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El último beso - por Saulo

La noche se traga el último rayo de luz y en la casa continúan elevándose voces crispadas.
— “Venga María, no empecemos. A la cama, que mañana hay cole”
— “Pero mamá…”
— “¡No hay mamá que valga, a la cama he dicho!”.
María arrastra los pies hasta su habitación. Refunfuña por lo bajo, con la rabia mojándole las mejillas. El deseo de ser mayor, independiente, libre, llena el poco espacio que el rencor deja en el pecho. La madre, cansada y encogida, revisa puertas y ventanas. Todo debe estar bien cerrado. Apaga algunas luces, dejando otras encendidas, y comprueba que María está acostada.
—“Venga cariño, no te enfades, ¿no sabes que no es bueno dormirse enfadada?”
Se acerca a su hija para darle el beso de buenas noches. María se resiste,
—“¡Déjame!”.
Cubierta hasta los ojos, se da la vuelta para mirar a la pared, castigando a su madre de la mejor manera que sabe, negándole el cariño que tanto ansía. La madre abandona la habitación dejando un suspiro colgado de la lámpara y el aroma del amor incondicional pegado a las paredes.

Ya es negra y fría noche y el hombre sale de entre las sombras. Silencioso, oscuro, invisible, sube con pasos mudos hasta el piso. Escucha el tenso silencio que se desliza por los suelos llenando todo de sueños y letargos. Las manos le tiemblan al girar la llave. CLICK. Entra en la casa. Se presiona el corazón para evitar que le salga por los ojos. Pese al fresco de la noche, gotitas de sudor brillan en el breve bigote y en la frente pálida. Se quita los zapatos y camina de puntillas hacia la habitación de María, la niña. Abre la puerta con la respiración contenida y la boca seca.

María, rabiosa aún por el miedo absurdo de su madre, no ha tardado en dormirse. La niñez y la inocencia la alejan de la realidad y la zambullen en la ilusión de los sueños infantiles. Respira relajada, la boca abierta y el edredón medio tirado por el suelo. De repente la nariz se le arruga. Un olor extraño llena la habitación de agrios temores que, poco a poco, la arrancan del profundo sueño.

La madre se acuesta sintiendo que la vida se le escapa entre los dedos, consciente de ser prisionera del miedo y el fracaso. No puede evitar que el temor le apriete el estómago cada vez que un día termina y el silencio, y el negro de la noche, lo llenan todo. Tumbada en la cama, se siente cobarde dejando que el espanto la hunda en el colchón, impidiendo el movimiento. Pero ya no tiene lágrimas. Los ojos miran secos la luz permanentemente encendida. Alarga un brazo hacia las pastillas que la ayudan a dormir… Se detiene. Oye un grito agudo. Un puño helado le aprieta el corazón y el vello se le eriza. El terror le entra de golpe por la planta de los pies y le sube por las rodillas, los muslos, la tripa, el cuello… llegándole a la boca, por la que sale en forma de grito mudo. Corre hacia la puerta y sale al pasillo oscuro y gris.

—“!Por dios, deja a la niña en paz…!” Los ojos de la madre gritan de terror.
—“Cállate, puta”. La voz del hombre sale ronca y espesa entre los dientes apretados.
—“MAMÁ, MAMÁ”, llora María. El hombre la sujeta fuertemente por el cuello empapado de lágrimas.
—“Por dios, ¿qué vas a hacer…?” Tiembla la boca de la madre, su voz, su cuerpo. Pasito a pasito se acerca a su hija y al hombre. Cuando esta lo suficientemente cerca extiende un brazo blanco y débil,
—“Por favor…” suplica.

El hombre observa la trémula mano de la madre acercarse tímidamente. Con un movimiento rápido, dirigido por el odio y la rabia contenida, lanza la suya contra el rostro de la mujer estrellándola contra la pared. Se abalanza sobre ella. Una baba viscosa le resbala por la boca entre insultos y maldiciones. La golpea sin ver, sin pensar, sin sentir nada más que el odio escapar entre los puños cerrados, prietos y ensangrentados.

—“¡PAPA…”, grita María, “POR FAVOR, PARA”.
Silencio.
—“Ya está muerta… Mamá está muerta”.
Silencio.
El padre, encharcado en sudor y rabia, se acurruca contra la pared. María, arrancada la inocencia por los puños cerrados de su padre, se arrastra, aplastada por el dolor, el remordimiento y la soledad.
—“Mamá”, gime, “Un beso… dame un beso”.
Silencio.

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6 comentarios

  1. 1. María dice:

    Lo defino como brutal, y no solo en el sentido de lo que narra, sino en tu forma de escribirlo. Me ha gustado mucho, si quieres pasarte por el mío soy el número 179.
    ¡Gracias!

    Escrito el 19 enero 2016 a las 14:15
  2. 2. Liliana dice:

    Soy Liliana
    Debo confesar que tu relato me ha atrapado, es fabuloso. Siento que aun con esas escenas tan dramáticas y brutales se puede leer de una forma dinámica, aunque te aprieta el estómago.
    El lenguaje adulto muy bien empleado, sin exageraciones. Justo, a medida.
    Me encantó tu manera de narrar
    Te invito a pasar por Liliana, no me acuerdo el número
    Felicitaciones

    Escrito el 19 enero 2016 a las 19:41
  3. 3. Crispín Silva Muñoz dice:

    Es brutal como lo define María. Muy bien narrado y me gustan las metáforas. Gracias por tu comentario al mío. (41)

    Escrito el 20 enero 2016 a las 22:28
  4. 4. Iraide dice:

    Me ha gustado mucho tu historia, me ha permitido visualizarlo todo con claridad y sentir el ahogo que acompaña a las protagonistas. ¡Felicidades!

    Una única cosa: revisa el tema de la puntuación en los diálogos, ya que usas comillas y no son necesarias.

    Un abrazo.

    Iraide

    Escrito el 21 enero 2016 a las 20:43
  5. 5. Denise dice:

    Hola!
    Como ya te dijeron, el relato está muy bien. Iraide ya te marcó que las comillas, si estás usando raya de diálogo, no son necesarias.

    Por otro lado, encontré algunos problemas con las comas. Por ejemplo:

    “María se resiste,
    —“¡Déjame!”.”

    No suele usarse coma antes del parlamento de un personaje. Es mejor dos puntos o punto directamente.

    “…cada vez que un día termina, y el silencio y el negro de la noche lo llenan todo.”
    Es mejor colocar una coma antes del conector “y” y eliminar las otras dos: la primera, porque separa los dos núcleos del sujeto (que ya están unidos por la “y” y por el verbo en plural); la segunda, porque entre sujeto y verbo nunca va coma.

    “Cuando esta lo suficientemente cerca, extiende un brazo blanco y débil,”
    Cuando la oración comienza con un circunstancial de tiempo, se coloca una coma.

    “—“Por favor…” suplica.” Ahí falta una raya de diálogo que separe lo que dice la madre de la acotación del narrador.

    Fuera de eso, creo que el tono y el lenguaje son acordes a la historia; además, hay por ahí algunas imágenes que me gustaron mucho.

    Espero que algo de esto te sirva, saludos!

    Escrito el 23 enero 2016 a las 00:01
  6. 6. Noemi dice:

    Hola Saulo,muy bueno tu relato, aunque a veces corre peligro de pasar de lo trágico a lo melodramático. Quizás debieras “refinarlo” un poco, es decir, sopesar los efectos dramáticos porque demasiadas desgracias juntas relajan el efecto.Ya sé que en la vida real puede suceder, pero eso da más para la crónica que para un relato con objetivo estético.
    Te felicito por la carga expresiva de tu léxico y tus recursos narrativos.
    Saludos

    Escrito el 25 enero 2016 a las 19:41

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