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El intercambio - por Yolanda Tovar

Una suave brisa mecía las hojas de los árboles que custodiaban el sendero, calmando sus inquietudes. Aunque no por completo.
A Carla le gustaba pasear a aquellas horas de la tarde, en soledad, recorriendo el camino que bordeaba el bosque. Alejada de todo y de todos podía reencontrarse consigo misma y deshacerse del estrés acumulado durante el día.
Era su momento.
Pero, por alguna razón, estaba más inquieta de lo normal. Notaba el aire más pesado y, desde que había llegado, no había escuchado el canto de ningún pájaro. Algo bastante inusual.
Fuera lo que fuera, le impedía desconectar y, como resultado, no lograba alcanzar la paz interior que tanto necesitaba.
Miró hacia la espesura del bosque pero no vio nada fuera de lo normal. Quizás solo eran imaginaciones suyas. Había sido un día muy largo y difícil, uno de aquellos en los que hubiera preferido no salir de la cama.
Y, entonces, lo oyó.
Se detuvo en seco y escuchó atentamente. Al principio solamente oyó un lamento débil y disperso que, poco a poco, se fue haciendo más claro. Sí, parecía un quejido de dolor y estaba convencida de que era humano.
Movida por su espíritu altruista, Carla se dirigió hacia el lugar de donde provenía el sonido. Alguien necesitaba ayuda. Quizás estaba herido y no se podía mover. Ella era la única persona que había por allí. Posiblemente era su única esperanza.
A medida que avanzaba, su inquietud iba en aumento. El sol empezaba a ocultarse y si no encontraba a nadie en los próximos minutos, se vería obligada a abandonar la búsqueda. En parte se lamentaba por ser tan impulsiva. Lo más sensato hubiera sido llamar a los servicios de emergencia y dejar que ellos se encargaran de la operación de rescate. Porque, ¿cómo iba ella a trasladar a alguien herido? ¿y si no era prudente moverlo? Las dudas la asaltaron.
Mientras decidía qué hacer, un grito desgarrador cortó el aire. Y, justo delante de ella, en medio del camino, apareció una luz. Aquella persona debía de tener una linterna. Sin pensarlo ni un segundo, echó a correr hacia ella. Pero, al llegar, no vio a nadie. Buscó entre los arbustos, miró en los troncos de los árboles por si la persona estaba recostada en uno de ellos, pero nada.
Confundida, se acercó a la linterna y, al recogerla, comprobó que en realidad era un espejo. Lo examinó, intentando entender cómo era posible que emitiera luz. Y fue entonces cuando supo de dónde procedían los gritos.
El rostro de una mujer se materializó en la superficie del espejo. Su mirada reflejaba desesperación, tanta que el grito que salió de su boca provocó en Carla un miedo primitivo e irracional. Ahora era ella la que gritaba.
Su instinto le decía que tenía que huir inmediatamente pero era incapaz de moverse. Notaba la poderosa fuerza que desplegaba el espejo, una fuerza que se estaba apoderando de ella. Sentía cómo la llamaba.
Carla hacía todo lo posible por resistirse a su poder, aunque empezaba a entender que era una batalla perdida.
Su cara rozaba ya el cristal. No, aquello no podía estar pasando.
Horrorizada, vio cómo la mano de la otra mujer salía al exterior. Entonces, agarró la cabeza de Carla y la empujó hacia dentro del espejo.
Al instante, se oyó una risa triunfal. La mujer caminaba por el sendero, alejándose cada vez más, mientras los gritos de Carla se fueron apagando a medida que el espejo dejaba de emitir su luz.
Al cabo del rato, en el bosque solo se escuchaba el canto de los pájaros al atardecer.

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5 comentarios

  1. 1. Manoli VF dice:

    ¡Fantástico, Yolanda! cumpliendo con la recomendación de Literautas estoy comentando los textos siguientes al mío, y debo decir que el tuyo me enganchó, me atrapó y me gustó. Muy bien, buena redacción, buena idea y bien llevada. Poco que corregirte si acaso ese: “la única persona que había por allí” por: “la única persona que PASABA por allí” y también: “emitiera luz” lo cambiaría por “emitiese luz” es lo único que me ha chirriado un poco al leerlo.

    Enhorabuena.

    Te invito leer el mío (38)

    saludos.

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 21:27
  2. 2. Rocio dice:

    Hola Yolanda,

    ¡Sencillamente genial! Es un texto que engancha desde el principio, sin duda me ha cautivado. No sabría que aconsejarte para mejorarlo, ya que me gustan tanto la idea como la redacción y la forma que le has dado. ¡Sigue así!

    ¡Espero poder leerte pronto!

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 18:57
  3. 3. Bernardo de Jesús Hernandez Torres dice:

    Hola Yolanda.
    Magnifico relato, me cautivò por completo. Sinceramente creo que somos privilegiados al contar con talentos como el tuyo en Literautas. Gracias por dejárnoslo ver.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 15:50
  4. 4. Servio Flores dice:

    Yolanda, felicidades!
    El relato engancha y se lee de pasada hasta el final.
    Saludos y nos seguimos leyendoc

    Escrito el 22 diciembre 2015 a las 03:51
  5. 5. Jesús Bravo dice:

    Hola Yolanda:
    La verdad que el giro final es tremendo y me dejó con la boca abierta.
    Al inicio del relato hay algunas frases cortas que quizá puedan entorpecer levemente la lectura, pero por lo demás, he caminado junto a Carla por el bosque, he visto la luz que parecía ser una linterna y he visto el rostro atrapado dentro del espejo.
    Tiene detalles como a mí me gustan, palpables pero dejando que la imaginación rellene alguno huecos y no dándoselo todo hecho.

    Muchas gracias por tu relato.
    Un saludo 🙂

    Escrito el 29 diciembre 2015 a las 17:57

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