El último beso - por Nuria GR

Estaba lista. Miró por última vez su imagen en el espejo y salió de la casa junto a su padre. «Está nervioso» pensó mientras observaba el tono cada vez más blanquecino que en los últimos tiempos había adquirido su pelo. Se hacía mayor, pero aún conservaba el porte y la elegancia que siempre le habían caracterizado. Se acomodaron en el coche, él conducía lo que le dejó tiempo para reparar en su propio nerviosismo. Le parecía como si aquellas manos temblorosas con su perfecta manicura francesa no fueran suyas.
De pronto, como un rayo que atravesara su cabeza, el recuerdo de aquellos labios acercándose a los suyos volvió a golpearla. Apenas había podido pegar ojo reviviendo una y otra vez, como si de un bucle se tratara, cada segundo de lo ocurrido. No sabía con exactitud cómo las bromas y risas grupales se habían convertido en sonrisas y miradas cómplices entre dos personas. Ni tampoco en qué momento el grupo se había disuelto hasta verse repentinamente a solas. Lo que sí recordaba era el sobrecogimiento que había sentido en el estómago en el momento en que su brazo rodeó su cintura. Le pareció una eternidad, pero fueron tan sólo segundos los que pasaron mirándose fijamente a los ojos mientras ella se debatía entre parar o dejarse llevar. Se dejó llevar. Lo que comenzó como un beso suave y dulce, apenas rozando sus labios terminó por transformarse en un beso largo, húmedo, apasionado… «¡Basta! Tienes que olvidarlo».
Su pulso comenzó a acelerarse aún más al advertir que el coche frenaba, sin apenas darse cuenta habían recorrido el trayecto que les separaba de su destino. Salió como pudo del coche y comenzó a caminar del brazo de su padre. Entraron. Pudo sentir cómo decenas de ojos se posaban simultáneamente sobre ella, le pareció que podían leer en su cara lo sucedido tan sólo unas horas antes. Quiso salir corriendo. Decidió concentrarse en las flores que adornaban cada uno de los bancos, redondas como si no hubieran terminado de abrirse, de un color rosa pálido casi blanco, rodeadas de hojas verdes cubiertas de pequeñas gotas fruto de la condensación. Su hermana le había repetido el nombre cientos de veces y aún así no conseguía recordarlo, «las flores son muy importantes, estas son preciosas y aportan un toque elegante y sofisticado» le había dicho, y sin embargo ella no podía recordar el dichoso nombre… De nuevo el recuerdo de sus labios rozando suavemente los suyos amenazó con apoderarse de su mente «¡Ya está bien! ¡Olvídalo!». Alzó entonces la mirada y le vio. Al otro lado del pasillo otros ojos, otra cara, otros labios la esperaban sonrientes. Una oleada de culpabilidad recorrió todo su cuerpo hasta golpear sus ojos derramándose en forma de lágrimas. Siguió avanzando lentamente mirando la alfombra roja con un sutil estampado floral que dejaba bajo sus pies. Por fin lo tuvo delante, se miraron a los ojos y se hizo un juramento, aquel había sido el último beso. «Sí, quiero» se oyó decir. Más lágrimas.