, para hacerlo creíble.

    Un saludo y nos encontraremos en el camino de las narraciones.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 20:25
  5. 5. Manoli VF dice:

    hola, Daniel. Me ha llamado la atención la semejanza que guarda tu relato con el de Yolanda Tovar(escena nº 40). Es curioso como ambos coincidís en la idea de un espejo que “atrapa” a las personas.

    Me ha gustado mucho tu texto, aunque al leer primero el de Yolanda ya no me resultó tan original, pero lo has llevado estupendamente. También en el relato que te comento aparece una excursión aunque de forma diferente.

    Al margen de todo esto, te comento algunas cosas que me han llamado la atención (además de ese hierva dañino a los ojos que se te coló seguro que por un error de dedo)

    -“Su madre le había despertado.” Al tratarse de una chica lo correcto sería: “su madre la había despertado”.

    Algunas expresiones las encuentro inapropiadas como: “la inercia del tiempo” inercia viene a significar costumbre, rutina, pero aplicada al tiempo aunque se entiende me resulta un poco confusa.
    Lo mismo me sucede con “siguió su instinto atrofiado” si está atrofiado está disminuido pero suena algo mal eso de instinto disminuido, yo lo cambiaría.

    Por último con eso de “olor a canela revenida” ya no se que quieres decir, nunca había oído esa expresión y aplicada a un color me parece aún más extraña, no se si puedes ampliarme la información.

    Por lo demás me ha gustado como llevas la narración partiendo de lo cotidiano hacia el campo de la magia.

    Te invito a leer mi escena (38)

    Un saludo y felices fiestas.

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 02:24

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