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De Jaqueline a Blanche - por Ana María

El bosque se espesa… Demasiado. Aunque podía ser la última vez que vería la luz de la luna en su piel. Era una misión arriesgada, casi mortal.
Jaqueline había dejado su vida por una un poco más excitante: ser correo de la Resistencia francesa. Aunque lamentablemente tuvo que dejar de usar ese nombre, como lo que rodeaba a la vida de Jaqueline Boungrier: Vida acomodada, una educación privilegiada, padres y hermano que la querían y hasta algún pretendiente que otro que le besaba la mano mientras buscaba la aprobación de su padre. Pero todo eso pasó… debido a su buena educación, aprendió alemán a la perfección, por lo que para la Resistence era muy útil, aunque para ello debía aprender de nuevo a vivir como Rosie, Anne, Marie, Bertha… demasiadas personalidades para recordarlas todas.
Su vida pululaba entre las calles de París por el día y el bosque entre árboles por la noche. Trabajaba en su modesta Boulangerie, donde las cartillas de racionamiento bloqueaban los caprichos de las clientas, y donde los alemanes podían acudir cuando quisieran a por lo que quisieran; algo que le desagradaba cada día más. Debía aguantar para poder pasar un día tras otro en su tapadera. Pero por la noche se enfundaba uno de sus papeles para convertirse en la retransmisora que esperaban los resistentes, planeando en los sótanos lo que la historia más adelante les agradecería.
Cogió como habitualmente su bicicleta, y salió a “visitar a su abuela enferma”. Era lo que había que decir a los guardias de las puertas de París si era localizada, ocultando su verdadero propósito. El guardia alemán le había pedido la documentación y un perro medio rabioso le miraba acechante.- Tranquila señorita, no hace nada a monadas como usted- le dijo el guardia en francés germanizado mientras le devolvía los documentos mirándole fijamente a los ojos. Con un poco de temor, recorrió varios kilómetros para llegar a su destino: el antiguo molino.
Aparcó la bicicleta en un lugar seguro, tapándola con unos troncos preparados. Se aseguró que no le seguía nadie, y golpeó la puerta tres veces, en golpes secos y con tres segundos de distancia. Era la señal. Un hombre entrado en años con camisa blanca llena de manchas grasientas le abre la puerta. – Bon nuit, Madamme Cotillard- el corazón le galopaba a Jaqueline, que tenía que recordar con celeridad la contraseña reservada a esa noche – Hoy le he traído caldo de pollo, Monseur Byron.-
El señor le dejó pasar y ella sacó una cantimplora. Tras una corta conversación acerca del estado de todo en la ciudad, Jaqueline sacó un papel de ella mientras que el hombre sacaba de detrás de un botellero una vieja radio con una pequeña palanca para enviar mensajes en morse. Hoy más que nunca las manos le temblaban, después de aquel encuentro con el guardia alemán y el frío que hacía en aquel molino, que ni el fuego le calmaba.
Cuando estuvo todo dispuesto, acercó sus manos a los auriculares, que previamente sopló sobre ellos, acoplándolos entre sus rizos pelirrojos y tomó la palanca para emitir su mensaje. Los pitidos eran incesantes, mientras se sucedían las preguntas y respuestas, y tras unos minutos, la conversación sin hilos se acabó. Tenía que ser breve, porque también había oídos enemigos que escuchaban en la noche.
Tras su cometido, tiró el papel al fuego y se despidió de su momentáneo anfitrión, que partía también para no ser localizado, y partió en busca del camino de vuelta a casa. Tras recorrer varios caminos sofocada, llegó a casa con una presión en el pecho. Debería estar acostumbrada a esto, pero no podía. Fue al baño a desahogarse mojando su cara en el lavabo.
Con la cara mojada, se miró al espejo. Hacía mucho que no lo hacía y se veía cansada, pero con ganas de luchar; ansiosa de un cambio. Sabía que estaba cambiando algo en su lucha por echar a los alemanes de su patria, pero quería hacer más. En ese momento, rebuscó por casa unas prendas, y buscó en el altillo algo muy especial de su hermano. Enfrente del espejo, empezó a cambiarse la ropa de señorita de ciudad para vestir una falda amplia de su madre, calarse la boina de su padre, y enfundarse alrededor del cuerpo la escopeta de su hermano. Vio toda su transformación, en aquel espejo, que vio como moría Jaqueline y nacía Blanche, la que sería la principal mujer activa en resistencia durante la liberación de París, poco tiempo después.

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5 comentarios

  1. 1. Jose Luis dice:

    Hola Ana María
    He leído tu relato, que me ha gustado mucho. La ambientación en la Segunda Guerra Mundial es muy buena, y también la trama está muy bien estructurada.
    Es cierto que he notado algunos fallos en la redacción del cuento, pero por motivo de tiempo no puedo resaltarlos ahora. Solamente una cosa breve: cuando inicies un diálogo, sepáralo del resto del texto.
    De todos modos, es una historia entretenida que se lee estupendamente.
    Un saludo

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 20:52
  2. 2. pablo dice:

    Hola, es una bonita historia. Es cierto que hay problemas de puntuación, de repetición de palabras, etc, pero es muy emotiva. De todas formas creo que el final llega muy rápido. Enhorabuena y sigue escribiendo.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 09:39
  3. 3. Wiccan dice:

    Buenas Ana Maria,
    Buen relato, aunque tengo que reconocer que en cierto modo no parece haber un conflicto fuera de ese encuentro con la guardia. Hay una introducción muy larga aunque muy bien ambientada, pero luego la sensación es que el relato no va a mas, y el caso es que al ponerle ese título el final que podría ser más impactante o revelador se pierde porque en cierto modo te lo puedes esperar. Creo que si hubieses desarrollado menos el inicio y hubieses incluido un pequeño dialogo con el guardía hubiese aumentado la tensión de la historia y sentirías más el agobio de Jaqueline.
    En cuanto a forma creo que está muy bien escrito, con un vocabulario correcto, pero te diría varias cosillas que creo que lo mejorarían:
    – En “eso pasó… debido” eliminaría los puntos suspensivos y pondría un punto y seguido.
    – En los momentos en los que pones : yo pondría comas, no se si es mas correcto pero a mi me parece que queda mejor.
    – Repites algunas palabras muy cerca, por ejemplo “mojada” y “cara” al final, “vio” tambien al final o “tras” varias veces durante el relato; creo que quedaría mejor si pones sinonimos.
    Espero haberte ayudado. Gracias por compartir tu relato.
    Felices fiestas.

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 14:21
  4. 4. beba dice:

    Hola, Ana María:
    Me gustó tu historia; siempre se palpita la tensión que viven los espías.
    Salvo lo de las rimas anteriores (cara, lavada y allá, no se pueden cambiar sin modificar el “tono” de lo que dices; y tampoco molestan la lectura),coincido con todo lo que te señalan, en especial acerca del equilibrio del cuento: un inicio demasiado amplio, poca acción y un desenlace que casi es lo del comienzo: vuelve a cambiar de identidad; tampoco me queda claro lo del hermano: la ropa es de mujer; sólo el arma podría combinar con un varón.
    Observa el uso de los puntos suspensivos, cuando hablas de su buena educación, no corresponden.
    Muy buenos augurios. Adelante.

    Escrito el 25 diciembre 2015 a las 20:44
  5. Buena historia aunque de acuerdo con los comentarios que te han hecho los compañeros anteriores, tiene una introducción muy larga que se pierde un poco en un exceso de detalles y después el final acaba siendo un poco apresurado.
    He visto que había ocasiones en que utilizabas el presente y en otras el pasado, sería conveniente mantener el mismo tiempo verbal en todo el relato.
    Después te aconsejaría utilizar sinónimos cuando las palabras que utilices estén muy cerca unas de las otras, como por ejemplo en la siguiente frase con el verbo partir, como por ejemplo irse, marcharse, retirarse, etc.:
    “anfitrión, que partía también para no ser localizado, y partió en busca del camino de vuelta a casa..”
    También en la siguiente frase:
    Fue al baño a desahogarse mojando su cara en el lavabo.
    me suena un poco raro ese a desahogarse, quizás sería más adecuado decir para desahogarse mojándose su cara en el lavabo, pero es sólo una opinión. y en esta misma frase pones un punto y aparte cuando la frase siguiente continua la misma idea: Con la cara mojada, se miró al espejo..para mí sería más adecuado poner un punto y seguido.
    Espero que te puedan servir las indicaciones, un saludo.

    Escrito el 25 diciembre 2015 a las 20:51

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