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El último beso - por MOT

EL ÚLTIMO BESO

Habían pasado ya dos semanas. Dos largas semanas, con sus largos días y sus más largas noches. Y ahí estaba yo, otra vez, en mi cama, a las dos de la madrugada sin poder pegar ojo. ¿Hasta cuándo duraría? ¿Era pena lo que sentía? ¿O era dolor? ¿Se trataba más bien de arrepentimiento, de remordimientos? ¿Qué hubiera pasado si hubiera obrado de otra forma? ¿Hice lo correcto? Demasiadas preguntas de difícil respuesta… Y no paraba de acudir a mi mente la misma imagen, la imagen del último beso que le había dado, acompañada por un torrente de lágrimas imparable, como si de una salvaje catarata se tratase.
Quince años. Muy poco tiempo si lo comparaba con mis ya más de setenta años vividos, pero toda una vida para ella. Quince años de recuerdos, de amor incondicional, de entrega. Sí. Ella me lo había dado todo, había llenado mis momentos de soledad, mis momentos de tristeza, de alegría, y ya no estaba.
Recordé cómo deshice su cama, cómo fui poniendo sus cosas en una caja que guardé en el trastero. Recordé cómo me había hecho la promesa de no volver a pasar otra vez por lo mismo, de no volver a sufrir como lo estaba haciendo. La echaba de menos, no podía evitarlo, pero no iba a hacerlo de nuevo, no. Esta vez había sido la última, y me lo juré a mí misma por enésima vez.
Miré de nuevo el reloj, y mis anegados ojos vieron que pasaban de las cuatro, unos ojos que se negaban a cerrarse, que no me daban tregua, y aunque mi cuerpo me pedía descanso a gritos, mi cerebro parecía estar dispuesto a lo contrario, impidiendo que se efectuara la desconexión necesaria para poderme dormir.
Otra vez la imagen, ese último beso que parecía ser lo que, por una parte me calmaba, pero por otra me martirizaba. Y, como cada noche desde hacía ya demasiadas, más de las necesarias, me dejé llevar y decidí no luchar contra todo ello. Seguí recordando…
«Alba, con su bata blanca, sus zuecos del mismo color, observando en silencio la que era mi despedida, nuestra íntima despedida. Su mano derecha estrechaba mi mano izquierda, fuerte, muy fuerte, sabiendo que con eso bastaba, que era lo único que podía hacer en momentos como aquel. Su experiencia le había enseñado que ese gesto era lo mejor en esas circunstancias. Me miró con frialdad fingida, con la entereza de los que saben que van a hacer lo correcto aunque no quieran hacerlo, y me preguntó:
— ¿Quieres decir algo? ¿Quieres hacer algo? Hazlo o dilo ahora porque tienes que salir de la sala. Es por tu propio bien —
Le di un besito en el hocico. Fue el último beso que recibió mi querida y amada perrita. Fue mi forma de decirle adiós, de darle las gracias. Y salí de la sala, tal y como me había dicho Alba. Al salir a la calle, camino del coche aparcado a dos manzanas, sólo me giré una vez; las letras del letrero que ponían “CLÍNICA VETERINARIA ALBA” estaban borrosas, casi ilegibles por mor de las lágrimas que no podía evitar salieran de mis ojos, y me pareció ver en ese momento un destello de luz que salía del techo del local y se dirigía hacia el cielo. Sentí un gran alivio en todo mi cuerpo, como una liberación, y entonces lo supe. Supe que mi perrita estaba en el cielo. »
El reloj se acercaba a las cinco, y mi cuerpo se rindió, junto con mi mente. Dormí hasta las diez de la mañana, y ya no hubo más largas noches. Ese último beso nos había salvado a las dos.

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6 comentarios

  1. 1. Florencia dice:

    ¡Hola!
    ¡Qué triste! Sobre todo siendo una perrita.
    Me encanta tu forma de narrar, tu estilo, las preguntas que el personaje se hace, tiene casi ritmo… Es lo que más destaco, me pareció impecable.
    La historia también es muy linda. Un poco extraña al principio, pero luego cierra perfectamente y el final es una sorpresa que lo vuelve aún más triste.
    No más que decir, te felicito.

    Escrito el 18 enero 2016 a las 22:13
  2. 2. Peter Walley dice:

    Hola Mot,

    La verdad es que al principio se hace raro, pero cuando te das cuentas de que está hablando de un perro todo cobra sentido. Describes bien la pena que se llega a sentir cuando mueren y todas las preguntas que te haces, creo que los que hemos tenido perro te llegamos a entender perfectamente. El final de la historia (la última frase) me ha gustado mucho.

    Escrito el 20 enero 2016 a las 23:11
  3. 3. MOT dice:

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Me alegro que os haya gustado, eso me anima un montón a seguir dándole al lápiz más y más. Realmente, está basado en un caso real: a mi madre se le murió su perrita dia 03/1, después de 15 años con ella, y he intentado reflejar lo que quizás pudo sentir esos últimos minutos…Lógicamente, mi mamá todavía no lo ha leído ni creo que quiera hacerlo por ahora… Gracias a todos

    Escrito el 24 enero 2016 a las 11:19
  4. 4. Booker DeWitt dice:

    Hola Mot. Me ha gustado tu relato, sobre todo el giro de ser un animal, y no una persona, quien despierte esos sentimientos. Tal vez yo hubiera dejado de lado tanta alusión a las lágrimas, aunque adoro la forma poética “por mor de” que usas en el relato y puntúas no solo correctamente, sino de una forma intencional muy relacionada con el ritmo de la narración. Ansío leer tu siguiente contribución.

    Escrito el 24 enero 2016 a las 11:39
  5. 5. Keren Johana dice:

    Hola, que lindo y triste a la vez. Al principio me sentí confundida porque pensé que el narrado era hombre, pero me encantó, felicitaciones.

    Escrito el 25 enero 2016 a las 21:48
  6. 6. charola dice:

    ¡Hola MOT! Lindo tu relato, con mucho sentimiento. Repites algunas palabras, pero todo eso se borra y queda en nada cuando sigue uno leyendo. Al inicio, como a los que me anteceden no pensé para nada que se tratase de una perrita. ¡Hermoso!
    Gracias por pasar por mi relato. Nos leemos.

    Escrito el 26 enero 2016 a las 04:17

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