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sombras del ayer - por Nicolás Falcón

Sombras del ayer

Toc, toc, tok. Unos golpes en la puerta desconcertaron a la Sra. Aberdeen que, se apresuró ha guardar las joyas y el dinero.
―Va…va, ya va…―al abrir la puerta vio que era el señor Dadffor―.
Señor Dadffor, ¿que puedo hacer por usted?
―Sra. Aberdeen. ―la saludó quitándose una sucia gorra gris―. Verá necesito que me pueda hacer un préstamo…―no hubo terminado la frase cuando la Sra. Aberdeen refunfuñó―
―Pero, ¿Quién cree que soy Sr. Dadffor, la Reina Victoria?
―Será solo por unos días. Estoy esperando que me puedan dar lo que me corresponde de mi trabajo en la fábrica. Tengo al chiquillo enfermo de cólera, está muy mal, quiero llevarlo a casa del Dr. Alfred.
―Le recuerdo Sr. Dadffor que la última vez le perdoné tres peniques. ―le asió por el brazo, con una fuerza descabellada, llevándolo hasta el umbral de la puerta―. ¡Traiga algo de valor Sr. Dadffor, entonces hablaremos!―
Esas fueron las últimas palabras que escuchó el Sr. Dadffor salir de la boca de, la vieja con nariz de águila y tez blanca como la leche.
Se quedó tras la puerta unos segundos, implorando caridad. Fue inútil.
Al salir del portal de la Sra. Aberdeen, el ocaso londinense se entremezclaba con el devenir de los transeúntes…
No hubo andado más de doscientos pasos, cuando se percató que alguien le seguía. Se puso nervioso. «Tal vez sea un policía». Se agachó emulando atarse los cordones de los zapatos. Aquella maniobra le daría tiempo para atisbar qué o quién le seguía. No vio el típico casco del uniforme de la policía; dejó escapar un resoplido de alivio. Siguió caminando hasta doblar una esquina, se metió en un zaguán invadido por la penumbra. Esperó. Los pasos se aproximaban; pasaron de largo, salió caminando detrás de él.
―Está bien amigo, ¿Qué es lo que quiere? ―la figura se dio la vuelta―
―¡sabe usted disimular muy bien!…«amigo». ―se hizo un silencio que para Dadffor parecía interminable―. ¿Se cree que no he visto lo que ha robado a esa maldita vieja?
―¡No sé de qué me habla!
―¿No eh? y ese espejo que lleva atrás, entre el pantalón y su abrigo. ―Se trataba de un espejo en plata, de mano: antiguo, con repujes e incrustaciones de piedras. La vieja lo veneraba como a un Dios―.
Aquello le comprometía. No se le ocurrió a Dadffor otra cosa que, tener que llegar a un acuerdo con aquella especie de hiena. Caminaron juntos.
Dadffor quiso saber más de aquel tipo. Le ofreció tomar un trago en una taberna. Aceptó.
―Está bien, allí nos veremos
―No se olvide. Bosque de Epping. El quinto roble, desde el sendero norte.
Ambos se despidieron.
Dadffor se marchó difuminándose en la distancia, junto a la nueva línea de ferrocarril: urdiendo su plan.
Después de aquello, solo le quedaba una cosa…
Cuando se consumían las últimas luces de la tarde, Dadffor se plantó en la calle de la Sra. Aberdeen. Esperó el momento adecuado para subir. La puerta estaba entreabierta. La empujó despacio y se abalanzó sobre la vieja que contaba dinero y joyas. La trincó por el cuello con la mano izquierda, con la derecha la apuñaló hasta en cuatro ocasiones. Se aseguró que la vieja no respiraba. Con la sabana de la cama envolvió todas las joyas y el dinero que le dio tiempo a coger. Lo escondió todo en sitio seguro.
Más tarde enterró el espejo y el cuchillo, en el bosque de Epping, tal y como se acordó. Sin tiempo que perder avisó al inspector de Scotland yard: Luke Hanks
―Sr. Hanks. Sé quien es el ladrón del espejo. Daba la casualidad que yo pasaba en el momento en que ese individuo, abandonaba, ―como alma que lleva el Diablo― la casa de la Sra. Aberdeen. Le seguí, sin que él se percatara, enterrando lo que me pareció un espejo―.
«La hiena» contrató un chiquillo para que siguiera a Dadffor en todo momento; Dadffor lo sabía: «A si que era cuestión de esperar a que el ratón desenterrara el queso».
Se escondieron en Epping: el inspector, dos de sus hombres y Dadffor.
Cuando el ladrón apareció, el inspector Hanks se tomó su tiempo hasta tener evidencias de que desenterraba algo:
―¡Alto, policía… alto! ―gritó el inspector―
«La hiena» no paraba de decir con gran vehemencia que Dadffor le había tendido una trampa. A lo que el inspector Hanks declaró: «según un estudio sobre comportamiento criminal, cuando el ladrón se ve sorprendido…»

Fin

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4 comentarios

  1. 1. Servio Flores dice:

    Hola Nicolás Falcón, el cuento me ha gustado. Me parece que el uso del guión largo deba revisarse. Por lo demás la puntuación es buena. No se porque la “k” en el último “toc”.
    Me gusta que con poco describe bastante. Me ambientó. La trama es interesante y frente a un personaje tan astuto, potenciar esa viveza, y capacidad de mentir potenciaría el relato.
    Felicidades!

    Escrito el 17 diciembre 2015 a las 19:43
  2. 2. Cam dice:

    Me gustó mucho este texto. Me gusto mucho el hecho de que halla un personaje tan astuto, lo suficiente como para lograr una mentira tan perfecta. No se… No tengo nada que criticar.
    Me encantó la trama. Ademas fue muy interesante el cuento en si.Estoy segura que los hechos no transcurren en la actualidad y eso esta muy bueno.
    Me gusto mucho tu cuento.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 23:11
  3. 3. Manoli VF dice:

    Detectivesca historia. Bien por la trama. He visto algún error pero pequeño, tipo:¿qué puedo hacer por usted? Ese “que” en minúscula. También alguna coma fuera de lugar:” salir de la boca de, la vieja” y cuando dices: “¿ No eh? y ese espejo que lleva atrás, entre el pantalón y el abrigo. Sería así: ” ¿No, eh? ¿Y ese espejo que llevas atrás, entre el pantalón y el abrigo?”

    Con un repaso quedará como corresponde. Te invito a leer el mío (38) Un saludo. Felices fiestas.

    Escrito el 19 diciembre 2015 a las 01:01
  4. 4. Mjose dice:

    Hola! Me gustó el relato. Muy ameno y conseguido. El personaje mantiene en vilo al lector. Apuntaría alguna corrección de signos de puntuación.
    Felicidades

    Escrito el 23 diciembre 2015 a las 18:42

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