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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Hombre mono - por Fernando Caporal

Se miró al espejo. Su cuerpo totalmente desnudo, estaba oculto detrás de una densa mata de vello.
Respiró hondo. Exhaló con lentitud, hasta quitar de los pulmones la última partícula de aire. Volvió a inspirar profundamente, y volvió a exhalar. Dejó caer los hombros; se sintió vencido, abatido. Cada mañana, al salir de la ducha, la crueldad de ese maldito espejo del baño, que él mismo había colocado el año pasado a pedido de su esposa, lo miraba burlonamente.

Parecía un mono. Se secó con un toallón blanco para castigarse aún más; los restos de pelo que quedaron en él lo hicieron sentir todavía más ridículo, feo y cavernícola. —Parezco el tío de esa familia de locos de la televisión—, pensó.

No quiso salir; se resistió ante la cruel realidad que le esperaba fuera del cuarto de baño. ¿Acaso su dignidad valía más que una mata de vello? ¿No fue acaso la naturaleza la que le había provisto semejante protección? Si la madre natura se lo había dado, ¿por qué debía él tomar una decisión tan terrible? No tenía sentido. —Los hombres somos animales de pelo en pecho—, se dijo a sí mismo intentando convencerse de que así estaba bien.

Entonces recordó las noches de intimidad con su esposa en el verano. La terrible escena de cuerpos calientes de pasión y sofocados por la temperatura del ambiente, le dio la certeza de que no tenía derecho a seguir sometiéndola a semejante incomodidad. Ella nunca se lo había cuestionado porque lo amaba, pero sabía que tarde o temprano lo haría; la situación se había vuelto insostenible. El verano se acercaba otra vez, y no estaba decidido a postergar su vida íntima hasta el otoño. Definitivamente esto no era una maldita mata de vello, parecía más bien un bosque tropical.

Ni siquiera quiso recordar el cuerpo desnudo de ella; tan espléndido, radiante, blanco; tan blanco como la nieve. Y el de él, tan oscuro, casi negro, parecía estar lleno de lodo al lado de la blancura inmaculada de ella.

Volvió a observarse. Sintió en lo más íntimo de su ser una fuerza que lo quemó desde las entrañas, y supo que algo estaba a punto de cambiar para siempre. —No lograrás intimidarme otra vez—, se dijo mirándose con bravura, como si le hablara a ese mono que veía reflejado en el espejo, —sé que sos una maldita mentira, no lograrás engañarme, esta vez no te lo voy a permitir—. La voz retumbó en el cuarto de baño como el sonido de un trueno, y el puño golpeó con tanta fuerza a la imagen, que todo el espejo se sacudió casi al punto de romperse. —Eres un maldito farsante, y voy a demostrártelo—. Tomó aire una vez más, y al exhalar, dejó caer el toallón de la mano. Tomó el picaporte de la puerta, pero no pudo abrirlo. El miedo y la duda volvieron a arrebatarle la voluntad que había logrado reunir.

Se dejó caer sobre el bidet y lloró. Debía resolver el problema de una vez. Entonces se puso de pie, cambió el ánimo, se enjugó los ojos, cerró los puños, abrió la puerta y sin pensarlo un segundo más, salió del baño. Su esposa lo miró a los ojos, reconociendo en ellos la ira mezclada con el terror.

—¿Estás seguro de que queres hacerlo? —le preguntó con voz suave
—Terminemos con esto de una vez —dijo él con voz temeraria

Se instalaron en la cocina. Ella colocó el recipiente en el fuego, y él se quedó mirando las llamas, hipnotizado. Lo atormentaron las dudas; recordó los compañeros de trabajo, el partido de futbol de los miércoles, los días de playa, o cuando cortaba el césped con el torso desnudo bajo el rayo del sol del verano. Su hombría estaba en juego, pero ya había tomado la decisión, y no había vuelta atrás.

Todo estaba listo. Su mujer tomó la espátula y comenzó a ungirle el cuerpo con la cera. En cada tirón sintió dolor por la temperatura, el vello que se arrancaba de raíz y la hombría que también era despojada con cada tirón. Cerró los ojos, respiró profundo y tragó saliva. Su esposa continuó hasta aniquilar cada vello del último rincón de su cuerpo.

Regresó al cuarto de baño, se paró frente al espejo, y sonrió feliz. —Lo sabía, eras un maldito mentiroso—, dijo mirándose a los ojos, y estalló en carcajadas hasta el delirio.

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7 comentarios

  1. 1. APMB dice:

    Muy buen relato, le has dado una gran trascendencia a un acto muy normal. El bosque es la mata de pelo, ¿no? Es un relato muy divertido.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 16:53
  2. 2. Fernando Caporal dice:

    Hola APMB, sí, así es, es el simbolismo de la mata de pelo.
    Muchas gracias por el comentario, intenté hacer algo distinto a lo que suelo escribir, dejando de lado el dramatismo 😀

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 20:56
  3. 3. Denise dice:

    Un lindo relato, con un final divertido. En general está bien narrado, lo único que te puedo señalar es algún uso inadecuado de la coma, pero no mucho más:

    “Su cuerpo totalmente desnudo, estaba oculto detrás de una densa mata de vello.” Nunca va coma entre sujeto y verbo, no importa lo largo que sea el sujeto.

    “Volvió a inspirar profundamente, y volvió a exhalar.” Esa coma no es necesaria porque la “y” coordina los dos verbos y la oración es breve.

    “—Parezco el tío de esa familia de locos de la televisión—, pensó.” Esa coma no va. Y ya que estamos, este pensamiento, como está puesto entre rayas de diálogo, iría mejor en párrafo aparte.

    Cosas así. Te aconsejo que repases el post sobre la puntuación de los diálogos porque encontré algunos otros errores aparte de los que te marqué.

    Espero que algo de esto te sirva, saludos!

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 15:55
  4. 4. Gerard Candreu dice:

    Hola Fernando Caporal. Aunque llevo varios meses frecuentando Literautas, ésta es la primera vez que me animo a participar en el taller. Espero que mi comentario te sirva de ayuda para que sigas mejorando tu escritura y que te motive a continuar escribiendo cada día.

    FORMA
    El aspecto formal de tu texto me parece muy sólido. La construcción de las oraciones respeta cuidadosamente la lógica sintáctica de la lengua y además las frases no siempre siguen la misma estructura, lo cual aporta dinamismo y variedad al texto. Ortográficamente, el escrito es excelente. Tal vez en la primera parte del texto me ha faltado un poco de ritmo, como si la historia no avanzara; es decir, el protagonista (y tan sólo es mi percepción) queda «encallado» en el conflicto y en sus reflexiones, y no es hasta el final del relato que reaparece la acción. La parte positiva es que con las divagaciones del protagonista caracterizas al personaje. Déjame insistir: sólo te transmito la sensación que yo he tenido al leerlo.
    Un apunte más sobre la forma: en el diálogo con su esposa, el protagonista habla con «voz temeraria». Tal vez me equivoque, pero ¿no sería más apropiado que hablara con «voz temerosa»? Lo digo porque «temerario» hace referencia a «imprudente», a «exponerse a riesgos», y «temeroso» es relativo al «temor». No sé. Si decides revisar el texto piensa en ello y decide, ¡que para eso es tu historia! 🙂

    CONTENIDO
    Ha sido divertido debutar en el taller teniendo que leer y comentar tu texto, porque hasta cierto punto me he sentido identificado con tu protagonista. ¡Qué le vamos a hacer, soy hombre de pelo en pecho y cada verano las paso canutas con el calor! Pero la verdad es que depilarme no me supone un dilema moral tan profundo como le sucede a tu protagonista ni tampoco me siento como si perdiese mi hombría.

    COMENTARIO PERSONAL
    Teniendo en cuenta que para el protagonista este conflicto es tan trascendental, tal vez podrías experimentar un poco con el relato y tratar de atribuirle a la narración un tono más cómico para ver qué tipo de efecto consigues entonces en el lector. Evidentemente, no tienes porqué hacerlo, tan sólo se trata de una sugerencia. Reescribir nuestras (amadas) historias es siempre un ejercicio tan interesante como incómodo, ¿no crees?

    Nada más, Fernando. Tan sólo añadir que espero seguir leyendo tus historias en los próximos retos que nos propongan Iria y compañía.

    ¡Felices Fiestas!

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 21:41
  5. 5. Fernando Caporal dice:

    Hola Denise, Gerard Candreu. Ante todo, gracias por sus comentarios y por tomarse el tiempo para leer mi relato.
    A lo dos les digo que sus sugerencias son de un gran valor para mí, ya que contribuyen a mi crecimiento, que es lo que al menos en mi caso, busco en éste taller, ya que me animé a comenzar a escribir hace apenas algo más de un año y medio. Denise: Tomo tu consejo de pasar por el post de puntuación, no sabía lo de las comas y los verbos, muchas gracias. Gerard: Gracias por las sugerencias, lo de la voz temerosa es un buen punto, yo traté de identificar al personaje con un conflicto machista en el que supone que la depilación es “cosa de mujeres”, pero era solo a fines de darle un toque humorístico en especial para éste personaje; para nada creo que eso tenga que ver con la hombría, de hecho yo mismo alguna vez lo hice y no me sentí mal por eso.
    Una vez más, muchas gracias por los comentarios y sobre todo por los aportes que enriquecen y hacen que cada día logremos mejor calidad en los relatos. Gerard, me doy una vuelta por el tuyo, y te dejo un post.
    ¡Gracias y felices fiestas!

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 00:33
  6. 6. El Ciervo Alado dice:

    Los compañeros ya lo han dicho todo. Excelente relato. Puedo agregar que los pensamientos podrían estar entre comillas y no entre rayas.

    Saludos y felicitaciones!

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 17:02
  7. 7. beba dice:

    Hola, Fernando:
    Gracias por tu visita y comentario. Muy gracioso y vital tu cuento, con tanto drama y prejuicio machista; parece que a la doña no le importaba demasiado la cuestión, en realidad.
    Excelente la composición; fluida; sin errores.
    Un pequeño detalle: “esta vez no te lo voy a permitir—.” Aquí no debes cerrar con raya, ya que termina la oración, y no abres un nuevo inciso.
    Aplausos, entonces. Y buenos augurios para las fiestas.

    Escrito el 23 diciembre 2015 a las 02:40

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