Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El último beso - por Alejandro Bon

En la década de los noventa, en Argentina, los hombres comenzaron a saludarse con un beso en la mejilla, tal vez fue así para afianzar más el sentimiento de amistad: no era amigo quien daba la mano, más bien conocido; era, sin embargo, amigo del alma a quien saludábamos con ese ferviente beso en uno de los lados de la cara: las mujeres lo hacían entre ellas y con nosotros, los hombres, pero no hombres con hombres; aquello cambiaba los paradigmas de las relaciones entre varones. La costumbre, de la que me hago eco y sobre todo me hago cargo, fue extendiéndose a un rango mayor de edades que se alejaban de los "veinteañeros" apasionados de la vida, y ya daba lo mismo si era amigo, compañero de trabajo; estudiante de la misma cátedra o vecino. Hoy—veinte años después— es común, en un asado, saludar con un apretón de manos a quien nos presentan, y darle un beso cuando las brasas se estén apagando.

La tarde de mayo en que fui a ver a Ernesto a la clínica, al despedirme, le di un beso en la frente. Ese acto podía decir muchas cosas; a mí me dijo que él era el enfermo y yo el visitante; eso me hacía sentir bien, ya que, entre nosotros, yo era “el sano”. No termina de decirme si fue necesario tremenda acción de mi parte, como quien besa los pies de un santo o si sólo fue culpa del diseño de la cama ortopédica en la que estaba postrado y todo entubado. Para mi conveniencia, Ernesto también me saludó con un gesto—como pudo— y con una palabra que ahora mismo no recuerdo: pudo haber sido “Chau” o “Nos vemos”, en cualquier caso, ello me decía que él había aceptado mi saludo.

Salir del edificio fue mi siguiente empresa; bajé las escaleras de la clínica de la calle Jujuy con tremenda rapidez, pero sin que se notase. Sentí que tenía que estar más fuera que dentro de ese lugar: la camisa se me pegó al pecho como un caracol se pega a una hoja de una Camellia Sinensis, y este a los pulmones. Al fin fuera, el aire era nuevo y el sentimiento era de tener yo otra oportunidad. Los siguientes días sólo me remití a recibir noticias de su estado, nunca más lo volví a ver, ni tuve un atisbo de querer hacerlo.

Un mediodía de junio en que su hijo me telefoneó supe que Ernesto estaba ya en paz. En su última semana, en su casa por pedido de su familia, dicen, había pasado por todos los estados que un ser humano puede soportar. Cuando al nacer: de hijo y hermano había pasado a ser esposo y padre; de religioso fervoroso (convencido que iba a un mejor lugar), de amigo y enemigo a maestro, convincente, querido y odiado; de inteligente y engañado (no tonto) a aventurero y déspota; al volver, pasó de ser padre y esposo; de hermano e hijo a, finalmente, miserable, para para terminar en la tierra; en la nada.
La mañana de su entierro pertenecía a un día que había traicionado al calendario; una tarde primaveral que me empujó a dar un paseo en bicicleta. Hoy me sigo preguntando si fue ese un acto de venganza contra su estado inexistente; su no estado, o si en su nombre recorrí los veintidós kilómetros por la costa con el viento y el sol erosionando mi cara; o si tal vez fue cobardía o miedo de sentirme un día tan miserable como se habrá sentido él ante los últimos ojos que espiarían, de seguro, su cuerpo putrefacto en una agonía galopante.

No sé, pero llegado al faro, y no me pregunten por qué, cuando el sol se puso en el oeste “del sur”, recordé que aquél beso—el que le di en la frente en el mes de mayo—había sido el último entre Ernesto y yo.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

11 comentarios

  1. 1. Guiomar de zahara dice:

    Hola Alejandro:
    Tu texto me ha conmovido. Este relato es una vivencia difícil de olvidar y tú lo has reflejado en palabras sin exageraciones, ni tremendismos.
    Algunos giros en las frases – para mí – son complicadas de entender. El español tiene muchas variantes, fuera y dentro de nuestro país.
    Nada que ver con la historia que cuentas que es hermosa.
    ¡Enhorabuena!

    Escrito el 20 enero 2016 a las 15:32
  2. 2. Frida dice:

    Hola Alejandro, como siempre me dejas un buen sabor de boca al leerte. Para mí ha sido muy esclarecedor el primer párrafo; nunca te acostarás sin saber una cosa más. Me ha gustado la navegación entre el remordimiento y el querer no ser parte de una tragedia. Un agujero negro que orbita en el cerebro de muchas personas. Un texto sin lugar a dudas muy humano.

    Te felicito, además, déjame decirte que algunas partes son muy emocionales, simplemente porque, como bien te dice Guiomar, has expuesto una verdad desnuda, fácilmente reconocible y muy cercana.

    Escrito el 21 enero 2016 a las 10:48
  3. 3. Luis Ponce dice:

    Hola Alejandro: gracias por tu comentario en mi relato y por tus generosos términos. Lo de la fecha de Lennon era como un ancla, como una señal en el calendario para marcar diferencias existenciales.
    En cuanto al tuyo, me parece un viaje interesante por la conciencia, un despliegue dubitativo de sentimientos que no encontraron una respuesta clara en alguien que se murió antes de contestar. La duda se quedará viviendo con el protagonista aún cuando tenga claro el mes de mayo.
    El hilo sentimental lleva al lector de la mano por situaciones que pudieran calificarse como surrealistas, si tratas de explorar el subconsciente.
    Saludos.
    Nos leemos.

    Escrito el 21 enero 2016 a las 19:26
  4. 4. Lemo dice:

    Hola Alejandro:

    Gracias por pasarte por mi relato.
    En cuanto a tu relato me dejó mal cuerpo en la actitud del personaje. Tan egoísta y cobarde a la vez. Lamentablemente parecen ser los valores dominantes de nuestra sociedad hoy en día.
    a mi parecer conseguiste muy bien tu objetivo con tu relato con buena prosa. Me gustó.

    felicidades

    Escrito el 22 enero 2016 a las 10:36
  5. 5. David dice:

    Excelente relato amigo invita a la reflexión y a valorar los lazos existentes entre personas con un sentimiento en común aun en la distancia.

    Escrito el 22 enero 2016 a las 22:27
  6. 6. Alejandro Bon dice:

    Gracias a todos por comentar. Son muy constructivos.

    David: no encuentro tu relato, dime cuál es. Gracias!

    Saludos!

    Escrito el 23 enero 2016 a las 16:42
  7. 7. Marcelo Kisi dice:

    Hola Alejandro!
    Gracias de nuevo por tu generoso comentario a mi relato. No solo tocamos el mismo tema sino que se nos colocó un mismo animalito, el caracol, para dibujar matáforas diferentes. No es un animal tan usual…
    Me gustó mucho tu relato, en formato “fluir de la conciencia”. No suelen abundar este tipo de relatos por aquí, y lo manejás muy bien.
    Si tuviera que señalarte un aspecto a mejorar, sería el de cierta prolijidad en la redacción. A veces las frases se te complican, o te complicás vos con la frase, y queda medio torcida, llevándote a veces a errores.
    Hay varios ejemplos, fijate en esta frase: “…las mujeres lo hacían entre ellas y con nosotros, los hombres, pero no hombres con hombres”. Tres veces la palabra hombres en una sola frase está prohibido en la redacción de hoy en día. Pero además, habías empezado tu relato diciendo precisamente que hombres con hombres sí, a partir de los 90. Para volver otra vez a que no -aunque fuera necesario, porque ya quedó claro- debiste decir por lo menos: “Hasta los 80 no era así”, o algo equivalente.
    Esto es un síntoma que sufrimos muchos: no estamos seguros de que el lector entienda lo que queremos decir, entonces repetimos, aclaramos, volvemos, nos mordemos la cola, y aun así no estamos seguros de haber sido claros. El precio: no lo somos.
    Dicho sea de paso, como varón de los 90 en la Argentina, no calificaría a ese beso varonil de “ferviente”. Más bien es un beso canchero, como al paso, entre gente que “está de vuelta” y “la tiene clara”.
    Volviendo al tema de las frases que se complican: “No termina de decirme si fue necesario tremenda acción de mi parte…” ¿Quién no termina? ¿”Ese acto”? Primero, debería ser en pasado: “No terminaba de decirme…” Pero además: ¿Un acto debería decirle de qué se trata ese mismo acto? Quizás quedaría más claro: “No tenía del todo claro si…” y listo.
    Ejemplo menor: “…el sentimiento era de tener yo otra oportunidad.” “Tener yo” suena como ruidoso, nadie habla así. Pero sobre todo, en esa complicación reconozco el síntoma del que te hablaba: se nota que no estás seguro de que los lectores sepamos que estás hablando del protagonista. Pero ¿de quién otro podía ser esa segunda oportunidad?
    Si te tuviera que dar “deberes” 😉 , con todo afecto y respeto, es una gran consigna: andá a lo simple y confiá en el lector. Escribís de modo inteligente y se nota. El lector quiere ser inteligente junto con vos. No intentes escribir complicado para que se note que escribís bien: ya sabemos que lo hacés. Al contrario, cuanto más simple logres contar cosas complejas, con frases cortas, sin rebusques ni piruetas poéticas, más estarás mostrando tu genialidad de cuentacuentos.
    Fuera de eso, te vuelvo a felicitar por el contenido y el formato, que es un género que a mí personalmente me cuesta mucho, y a vos te sale muy bien!

    Escrito el 25 enero 2016 a las 17:56
  8. 8. Alejandro Bon dice:

    Hola Marcelo,

    Bueno, qué decir. Una clase gratis, jajaja. Agradezco tu dedicación en todos los aspectos. Desde que participo en este taller—nunca había estado en uno—me di cuenta de mi capacidad como escritor gracias a todos los que comentan y me corrigen, como lo hacés vos por ejemplo.

    Sin embargo, después de tres o cuatro relatos expuestos aquí, pensaba yo que hasta qué punto debería rehacer estos en función de las correcciones de cada uno. ¿No será que yo escribo así y no hay más remedio? ¿Y si intento escribir complicado para que se note que escribo bien? Suponiendo que escribiera así porque así pensara yo. ¿Y si quisiera repetir la misma palabra—hombre—indeterminadas veces en mi relato? Imaginate que recibís una carta por cada lector que lee tu relato, corrigiéndolo como un GPS.

    Cuando les enseñé a andar en bici a mis hijos, recuerdo que les gritaba cómo tenían que maniobrar. Cuando doblaron la esquina, entendí que ya no pintaba nada entre ellos y su forma de maniobrar.

    Gracias por tus palabras, las tomo en cuneta.

    Nos leemos.

    Nota: ojo con la frase “mi capacidad como escritor”, que no se traduzca como el “el mago de las letras” o algo sí; más bien el aprendiz, pero el escritor al fin.

    Escrito el 26 enero 2016 a las 03:46
  9. 9. Marcelo Kisi dice:

    Hola Alejandro!
    Hay tres planos para lo que planteás. En el primero tenés razón: cada uno escribe como quiere, como le sale y como puede, y quiénes son los demás para decirle lo que está bien y lo que está mal. El arte es el arte, y es libre.
    En el segundo no comparto: eso, precisamente, es lo que hacemos en Literautas: recibir correcciones de otros y ayudar a otros con las suyas. Yo vengo para aprender y enseñar a otros, no espero solo que me lean y me aplaudan. La parte más apasionante aquí es trabarnos en discusiones insólitas que no vas a ver en ningún otro marco: hay que escribir “le” o “lo”? O lo que vos planteás: se puede repetir palabras o no? Gente de afuera nos vería discutiendo estas cosas “apasionantes” y diría: “qué tragas”, como mínimo. Siempre podés decir: conmigo no prendan el GPS, yo escribo así y chau. Pero vas a estar desaprovechando una oportunidad de enriquecerte y mejorar, que mejorar lo necesitamos todos.
    El tercer plano es lo puntual: ¿por qué te conviene hacer frases menos enrevesadas, sin repeticiones, sin rimas, y otras cosas que aquí nos marcamos entre los compañeros? Por conceptos que hacen a la escritura, no solo ligados a gramática sino a otros más abstractos como claridad, invisibilidad, estilo. Con las frases complicadas corrés el riesgo de que no se entienda, que el lector tenga que volver a leer varias veces para ver si hablás del pasado o del presente, si de uno u otro personaje. Si encima jugás con la incógnita o el final abierto, las frases no claras están dando al lector un trabajo que más bien no le corresponde. Qué el lector se rompa la cabeza con el final abierto o con quién es el asesino. El autor tiene que ser claro al “hablar”.
    El principio que más cuesta es el de la “invisibilidad”: borrar las huellas de la producción. Me refiero a la invisibilidad del autor. Cuando yo (todos) leemos un cuento, queremos meternos en la historia, y no estar todo el tiempo diciendo: “MIrá que bien que escribe” o “qué mal que escribe”. Yo no quiero saber de Ernesto y su amigo, no de cómo Alejandro arma sus frases. Para eso, hay que llegar a una naturalidad lo más acabada posible, como si el autor se escondiera detrás de la trama. Y si hay repeticiones, tienen que estar calculadas milimétricamente, que no sea por error ni azar, sino porque sirve a la trama o al discurso en ese momento.
    Es como un juego, un acuerdo: los chicos saben que es la abuelita la que cuenta, sobre todo porque después reparte caramelos. Pero en ese momento están remetidos con el lobo y Caperucita y preguntan por ellos, no por la abuela. A menos que a ella, de repente, se le ocurra hacer una voz de nena cuando habla el lobo. La magia se rompe, y los chicos gritan: “No, abuela, así no habla el lobo!”
    De eso se trata, de crear una magia, un entorno de ficción en el que el lector se puede quedar confiado de que aquí la va a pasar bien, porque es un todo coherente, y está escrito de tal manera que “no se nota”.
    Y por supuesto, después de dicho todo esto, podés decir: “No quiero, voy a seguir escribiendo así, porque así me sale y es lo que me gusta”. Nadie te lo va a impedir.
    Yo sí creo que tenés capacidad de escritor, si no, no te molestarías en andar por acá, y a uno no se le ocurriría tirarte estas propuestas, que espero que te sirvan.
    Abrazo, compañero!

    Escrito el 26 enero 2016 a las 05:32
  10. 10. Cryssta dice:

    Hola Alejandro, por fin me pude pasar por tu relato. Te diré que me ha gustado mucho, es de esos relatos en los que dejo de analizar y me limito a disfrutar.

    Creo que las correcciones que hacen los compañeros hay que tomarlas como “sugerencias” si vemos que tienen razón y nuestra forma de escribir va a mejorar con ellas pues las aplicamos en el relato que hemos escrito o las dejamos para el relato siguiente. Lo importante es tener la mente abierta para aceptar que puede haber otra forma mejor de decir las cosas.

    Algunos ya tienen su estilo definido, otros tienen que ir probando hasta encontrar aquel con el que se sienten cómodos. Por eso está bien ponerse retos, para avanzar, si en un relato te dicen que has puesto algo mucho, aunque a ti te parezca que está bien así, es un buen reto el no repetir en el próximo relato. Si te dicen que pones frases largas pues a ponerlas cortas. Que pones leísmos (como yo) pues a no ponerlos. Que siempre son hombres tus protagonistas, pues a poner una mujer y encima escrito en primera persona…

    Ese es el consejo que te doy y te voy a dar otro más, digamos lo que digamos los compañeros, cuestiónate todo y luego haz lo que te dé la gana (aquí va una sonrisa y un guiño).

    Escrito el 27 enero 2016 a las 18:10
  11. 11. Alejandro Bon dice:

    Hola, Crissta: muchas gracias por tus palabras.

    Marcelo: has llegado tarde ya, no podrás doblegar a un terco que todo lo hace mal. No pierdas tu tiempo conmigo, gracias igual!!.

    Suerte con tus enseñanzas.

    Escrito el 28 enero 2016 a las 03:49

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.