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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Angelita - por Prometeo

Esta es la historia de un joven querido por dos pueblos rivales. Él se llamaba Ramiro; los pueblos Aquí y Allá.
El cerro, El Divisor, bautizado con tino por el ingenio popular, era un volcán inactivo y, como dos hijos gemelos, tenía esos pueblos; Aquí en la ladera sur y a Allá en la ladera norte, ambos acurrucados como palomos en nidos hechos de bosque
En la cima de El Divisor, en la oquedad del cráter, se había formado una laguna que llamaban El Espejo, por sus aguas quietas que reproducían con nitidez particular el entorno boscoso, agregándole un brillo subyugante; invertido, duplicaba el imponente cono hecho de piedra, cortado a tajo, coronado de árboles verdes y frondosos.
Ningún habitante de estos pueblos tenía trato con el otro; huraños, se evitaban, y si, por accidente, dos se cruzaban por algún camino, uno y otro se replegaba tanto como la vereda permitía, y seguían sin mirarse ni decir palabra. Mas, Ramiro era la excepción; cuando recién dejó de ser niño, a pesar de ser oriundo de Aquí, había ganado el aprecio todos los de Allá, porque les llevaba leña, pájaros cantores, frutos y flores silvestres que recolectaba en el bosque. Todo lo daba a cambio de casi nada; por lo general, un “gracias” o una sonrisa bastaba para satisfacer su simulada vocación de comerciante.
En Allá, y en toda la región, el ser más desdichado era una mujer, de quien casi habían olvidado el nombre. Le llamaban La Triste porque, hacía muchos años, había perdido a su pequeña y única hija, llamada Angelita, que fue al bosque y jamás regresó; su esposo, buscando a la niña durante muchos días, desalentado, murió de nostalgia. Esta pobre mujer, melancólica y llorosa, encontraba sentido a la vida en el doble duelo permanente al que se había consagrado.
Ramiro, un hombre que recién había dejado de ser un joven, vivía la misma rutina cada día. Se levantaba el primero en todo Aquí; salía antes que la noche se fuera y llegara el día; remontaba a lo alto de El Divisor, serpenteando por las veredas hechas en su ir y venir, tan conocidas para él como la misma palma de su mano. Naciendo la aurora, sentado en el risco de la pared poniente del cráter, contemplaba los primeros destellos del amanecer: las nubes que la noche durmieran sobre El Espejo, al sentir las primeras caricias del Sol, se desperezaban parsimoniosas como jirones de tul y escalaban hacia el cielo; aparecía el reflejo de los árboles en la apacible laguna, como un jardín infinito que brotara por doquier; los trinos de los pájaros regocijados por la naciente luz del día, rebotaban en los riscos y, multiplicados, creaban una sinfonía en el marco de tan magnifica espectáculo.
A media mañana, imitando el trino de las aves, Ramiro, cargado de su variada mercancía, alegre y silbando, bajaba por la otra ladera para llegar a Allá. En cuanto le veían descender, «Allá viene Ramiro» gritaba la gente. Repartía de todo a diestra y siniestra a cuantos se acercaban; y, de manera especial, reservaba lo mejor para darlo a Doña Triste, a quien le acomodaba la leña en el fogón y encendía la lumbre y, a veces, hasta le dejaba algún pajarito para que sus cantos paliaran la tristeza adosada por los rincones de la casa; con fervor casi religioso, ponía las más bellas flores en el pequeño altar en que estaba la foto de Angelita, y, junto a Doña Triste, contemplaban a la bella niña cuya ternura sin par emanaba de su rostro estático y parecía vivo como el día en que ya no regresó.
Al atardecer, Ramiro retornaba a Aquí. Pasaba declinando el día por el borde oriente del cráter para, embelesado, contemplar las nubes descolgándose de los últimos rayos de luz y quedarse dormidas sobre El Espejo, cobijadas con el manto de la noche.
En su cabaña, después de asearse y cenar, se iba a dormir. Al apagar la lámpara tenía dibujada una sonrisa en su rostro y un brillo de nostalgia en sus ojos; estaba feliz y satisfecho. De nuevo, como cada noche, entre sueños, evocaba aquella niña, amor de su infancia, la pequeña Angelita jugando en el bosque y aquel lejano día cuando la vio caer del risco a las aguas de El Espejo.

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6 comentarios

  1. 1. Jose Luis dice:

    Hola
    Tu cuento me ha gustado mucho. Hay buena ambientación y mucha descripción que transpira melancolía por todas partes. Es una historia triste, sin embargo, que mueve a compasión, al final, por el personaje de Ramiro y su amor perdido.
    Un saludo

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 20:05
  2. 2. Vespasiano dice:

    Hola Prometeo:
    Antes de entrar en materia, permíteme una pequeña broma y señalar la coincidencia que hay entre los nombres de esos dos pueblos ficticios de tu historia y lo siguiente que ahora te cuento:
    Cuando alguna vecina cotilla le preguntaba a mi hija pequeña, estando nosotros de vacaciones o de viaje, intentando saber por dónde andábamos; ella le respondía con la mayor naturalidad del mundo: “Están por Aquí y por Allá”.
    Bueno ahora al grano. Es la primera vez que tengo la oportunidad de leerte y comentar una historia tuya. Espero poder ayudarte en la medida de lo posible.
    “El cerro, El Divisor” Aquí sobra el segundo “El” y no tiene porqué escribirse con mayúscula.
    “Aquí en la ladera sur y a Allá en la ladera norte”. Sobra la “a”.
    “En la cima de El Divisor…”. Aquí podría omitirse “…de El Divisor” y dejar la oración así: “En la cima, en la oquedad del cráter…”
    “… huraños, se evitaban, y si, por accidente, dos se cruzaban por algún camino, uno y otro se replegaba tanto como la vereda permitía, y seguían sin mirarse ni decir palabra”. Aquí veo exceso de comas.
    Yo lo hubiera escrito así: “… huraños se evitaban y si por accidente dos se cruzaban por algún camino, uno y otro se replegaba tanto como la vereda permitía y, seguían sin mirarse ni decir palabra”. Tampoco me encaja la palabra “replegar” refiriéndose a “retirarse” o “apartarse” del camino.
    “Le llamaban La Triste…”.Igual que en la frase anterior “la” no debería escribirse con mayúscula.
    “…única hija, llamada Angelita,…” Yo evitaría escribir la palabra “llamada”; además de estar repetida en un corto espacio, se sobreentiende que Angelita era su nombre y por lo tanto debía ser ”llamada” por ese nombre.
    Continuando con la lectura, “sigo viendo excesivas comas. Las palabras “espejo”, “Aquí”, “Allá”, “La Triste”, Doña Triste” se repiten con mucha asiduidad.
    “…las primeras caricias del Sol…”. “sol” se escribe con minúscula.
    “…magnifica espectáculo”. Debe ser “…magnífico espectáculo”.
    “…para llegar a Allá. En cuanto le veían descender, «Allá viene Ramiro». Podíamos decir ”Ahí” viene Ramiro”, para no decir una vez más ”Allá”.
    Me ha parecido que has dado mucho rodeo, metiendo incluso al padre que no sé el peso que tiene en la historia; para llegar a la conclusión que en el fondo de todo, el comportamiento buenísimo de Ramiro, se debe a su amor imperecedero por Angelita.
    Bueno, espero que te ayuden estos comentarios, hechos con la mejor buena voluntad.
    Feliz Navidad.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 22:16
  3. 3. M.M.Puig dice:

    Hola Prometeo.
    Tu relato me ha sonado melancólico y con cierto aire antiguo, como cuando contemplas viejas fotografías. Se nota que has querido reflejar este ambiente de nostalgia y lo has logrado, aunque quizá resulte un poco reiterativo y la trama se queda un poco estancada recreándose en el propio decorado. He visto que utilizas varias veces el artículo en mayúscula, como bien te ha corregido ya Vespasiano, pero aparte de esto, poco más que objetar; así que solo me queda desearte unas felices fiestas y que nos sigamos leyendo.

    Escrito el 20 diciembre 2015 a las 16:46
  4. 4. Oda a la cebolla dice:

    ¡Hola, Prometeo! La descripciòn de los hechos y de la melàncolica atmòsfera que los envuelve està bastante conseguida. Como dicen los compañeros, tambièn creo que se reitera alguna palabra, sobran comas y el uso de los artìculos y las mayùsculas no es siempre el adecuado. Sin embargo, aciertas en el montaje descriptivo. Me ha gustado mucho. Te invito a que pases por mi relato, si te parece oportuno. Es el nùmero 85. Gracias, saludos y ¡Felices Fiestas!

    Escrito el 28 diciembre 2015 a las 12:46
  5. 5. Clau Cruz dice:

    Hola Prometeo
    Me ha gustado tu relato. Lo jocoso del nombre de los pueblos y sobre todo el cierre en donde se resume el porque de la actitud de Ramiro…
    Solo tengo una observación diferente a las mencionadas arriba: la frase “había ganado el aprecio todos los de Allá” considero debió ser “había ganado el aprecio de todos los de Allá”

    Un Saludo.

    Feliz año.

    Escrito el 30 diciembre 2015 a las 18:14
  6. 6. Prometeo dice:

    Agradezco a mis cinco comentaristas sus amables y atinadas observaciones. Y aprovecho para desearles, como a todos los compañeros del taller y los organizadores tengan un productivo, literariamente hablando, feliz 2016.

    Escrito el 31 diciembre 2015 a las 06:23

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