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El último beso - por Manuel Pla Martí

Web: https://plamarti.wordpress.com/

La noche era tan calurosa y pesada que los minutos transcurrían como si se arrastraran por el interior pegajoso de un estrecho túnel de gelatina. Sentada en la silla de metal cromado, detrás del mostrador de planta, escuchaba todas las noches los quejidos de los pacientes. A veces era el llanto de un familiar que salía al pasillo y dejaba resbalar su desconsuelo con lágrimas frías y monólogos entrecortados de furia y desencanto, “se acerca el final”, pensaba yo.
En la pared gris del pasillo que se deslizan sombras verdes de tarántulas gigantescas, o tal vez no fueran sombras, de pronto eran tarántulas vivas, o espíritus de tarántulas vivas. A estas horas de la madrugada yo veía cosas absurdas y también las escuchaba. A veces eran cucarachas marrones de mirada inteligente, caminando por el pasillo.
Hacía una semana que trabajaba en la clínica. Al fondo la sala del “salto definitivo”, la de los jóvenes que se iban a morir pronto. Los que tenían la enfermedad en su última fase. Purita, mi compañera de servicio, estaba en la planta uno, la de las operadas recientes, la de las mujeres adultas que veían como la muerte pasaba de largo, sin detenerse a decirles hola. Había subido a saludarme, porque dijo que hacía tiempo que no nos veíamos, aunque todos los días nos íbamos juntas en el mismo bus, y le dije lo de las tarántulas. Me contestó que no era extraño. Todo el mundo sabía, dijo, que había fantasmas o tarántulas gigantes, que eran lo mismo. Que salían algunas noches del cuarto frío y recorrían los pasillos de la clínica, metiéndose en las habitaciones de los pacientes que iban a morir pronto. Yo le pregunté que de dónde sacaba esas cosas. “Habla con la cocinera”, me dijo. “Ella los ha visto”.
Le dije que regresara a su planta que esas cosas me ponían mala. Y luego empezaron los quejidos y los llantos. Salían de la habitación del joven de Galapa, el paciente con leucemia. Era su madre, y gritaba con desgarro. “¡Enfermera!. ¡Enfermera!”
Dejé sobre la mesa los medicamentos que estaba preparando para el turno de la mañana y salí corriendo sujetándome los bolsillos de la bata con la mano para no perder en la carrera el termómetro y los bolígrafos de colores. En medio del pasillo la mujer, de aspecto frágil, desencajada y rota por el dolor, me agarró por los hombros y me gritó que su hijo se moría. Entré en la habitación, corrí las cortinas y observé la cara del muchacho. Estaba lívido e inmóvil, parecía haber entrado en coma. Corrí hasta mi mostrador y apreté el botón de auxilio varias veces, hasta que oí la voz somnolienta del doctor por el interfono que preguntaba desde su habitación en la planta baja qué estaba pasando. “¡Habitación doscientos cuatro. El paciente está inconsciente!” “Voy”, alcancé a oír y al poco rato escuché los pasos del doctor y de la enfermera jefe subiendo por la escalera. Salí a su encuentro en el pasillo y corrí con ellos hasta la habitación del muchacho.
—Te nos has adelantado, Juan de Dios —decía el doctor, mientras trataba de reanimarlo hundiendo su pecho con fuerza con sus dos manos—. Te nos has adelantado.
La enfermera jefe le colocó la mascarilla y dio paso a todo el caudal de oxígeno. Yo me quedé en los pies de la cama y sin saber muy bien qué hacer abracé a la madre que braceaba e imploraba a Dios que no se llevara a su hijo.
—Es inútil —murmuró el doctor—. No hay nada que hacer.
La madre desesperada se estiraba las mechas de sus pelos y repetía con una voz desencajada “¡ay, mi hijo!”, “¡ay, mi hijo!”. Luego se derrumbó sobre sí misma convirtiéndose en un fardo de lloros y lamentos, en el suelo frío de la habitación, al pie de la cama.
—Engracia —le decía yo—. Cálmese. Todo el mundo ha hecho lo que ha podido. Usted también lo ha hecho. Ha estado atendido como debe ser. Lo demás es cosa de Dios.
—Sí. Es cosa de Dios —repetía entre lamentos, acurrucada con las manos en la cabeza.
Luego se calmó, la ayudé a levantarse mientras el doctor anotaba algo en la planilla y se quedó parada con la mirada perdida. Se acercó a la cama y agarró la cara de su hijo que parecía estar durmiendo. Inclinó la cabeza y le dio un beso en la frente. Luego lloró con mansa amargura.

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7 comentarios

  1. 1. Ophelie dice:

    El relato se entiende perfectamente.Una joven que empieza a trabajar en una clínica, con enfermos terminales.Un relato triste, pero hasta el final muy bien llevado y bien ambientado. Tiene un buen equilibrio
    Los signos de puntuación los encuentro correctos. Las descripciones son muy buenas, pues te ayudan a introducirte en la historia. Está bien armado. Para mi es un buen trabajo.
    Solo unas observaciones: En esas horas y en ese ambiente, es normal que se vean algunas alucinaciones. No obstante creo que te quedaría mejor. “en la pared gris del pasillo “que se deslizan sombras”por: El la pared gris del pasillo “donde se deslizan sombras” Has repetido varias veces… dije y dijo. Por ejemplo: “Y le dije lo de las tarántulas”… “Y le comenté lo de las tarántulas”. En “Porque dijo” todo el mundo sabía… Creo que te puede quedar mejor: “Pues todo el mundo sabía”… “Le dije”… “Le pedí que regresara a su planta. Es una opinión mía espero que te guste y te sirva de algo. Un saludo

    Escrito el 19 enero 2016 a las 20:41
  2. 2. Elvi dice:

    He leído tu relato varias veces, te sales de lo tópico y me gusta, hay muchos últimos besos.
    Fallan los signos en las conversaciones, pero los puedes corregir.
    Deduje que pertenecías al gremio de los sanitarios pues reflejas muy bien el ambiente hospitalario,también me gusto.
    Por curiosidad visite tu web y leí: “El canto del mochuelo”, me encanto.
    Fallan los signos en las conversaciones, pero los puedes corregir.
    Espero pronto decir que te conocí por un taller de literatura y aconsejo que mis compañeros te lean.
    Respecto al reto creo que lo has cumplido.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 21:05
  3. 3. Elvi dice:

    NOTA: “El canto del mochuelo” no precisa de nada, es perfecto. Esper leer tus otros relatos.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 21:12
  4. 4. Frida dice:

    Hola Manuel. Ha sido buena la idea que has tenido para completar el reto adicional, creo que está bien conseguido.

    Como crítica, decir que en el segundo párrafo, considero que has repetido demasiadas veces el verbo dijo, al menos así me lo pareció.

    A mi juicio, has conseguido transmitir muy bien el tránsito de tiempo que la protagonista vive, esos pocos minutos que transcurren entre la apacible guardia nocturna, en la que se puede palpar la tragedia en el ambiente, hasta ese desgarrador final.

    Has tocado un tema espinoso y, es que una ala hospitalaria de enfermos terminales, no sólo es complicado y difícil de plasmar, sino también que pertenece a esas situaciones viscerales, con las que cualquiera puede ser tocado emocionalmente. Repito, tema delicado donde los haya que has sabido retratar muy humanamente.

    Escrito el 21 enero 2016 a las 01:02
  5. Hola a todas las personas que se han tomado la molestia de leer mi relato y en especial muchas gracias a quienes hacéis comentarios, por supuesto todos muy bienvenidos y aceptados, pues de las críticas se aprende mucho.
    OPHELIE
    Hola Ophelie
    En efecto el “dije”, “dijo” se repite muchas veces y suena a descuido. Hace poco leía en un taller que no hay que preocuparse mucho por los verbos dicientes, que el verbo decir es el más usual y que a veces cambiarlo por otro verbo enreda al lector y que ese mismo lector pasa por encima del “dije”, “dijo” de una forma tan automática que ni se entera de que está escrito. Bien, en este caso queda claro que no así. Tú se ha enterado y mucho de las veces que se repite el mismo verbo, y tienes toda la razón; como mínimo el texto pierde elegancia. No los puse adrede, que conste, fue descuido. En la versión que cuelgo en mi blog, (plamarti.wordpress.com), ya lo he corregido.
    Gracias y saludos.
    ELVI
    Hola Elvi
    Gracias por tus comentarios. Lo de que faltan los signos en las conversaciones, sí que no lo acabo de entender, a no ser que se haya repetido el comentario del “El canto del mochuelo”.
    Por cierto no pertenezco al gremio de los sanitarios. Unos días antes de escribir el relato había visitado a un conocido en un hospital y con esto y con las veces que yo mismo he estado internado se me ocurrió escribirlo.
    Me alegra mucho que te haya gustado “El canto del mochuelo”. Este ha salido de experiencias personales que tuve viviendo en Colombia, experiencias que dan para mucho y que pienso seguir explotando. De hecho la mayoría de los cuentos del blog están inspirados en aquellas tierras. Aquí sí he de decirte que la falta de signos en los diálogos, ha sido premeditada. Me da la impresión de que le da más fluidez al texto, aunque tal vez sea haga más difícil el leerlo
    Gracias por leerme.
    FRIDA
    Hola Frida, nos encontramos otra vez. En la Escena 30 comenté “El grumete”. Al hacer el comentario de la Escena 31 no sabía que se trataba de la misma persona, luego, repasando me he dado cuenta. No puedo sino felicitarte por acometer unos estilos y unos temas tan diferentes. Desde luego tienes agallas para acometer cualquier tipo de historia en unos ambientes tan distintos. Felicidades.
    Respecto a tu comentario sobre mi texto, en efecto, el exceso de “dije”, “dijo”, afean la escritura. Por lo demás muchas gracias. Nos seguimos leyendo.

    Escrito el 21 enero 2016 a las 18:11
  6. 6. Miriam Torres dice:

    Hola de nuevo Manuel.

    Recuerdo cuando te leí por primera vez, con ese “El lápiz mágico” y su Juanito Conejero. Quería volver a leerte y de nuevo me has dejado al borde de la lagrimilla…

    Coincido con Ophelie en las cuestiones técnicas, falta darle un repaso al texto antes de publicarlo, y recordar que el formato de este blog no respeta los intelineados.

    Pero no puedo opinar nada del contenido, ni de la trama, ni de las descripciones porque es espectacular cómo plasmas la tensión, la angustia y el drama de ese desenlace esperado pero inesperado. Profundizas mucho en las emociones y eso cala al lector.

    Solo puedo felicitarte nuevamente e invitarte a leer el texto 203.

    Muchas gracias por este regalo.

    Escrito el 23 enero 2016 a las 00:06
  7. 7. Marcelo Kisi dice:

    Hola Manuel!
    Por fin llego a tu relato, y bien que así sea!
    Efectivamente, es interesante cómo hemos llegado por casualidad al mismo tema, y desde un narrador no tan disímil. Increíble.
    Tu relato me pareció excelente, por el ambiente que creas, la manera detallada en que pincelas el mundo de un hospital, llegando incluso al contenido de los bolsillos de una enfermera. Al hospital lo presumo público, falto de presupuesto: cucarachas y arañas son parte de ese mundo tomado como natural.
    Algunas pulidas ya te las han marcado, fuera de eso a mí me parece un relato exquisito!

    Escrito el 31 enero 2016 a las 12:30

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