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EL ÚLTIMO BESO - por Oda a la cebolla

—¡Vamos, chicos, hay que entrar ya en clase! Luis, Elvira, Carlitos y los demás, ¡todos a sentarse, que hoy nos estamos retrasando más de lo normal! —vociferaba Rita por el pasillo.

La profesora de Literatura era recta, parca en palabras y muy disciplinada. Sin embargo, inundaba de un cariño especial y poco corriente el aula donde nos mantenía "firmes y encerrados" cada martes, jueves y viernes. Rita parecía haber salido de otra época, de alguna obra romántica sin artificios, con buenos modales y un particular y anticuado estilo al vestir. Fijabas tus ojos en ella, e irremediablemente se descubría en tu cabeza alguna ilustración literaria del siglo XIX. La ausencia de maquillaje, su tez pálida y rasgos delicados, y ese moñito tirante de cuatro pelos morenos hacían recordar, por ejemplo, a la Doña Perfecta que tuvimos como tema semanal en la página ochenta y dos del libro de texto. Incluso su manera de escribir y de dar las clases, a empujones y a trozos, se asemejaban a cómo Galdós daba forma a alguna que otra obra.

Entre tanto apunte y deberes por hacer, ella se sacó de la manga una especie de juego con el que sus lecciones resultaran más divertidas. De un radiocasete pasado de moda que colocaba en el centro de la clase salía cada martes una canción juvenil famosilla en aquel momento. Todos los alumnos corríamos entonces a formar un círculo en torno a él. A modo de sorteo, mezcla entre el popular "Conejo de la Suerte" y una rifa, teníamos que besar la mejilla del compañero sentado a nuestra izquierda hasta que la música paraba; en cuanto lo hacía, ese alumno que recibía el último beso sería el encargado de empaparse bien el tema de la semana en cuestión e ir explicándolo a sus compañeros durante una "excursión literaria" por la ciudad, que Rita consiguió hacer factible, cada siete días, con la conformidad del colegio.

Ella estaba enamorada de todos los escritores, de cualquier época y color. Abría el libro de texto, y ya con las primeras líneas que iba narrando podía verse, incluso desde los pupitres de las últimas filas, que se emocionaba y empañaba los cristales de aquellas gafas resbaladizas que parecían anteojos.

—¡Carlitos, tú eres el encargado de esta semana! Ya sabes que debes profundizar bien en las "Rimas" de Bécquer, que el viernes salimos hacia el Parque de María Luisa. ¡Ponte las pilas!

—Claro, profesora, así lo haré —respondió Carlitos, altivo y presumido.

Aquella visita al Monumento de Bécquer, mientras Carlitos desgranaba la vida del poeta y recitaba de memoria alguna línea, resultó ser de lo más cautivadora. Al llegar a la glorieta circular presidida por el majestuoso ciprés calvo de unos veinte metros y ver tan de cerca las tres bellas figuras femeninas que representan "El amor que pasa", Rita se estremecía como si fuese otro gran árbol, el sauce llorón.

—¡Gracias, mis niños, por ser tan aplicados! Ha sido un día estupendo —decía, sonrojada.

Y así, excursión tras excursión, el curso pasaba casi sin darnos cuenta.

Al finalizar junio, la ausencia de Rita se hizo notable en la sala de tutores y en los pasillos. Colgó las calificaciones del curso en el tablón de corcho donde se publicaban habitualmente, pero no había rastro de ella. Preocupados, preguntamos a los demás profesores. Por su precaria salud y edad avanzada, Rita había sufrido un desvanecimiento y descansaba en casa. Acompañando bombones y flores, Elvira tuvo la idea de llevar el viejo radiocasete bajo el brazo camino de la casa de la profesora.

—Rita, aquí te traemos algo para que te recuperes lo antes posible —dijo Luis.

Rodeamos su cama entre todos, y pusimos en marcha el radiocasete a bajo volumen. Cada vez que hacíamos parar la música, uno de nosotros se acercaba a darle un beso y le leía una sencilla carta de agradecimiento por haber estado tan involucrada y hacer que nos calase tan fácilmente su asignatura.

Logró recuperarse, pero los médicos le aconsejaron que precipitara su cercana jubilación. Incluso marchó a otra ciudad, más próxima a unos familiares allegados que se harían cargo de ella. De modo que le perdimos un tanto la pista y no volvimos a verla; tan sólo las llamadas telefónicas por Navidad, con Carlitos a la cabeza como portavoz, que concluían con el intenso deseo atemporal de que siempre hubiera alguna "Rita" vociferando por el pasillo para que entrases en clase.

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15 comentarios

  1. 1. Rinconillo y Cortadete dice:

    Estupendo relato, Oda. Muy bien desarrollado. Muy acertado el juego de los besos que los niños repiten en la despedida de su querida maestra: “Cada vez que hacíamos parar la música, uno de nosotros se acercaba a darle un beso”
    El retrato de la maestra está muy logrado. Creo que todos recordamos a ese maestro entrañable, a pesar de que nos pusiera “firmes” cuando tocaba.
    Ninguna objeción en la forma. Bien estructurado. A pesar de que se admite bien esa enfermedad final, podría haber alguna referencia a la salud de la maestra al principio del relato para que lo fortuito lo sea menos.
    Un saludo.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 20:11
  2. 2. beba dice:

    Hola, Oda:
    ¡Qué modelo de profesora! Se merecía todos los besos, por su cariño y habilidad profesional.
    Me encantó tu cuento. Destaco tu habilidad para adecuar la historia al título, tus alusiones a los grandes de la literatura, y tu excelente manejo del lenguaje.No encontré nada que señalarte, para mejorar. Adelante.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 20:26
  3. 3. Miscelánea dice:

    Hola Oda.
    Poco decir excepto que el cuento es maravilloso. Me ha hecho sentir. Un texto entrañable, bien escrito y encantador. Gracias por este cuento y enhorabuena.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 22:17
  4. 4. tavi oyarce dice:

    Hola Oda
    Lograste mostrar un personaje muy querido, todos tenemos un maestro que ha influido en nuestras vidas como dice unos de los compañeros. No solamente la describiste, sino la hiciste real a nuestros ojos.
    Te felicito.

    Quisiera hacer hincapié en lo siguiente:

    En la oración: “ella se sacó de la manga una especie de juego con el (FIN) que sus lecciones resultaran más divertidas”
    No me cuadraba la forma verbal “resultaran”. Y sí lo hizo agregando la palabra fin, que también podría ser “la finalidad”.
    Ahora lo que no sé si es eso lo que querías decir.

    Por último hay dos adjetivos que me hacen ruido al leer tu relato:
    Notable.
    No sé si es el más adecuado, entiendo que lo que se quiere decir ” es que su ausencia se notó o se extrañó” pero notable tiene otras acepciones que lo hacen confuso en este caso.
    Atemporal.
    este adjetivo en mi opinión le resta naturalidad a la bella frase con que terminas el relato.

    Estos alcances en ningún momento le guitan merito a tu cuento.

    Es segunda vez que comento un cuento tuyo y tengo una duda: ¿tu seudónimo tiene algo que ver con las odas de Neruda?
    Saludos

    Escrito el 20 enero 2016 a las 14:40
  5. 5. Oda a la cebolla dice:

    ¡Muchas gracias a los cuatro! Me alegro de que os haya gustado. Sí que es verdad que hay palabras que podían mejorarse para que el resultado fuese más natural y pulido. Tiene más de una y más de dos no muy acertadas, y algún que otro plural mal colocado. Bueno, el siguiente espero que salga mejor. Gracias por vuestras valoraciones. ¡Estos días me paso por vuestros relatos!
    Efectivamente, Tavi. Se refiere a esos poemas de Neruda.
    Saludos y ¡buenas tardes! Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 20 enero 2016 a las 19:25
  6. 6. Vodnik dice:

    Tu historia me ha parecido muy cautivadora y me ha hecho pensar en todos aquellos profesores que, aunque exigentes, siempre sacaban lo mejor de uno mismo. Creo que es un muy buen homenaje al oficio.

    Espero poder leer más relatos tuyos ya que creo que puedo aprender de ellos mucho.

    Saludos y hasta la próxima.

    Escrito el 23 enero 2016 a las 17:17
  7. 7. Oda a la cebolla dice:

    Muchas gracias, Vodnik. Me alegro de que te parezca tan interesante. La verdad es que hay recuerdos estupendos de esos profesores con los que hemos crecido, aunque nos pusieran “firmes”. Gracias, de nuevo. ¡Nos leemos! Saludos.

    Escrito el 23 enero 2016 a las 21:36
  8. 8. Marazul dice:

    Hola Oda
    Me ha gustado muchísimo tu relato. Es claro, ameno, agradable de leer y además un homenaje a ese profesor/ra que todos hemos tenido y al que hemos admirado. Me ha recordado mucho a una profesora de Lengua que tuve y que me inculcó el amor a la lectura, al tiempo que me animaba a que mis estudios estuviesen encaminados hacia el Periodismo o la Filología.
    Has conseguido una bonita historia, en donde el juego del beso está perfectamente insetado en la historia y responde al título.
    Encantada de leerte.
    Un saludo

    Escrito el 23 enero 2016 a las 22:29
  9. 9. Oda a la cebolla dice:

    ¡Muchas gracias, Marazul! Me alegro de que te haya hecho “viajar” al pasado para recordar a esa profesora. La verdad es que hay que agradecerles mucho a todos ellos el hecho de habernos guiado y ayudado tanto. ¡Saludos y buenas tardes! Hasta la próxima.

    Escrito el 24 enero 2016 a las 13:48
  10. 10. Noemi dice:

    Hola Oda,tu profesora es sencillamente divina aunque yo pienso que debieras matizarla más al principio, la presentas como demasiado severa mientras que ella muestra ser muy flexible y tiene una actitud pedagógica singularmente moderna aunque su aspecto sea del siglo xix, éste último contraste, el físico, sí me parece muy acertado como recurso narrativo. Me gustó mucho tu cuento y espero que nos sigamos leyendo

    Escrito el 24 enero 2016 a las 20:15
  11. 11. Oda a la cebolla dice:

    ¡Hola, Noemi! Gracias por tus valoraciones, y me alegro de que el relato te gustara. Bueno, ya se ve que sòlo era recta y disciplinada al insistir en que los niños se apresuraran tanto en ocupar sus pupitres como en prepararse bien el tema semanal. ¡Seguimos leyèndonos! Saludos y ¡hasta la pròxima!

    Escrito el 25 enero 2016 a las 00:13
  12. 12. Frida dice:

    Hola Oda. Todos, como bien te apuntan arriba, hemos tenido una profesora o profesor entrañable que marcó nuestra infancia. Este es un relato dedicado a todos ellos, aunque, al final, creo que ninguno de nosotros ha tenido la oportunidad de ver a ese maestro/a fuera del colegio, pues quien más y quien menos le pierde la pista una vez que se va.

    Una vez más, vuelves a manejar un relato sencillo y fluído. Continúa así, te sigo leyendo.

    Escrito el 25 enero 2016 a las 13:54
  13. 13. Oda a la cebolla dice:

    ¡Muchas gracias, Frida! Me alegro de que lo valores tan bien. Saludos. ¡Nos leemos!

    Escrito el 25 enero 2016 a las 23:07
  14. 14. Wiccan dice:

    Buenas Oda,
    Nunca es tarde si la dicha es buena.
    Con retraso me paso por tu relato para decirte que me ha encantado, como comenta algún compañero en unas pocas líneas consigues hacer sentir al lector, lo llevas en un viaje entrañable a la infancia, le presentas a un personaje increiblemente matizado dentro del poco espacio que tenemos y del que como lector te da pena despedirte, consigues que conectes con los protagonistas al instante, tanto la profesora como los niños, y hacernos partícipes a los lectores tanto de los sentimientos de unos como de otros de una forma totalmente natural. Vamos, que un gran texto. Sinceramente, con la forma en que escribiste el texto me sumergiste tanto en la historia que si tiene algún fallo formal se obvia por no resultar importante. Un gusto leerte. Muchas gracias por pasarte por mi relato y por tus comentarios.
    Un saludo.

    Escrito el 2 febrero 2016 a las 23:35
  15. 15. Oda a la cebolla dice:

    ¡Muchas gracias, Wiccan! Me alegro de que te haya transmitido cosas bonitas. ¡Seguimos leyèndonos! Buenas noches y saludos.

    Escrito el 5 febrero 2016 a las 01:26

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