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El secuestro - por M.M. Puig

Era uno de los inviernos más fríos que se recordaba en años y una blanca capa de escarcha se posaba en el tejado de una abandonada cabaña de cazador. Se hallaba en medio de un bosque, a varios kilómetros de la carretera más cercana, rodeada de arboles tan altos y frondosos que a duras penas dejaban asomar un triste rayo de sol. En su interior, en medio de una húmeda y fría habitación, un hombre temblaba desnudo, atado de brazos y piernas a una robusta silla. De su pelo grasiento y lacio pendían unos hilos de sangre pegajosa. Sus ojos, vidriosos y enrojecidos, miraban aterrados como un hombre corpulento se acercaba y arrancaba de un zarpazo el trozo de tela sucio y empapado de babas que cubría su boca.
–Por última vez, ¿donde están? –rugió el hombretón, atenazándole el cuello con sus enormes manos.
–Te juro que las dejé allí –respondió con voz entrecortada–. Alguien debe habérselas llevado.
–¿Así que tienes un cómplice?
–No…, yo no sé nada más. ¡Lo juro! Te he contado todo lo que sé. Suéltame ya, yo no he hecho nada. –e irrumpió a llorar cansinamente– ¡No he hecho nada!
Había perdido la noción del tiempo. ¿Cuánto llevaba allí encerrado?, tres días, tal vez cuatro? Ya no sentía los brazos ni las piernas, y aunque seguía aferrándose a su sentido de supervivencia, notaba como las fuerzas le flaqueaban cada vez más. Miró a su alrededor desesperadamente por enésima vez buscando una salida, pero era inútil. Había gritado como un poseso, pero nadie parecía oírle; había inventado varias respuestas ficticias, pero después de cada una de sus desesperadas mentiras, el grandullón volvía más enfadado propinándole más golpes.
Esta vez su captor volvió con un gran vaso lleno de agua y se acuclilló frente a él.
–Vamos a ver Karl, porque es así como te llamas, ¿no? –dijo con voz repentinamente suave.
Karl asintió con la cabeza mirando el agua con avidez.
El otro le miró con una sonrisa burlona.
–¿Quieres agua?
–Si, por favor. –Sus labios estaban secos y cortados y su boca era ya incapaz de producir saliva.
–No te preocupes, vas a tener agua. –Y vertió el contenido del vaso en la entrepierna del desesperado Karl.
Se levantó y volvió a salir, entrando al poco tiempo con una batería de coche y unos cables. De repente Karl comprendió. Se zarandeó todo lo que pudo intentando volcar la silla, pero fue inútil. Apretaba sus piernas con toda la fuerza que le quedaba, pero en cuestión de minutos, estas estaban separadas y atadas fuertemente a ambos lados de la silla, dejando sus genitales abiertamente expuestos. El grandullón situó la batería justo delante del asiento y conectó las pinzas a los testículos de Karl.
Apenas transcurrieron diez minutos. Intensos, largos y agónicos.
–Bath street, 58. –Dijo Karl con apenas un hilo de voz.
–¿Como dices?
–En el sótano hay un gran espejo victoriano. Tras él hay una puerta. –Su voz se entrecortaba y era tan débil que casi no se podía oír.
–Espero que no mientas otra vez, porque si lo haces volveré, y te juro que desearás que termine pronto. Pero créeme, no lo haré.
–No te miento –susurró–, te juro que esta vez no miento.
Se oyó un portazo y el rugido de una Kawasaki que se alejaba abriéndose paso entre la maleza y el barro.
El 58 de Bath street se hallaba justo al final de una tranquila calle con escaso vecindario. Tras comprobar que nadie le observaba, se acercó a la puerta, rompió el cristal y se dirigió a toda prisa al sótano. Allí estaba, tal como le había dicho Karl, el enorme espejo. Buscó entre los montones de trastos algo que le ayudase a hacer palanca y lo derribó, dejando al descubierto una ajada puerta blanca. Su corazón se aceleró. Rezaba en su fuero interno para que estuviesen allí y siguiesen vivas. Abrió la puerta y palpó la pared intentando encontrar un interruptor de luz. Una triste bombilla iluminó la estancia y al fin, acurrucadas en una esquina del pequeño cuchitril, pudo verlas. Sucias, desnutridas y sin apenas poder abrir los ojos, pero vivas y aparentemente sin ninguna herida, estaban las dos niñas de sus ojos.
–¿Papá? –preguntó una frágil vocecita.
El hombre se acercó a las dos chicas, y abrazándolas con fuerza, las cubrió de besos mientras dos gruesos lagrimones resbalaban por sus mejillas.
–Todo ha terminado. Nos vamos a casa.

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6 comentarios

  1. 1. CARMELILLA dice:

    Hola M.M. Puig, según iba avanzando en la lectura del texto, involuntariamente se me iba frunciendo el entrecejo visualizando la escena de la tortura, y digo visualizando porque está escrita de tal manera que te sitúa muy cerca y te coloca en la realidad de la misma. Muy buen ritmo, todo el texto suena bien, creo que has manejado el diálogo con soltura consiguiendo que la historia avanzara y así conseguir el aumento del interés en su lectura y creo que los famosos guiones largos bien utilizados, ¡a ver si aprendo! La extensión del relato, no ha permitido darnos a conocer más a los personajes y el motivo del secuestro, no hubiera estado mal.
    Bien hecho. Hasta otra.
    Saluditos.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 18:06
  2. 2. Robert w. Peterson dice:

    Hola, te apunto algunos detallitos y sugerencias a tener en cuenta:

    1. Se echa de menos alguna descripción del interior de la cabaña; no sé como llevas lo del número de palabras, si vas muy justo prescindiría de alguno de los planos detalle que has introducido.

    2. El adjetivo “triste ” al principio y al final, curiosamente para referirte a elementos luminosos; no están muy cerca y no molesta, pero podrías probar a usar otros adjetivos.

    3. Aquí hay algo raro: «¿Cuánto llevaba allí encerrado?, tres días, tal vez cuatro? » Podrías dejarlo tal que así: «Cuánto llevaba allí encerrado… tres días, tal vez cuatro (?) » o así: «¿Cuánto llevaba allí encerrado?, tres días,.. ¿tal vez cuatro? ». Se me ocurren otras mil formas de escribirlo. Elige la que más te guste.

    4. «las dos niñas de sus ojos», esa expresión es muy cliché…

    5. El final se me viene como muy de pronto, es una consideración personal, pero me falto algo más entre que sale y encuentra a las niñas.

    No he detectado errores graves al leerlo, en general me parece un relato bien construido, con buen ritmo y de lectura fácil. Quizá algo predecible en la trama, pero con todo ¡buen trabajo!

    Saludos.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 20:39
  3. 3. Isabel dice:

    Hola, tu relato me ha atrapado. He querido seguir leyendo para conocer el final y eso es muy importante. Tenía la intriga de saber si estarían vivas o llegaban ya tarde. El ritmo es muy bueno y la estructura también. Si bien, podrías haber aportado más información sobre cómo atrapan al malo o cuál era el móvil del secuestro. Espero que te haya servido de algo mi humilde opinión.
    Saludos

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 23:40
  4. 4. beba dice:

    Hola, MMPuig:
    Tu cuento me desconcertó; me imaginé a un inocente, preso y torturado por defender un tesoro; y resultó que era un delincuente, y el torturador, un pobre padre de familia. En realidad me falta o me sobra un detalle para que todo funcione bien. También sucede que la justicia no llega siempre a tiempo, y los damnificados tienen que arreglárselas como pueden.
    Por lo demás, un cuento bien escrito, con excelentes imágenes, sin errores importantes en la construcción.
    Un saludo, y buenos augurios.
    Buen

    Escrito el 23 diciembre 2015 a las 17:42
  5. 5. Wiccan dice:

    Buenas M.M. Puig,
    Muchas gracias por pasar por mi relato, aún estaba terminando de contestar a los que me habían escrito antes de ponerme a leer otros textos pero tenía pensado pasarme por aquí después de no haberte visto en el taller del mes pasado 😉
    Muy buen relato, engancha, realizas una descripción muy visual de la tortura y está muy bien escrito, en una primera lectura no me pareció que hubiese errores de forma importantes, lo que más me chocó fue esa interrogación solo al final (aunque en algún sitio me han comentado que la RAE lo ha pasado a considerar correcto) y que en el primer parrafo se dice “un hombre” dos veces muy cerca, pero ya ves que son cuestiones menores, aunque también estoy de acuerdo con algunas cosas que te comentan otros compañeros.
    Te reconozco que desde un principio pensé que ése podría ser el final, lo único que me despistaba era la sangre fría del padre. Como alguno de los comentaristas, creo que si te hubiera dado el espacio una o dos frases que situasen el secuestro o la situación del padre le hubiera quedado muy bien, a mi se me ocurre, por ejemplo, poner alguna frase que dé a entender que tiene entrenamiento militar, lo que justificaría su sangre fría y su “inventiva” para la tortura. Pero como siempre digo, estoy rizando el rizo. La escena del agua es la que más me ha gustado, muy evocadora de la situación, de la firmeza y, no se si llamarlo crueldad teniendo en cuenta el contexto, del torturador y de la desesperación del torturado.
    En definitiva, un gusto leerte nuevamente. Aquí seguiremos el mes que viene para disfrutar de tu relato.
    Un saludo y felices fiestas!!!

    Escrito el 23 diciembre 2015 a las 22:17
  6. 6. Vespasiano dice:

    Hola, MMPuig:
    Primeramente darte las gracias por pasarte y comentar mi historia.
    Después de unos días de vacaciones paso a leer tu relato que me ha parecido escaso de información para saber los motivos del secuestro y como consigue dar con la pista del delincuente para encontrarlo y raptarlo.
    “–Te juro que las dejé allí –respondió con voz entrecortada–. Alguien debe habérselas llevado”.
    …”Te he contado todo lo que sé. Suéltame ya, yo no he hecho nada. –e irrumpió a llorar cansinamente– ¡No he hecho nada!”
    De una oración a otra veo una gran contradicción. ¿Como dice el torturado que no ha hecho nada, si él es el que ha dejado a las niñas allí?
    En cuanto a los métodos de tortura me suenan de haberlos leído relacionados con militares en tiempos de dictaduras fascistas, contra militantes revolucionarios, guerrilleros o comunistas.
    Espero que nos podamos leer en este año que recién ha comenzado.
    Feliz Año Nuevo.

    Escrito el 6 enero 2016 a las 16:44

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