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El último beso - por Daniel López Husillos

Nunca olvidaré aquella mañana. La voz quebrada de mi madre me arrebató de la cama. No pude asomarme a la ventana como cada día. En la cocina estaba ella. Los pelos alborotados, la mirada triste y perdida en los ojos de mi padre, vestido con un traje negro con insignias en el pecho, camisa blanca y corbata negra, con esa boina tan autoritaria y elegante.
—¿Estás seguro que tienes que ir? —Preguntó ella antes de que una lágrima cayera con suavidad por su rostro limpio— ¿Tan lejos? ¿Tanto tiempo? —Sus preguntas sonaba a despedida para siempre.
—Cariño. —Mi padre le cogió las manos con gesto consolador mientras a ella se le erizaba el vello de los brazos desnudos—. Es el trabajo que he soñado desde que estoy aquí. Creo que esta es la oportunidad de mi vida…
—Pero, ¿Qué pasará con nosotras? —Fue entonces cuando mi madre me vio medio oculta en la puerta de la cocina—. ¿Nos vas a dejar aquí esperando que vuelvas? ¿Y cuando vas a volver? Con la angustia de que un día llamen por teléfono y no seas tú, creo que no lo soportaré…
Mi padre la abrazó con intensidad mientras ella rompía a llorar desconsolada, como un bebe arrancado de los juguetes que adora. Yo me acerqué a ellos y, sin saber muy bien por qué, les abracé irremediablemente en uno de esos momentos de la vida que sabes que nunca más se volverán a repetir. Mi madre miró a mi padre y le besó con la pasión de una adolescente. Sus labios se acariciaban con dulzura. Las gotas de tristeza se tornaban en amor y el vello de sus brazos no dejaba de erizarse. No quise interrumpir, sabía que no era mi momento. Me aparté sentándome en una de las sillas de la cocina mientras les observaba como sus cuerpos se fundían en una sombra de arrebato descontrolado. Se miraron de nuevo.
—Debo marchar, mi amor —dijo mi padre con esas palabras elegidas de entre un millón y con ese tono que has ensayado hasta la saciedad, sabiendo que un día llegaría ese instante—. El deber y el trabajo me llaman. Os llevaría conmigo pero si os ocurriera algo nunca me lo perdonaría. —Los brazos de mi padre eran una manta que calmaba la angustia de mi madre contra el frío de de aquellas palabras—. Aquí estaréis a salvo de los riesgos de seguirme allí donde voy.
—Lo sé —dijo mi madre apoyando su rostro sobre el pecho de mi padre—. Pero no soy capaz de hacerme a la idea de que puede que nunca vuelvas.
—Eres fuerte princesa. Debo marchar. —la última frase fueron aguijones en el corazón de mi madre, que se separó de mi padre para apoyarse en la encimera y ahogarse un océano de melancolía. Mi padre me miró y no pude reprimir el llanto—. Mi niña —fue lo único capaz de decir antes de tragar saliva y respirar profundo para no llorar—. Cuida de tu madre. —Se acercó a mi, me dio un beso en la frente y salió de la cocina.
Cuando la puerta de la calle se cerró, un vacío inmenso se sintió en toda la casa. Parecía que alguien había muerto. Mi madre estaba sumida en un bucle de lágrimas y suspiros. Temblaba como un pollito en mitad de un campo de nieve. Me incorporé como pude y, queriendo ser fuerte, la abrace por detrás para darle el calor que acabamos de perder.

Después de aquella mañana, oigo llorar a mi madre por cada esquina de la casa. Lo intenta hacer disimuladamente, pero sé que llora, como yo lo hago, pero debo ser fuerte para que el dolor se vaya como se fue mi padre. Cuando suena el teléfono, mi madre tiembla y no desea cogerlo. Cuando suena el timbre, se derrumba pensando que son noticias de mi padre y siempre piensa que son terminales.
Mi padre se fue por trabajo y deber, deber y trabajo, lo más lejos posible, para darnos una vida segura y estable, pero habría sido mejor que se hubiera muerto. Mi madre no descasa. Su cara de tristeza es una calavera con patas. En el fondo, ella sabe que él nunca volverá. En el fondo, yo sé que él nunca volverá. Pero debo seguir intentado levantarle el ánimo. Es un alma en pena vagando por los pasillos de casa. Creo que empiezo a contagiarme, pero este no es mi momento.

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3 comentarios

  1. 1. ALPROJA TUNANTEA dice:

    LEÍDO, Y LO SABEMOS…..TE HA ENTRADO EL GUSANILLO, ESTÁS ECHANDO EL ANZUELO PARA PESCAR EN OTROS MARES POR EXPLORAR Además, sabes dibujarlo, o , colocarle ese emoticono con caña y pez.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 16:36
  2. 2. Norma Edith Sánchez Arjona dice:

    La verdad que escribes es cruel, ya que tantos somos quienes por una vida mejor abandonamos lo más querido, nuestra familia, es claro que demuestras que al hacerlo se pierde la felicidad, más se debe uno al deber…al menos en nuestra sociedad, letras que hacen reflexionar, felicidades por tu escrito.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 23:09
  3. 3. María Esther dice:

    Es un relato conmovedor,realista.La ambientación,sus personajes tienen una clara y concisa trayectoria.La trama de la historia creo que se resuelve muy bien.
    Como sugerencia personal, creo que debería finalizar donde dice:”que acabamos de perder”,porque encuentro que lo que sigue le quita fuerza a todo lo anterior.
    En fin, sólo cambiaría “pelos alborotados” por “cabellos alborotados”. Creo sería más acorde.

    Escrito el 23 enero 2016 a las 20:55

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