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El último beso - por José Antonio Caudeli

Todavía recuerdo aquel marino intrépido que vagando por los mares del mundo, a bordo de cualquier barco mercante que se apiadara de él, saltaba de puerto en puerto, explorando los pueblos, sus noches, sus mujeres.
Y su repertorio era vasto. De la mano de su tan querida guitarra irrumpía atrevido en el jolgorio, engatusando al público con el gorjeo de su canto; buscando con su mirada a las más bellas, enardecía sus pechos de suspiros, para después darles consuelo y amor.
Esa fue mi gran vida elegida en la juventud, hasta que la conocí.
Fue en una de esas visitas de golondrina que recalé en aquel puerto caribeño, bahía de aguas calientes no tanto por el sol sino también por su gente. La noche con mi doncella había sido un afiebrado sueño de verano, y el resto del día un mar de caricias y deleites desconocidos. Pero ya era tarde y debía partir. Borracho de ternura bajaba por las callejas empedradas aferrado a su cintura, y ella que a su vez no me quería soltar.
Sus ojos negros eran dos faroles centelleantes con la muerte del sol; su voz, un susurro que seguía excitando mis sentidos, y pretendía retenerme. Mi juego continuaba igual.
Al borde del mar, elevé mis vanas promesas al viento y solo conseguí despeinar sus cabellos que se resistían con bravura. Quise sellar mi pacto con un beso inolvidable, un beso de amante, no de seductor. Sentí entonces la sorpresa de mi alma entrelazada, mi sangre que bullía no me dejaba razonar. Por dignidad, tuve que apurar el triste momento y voltear sin mirar atrás.
El mundo a mi alrededor dejó de existir. Cabizbajo subí la rampa de salida a tierra firme y recién entonces descubrí a toda la tripulación que me observaba, sin gesticular una mísera expresión. Un compañero de andanzas cruzó serio su parecer.
—¿No te había dicho en la cantina que ni siquiera miraras a esa mujer? ¿Qué has hecho?
—Lo de costumbre. —contesté suelto de cuerpo creyendo que era la envidia lo que los carcomía. Nadie más intentó dirigirme la palabra., el silencio y la soledad se recreaban con mi paso por la cubierta.
El barco zarpó con las velas henchidas acelerando al máximo nuestra huida. Un extraño cambio de aire revolvía la atmósfera y esparcía por el aire salivazos de espuma. Traté de ir a descansar a mi camarote, pero las órdenes me lo impidieron.
Mandaron me a lo más alto del palo mayor para controlar el velamen, mientras el nao ya comenzaba a cabecear de un lado a otro. Anochecía, pero a lo lejos, a estribor, pude divisar con sus brazos eléctricos desgarradores un tétrico fantasma que nos perseguía.
Abajo, todos habían desaparecido y era yo el único soldado dispuesto a batallar contra la tempestad. Juro que la luna parecía llena de sangre y chorreaba su ira inundando el mar de violencia. Que apostados en la punta de las olas venían crueles demonios dispuestos a abordar el barco a punta de espada.
Perplejo, froté mis ojos intentando retirar esa imagen de mi vista y palpé mi frente ardorosa, contagiada de alguna fiebre. Sin fuerzas, tuve que retorcerme contra las cuerdas en un acto por no caer al vacío.
Un enorme pajarraco sobrevolaba la embarcación asistiendo a mi calvario, y yo que creía oírla a ella otra vez, diciéndome con dulzura: ‘Vuelve, vuelve a mí.’
Nos hundíamos en picada en el abismo de una ola monstruosa que venía a darnos el golpe final. Solté mis amarras antes que eso sucediera para ser succionado por esa bestia sin nombre que me revoleó por los aires. Caí en medio de un torbellino de frió y sal que cegaba mis sentidos. Sin ofrecer resistencia hundía me en esas negras aguas, en un pozo profundo de inconsciencia…tan vívido, que me dejé llevar, levitar, volar…

Tras el desastre, el sol brillando nítido, en primer plano. Mi alma aleteaba en las alturas, bajo el plumaje de un sorprendido albatros.
«¿Qué me ha sucedido?»
La amargura de no ser más yo mismo, me crispaba las alas y furioso volaba lanzado hacia mi destino.
Vislumbré una línea verde en medio de tanto azul, una costa escarpada y de entre esas rocas musgosas, un puerto diminuto que afloraba. Vida de hombres trabajando, y una casa que llamó mi atención, un derruido balcón con su reja adornada de arabescos, con ella esplendorosa erguida en el medio, siempre elevada por el viento, que sonriente me recibía…

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6 comentarios

  1. 1. Rinconillo y Cortadete dice:

    Hola, Caudeli. Me gustaría aportar mis comentarios:
    La forma de tu relato desborda poesía, incluso el que lo cuente el protagonista ya convertido en albatros lo encuentro poético más que fantástico, y solo al desvelarlo se explica la voz del narrador recordando, y eso nos sorprende. La atmósfera del marino cantante que las enamora acaba con el amor que lo trasforma. Una trama que lleva al drama del protagonista.
    Bien logrado el ambiente del mar, y describes bien el naufragio, con detalles que nos hacen sentir lo sucedido. Las metáforas y el lenguaje están muy conseguidos.

    Respecto a la frase “La amargura de no ser más yo mismo, me crispaba las alas y furioso volaba lanzado hacia mi destino.” creo que la coma estaría mejor detrás de “alas”.
    La frase “y yo que creía oírla a ella otra vez, diciéndome con dulzura: ‘Vuelve, vuelve a mí.’” pienso que suena mejor sin el “que”.

    Me ha sorprendido el final y recordado a Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, con ciertos paralelismos con tu historia. Un placer leerte.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 08:18
  2. 2. M T Andrade dice:

    Estimado Jose Antonio Caudeli
    Un cuento excelentemente redactado, suficientemente descriptivo y claro en todos sus pasajes.
    El personaje, con una novia en cada puerto, como se suele describir a los marinos, termina, prisionero en algún puerto. UMuy bien logrado y bien trabajado. Felicitaciones

    Escrito el 20 enero 2016 a las 21:41
  3. 3. miscélanea dice:

    Hola José
    Un texto muy trabajado, se nota que le has dedicado tiempo.

    Escrito el 24 enero 2016 a las 09:22
  4. 4. Oda a la cebolla dice:

    Hola, José Antonio. El relato está bien elaborado y consigues describir perfectamente el ambiente y el protagonista. Sólo decirte que algunas frases me parecen un tanto largas, con exceso de comas. Restan un pelín de fluidez a la lectura de tu historia. Y, sin embargo, en otras ocasiones falta alguna de esas comas sobrantes, tal y como te apunta Rinconillo. Aún así, felicidades, porque está muy trabajado. ¡Saludos y buenas tardes!

    Escrito el 24 enero 2016 a las 14:01
  5. 5. Wiccan dice:

    Buenas Jose,
    Un relato precioso, como te indican otros compañeros, muy poético, da gusto leerlo mientras sigues el desarrollo de la trama. En algunos momentos, no se si intencionadamente o no, incluso parece que quieres llevar el relato a verso, con rimas que en otro caso te señalaría como algo que podrías revisar pero que en este relato parece que lo mejoran.
    Para mejorar solo te diría que “nao” es femenino por lo que debería ser “la nao”. Y en esto no estoy muy seguro, pero en las construcciones “Mandaron me” yo pondría el me unido, así la verdad es que no lo había visto nunca así que si es correcto te agradecería que me lo indicases. Como siempre, un placer leerte.
    Un saludo.

    Escrito el 10 febrero 2016 a las 16:50
  6. 6. José Antonio Caudeli dice:

    Gracias a todos por los elogios. Les aclaro que solo en este caso, el de ser un tema romántico, me tomé la concesión de plasmar alguna rima, acompañando toda la historia con algun contexto idílico que invitara en tan corto texto a enardecer un poco el corazón.

    Escrito el 11 febrero 2016 a las 21:43

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