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El último beso - por L. Mor Arcadia

El autor/a de este texto es menor de edad

El crepúsculo nos encontró en el bosque así que Celestia ordenó acampar. Me recosté a su lado y observé como la luz de la fogata iluminaba sus cabellos plateados y reflejaba destellos en sus ojos azules que parecían al borde del llanto, no sabría decir si era producto de la melancolía o la rabia.
— Por favor Celestia, trata de reconsiderarlo…— traté de persuadir
— No, definitivamente lo mataré.
Hace diez años, cuando apenas era un pequeño dragón, fui comprado por una pareja de hechiceros para ser el regalo de cumpleaños número siete de su hija Celestia. Era una niña que a pesar de ser muy pedante e insolente siempre lograba embelesar con su enérgico y apasionado entusiasmo a todo quien la trataba. Sus Padres sabían que la vida de hechiceros como ellos era muy corta, así que más que hacerme su mascota me encomendaron protegerla para cuando ellos murieran. La razón siempre la guardaron como un secreto. Cuando recién Celestia cumplió los quince años de edad sus padres repentinamente cayeron enfermos, entonces nos dijeron la verdad:
Las almas de los hechiceros nacen unidas en parejas. Pese de las distancias están destinados a sentir el “llamado”, reunirse y enamorarse a primera vista para así ir al plano celestial. Sin embargo, cuando se empieza a amar con toda el alma esta se consume y al ser la mayor fuente de energía mágica los hechiceros mueren. Prácticamente le anunciaron una condena de muerte a su hija y después de unos días murieron convirtiéndose en luz.
Ahora cinco años después, Celestia y yo nos encontramos en un viaje en busca de lo que se podría decir “su alma gemela”. Un viaje a ciegas donde la sensación del “llamado” es nuestra única brújula.
— ¿Por qué nunca me lo dijeron? —preguntó mientras veía el fuego en busca del infinito— Papá siempre dijo: “Sueña en grande y lo verás frente a ti”. Me enseñaron a idealizar mi futuro, alimentaron mis ilusiones… ¿Y todo para qué? Al final me dicen que todo estaba limitado por el tiempo y que mi destino ya estaba visto desde mi nacimiento…
—Tal vez sólo querían que vivieras tranquilamente, sin la zozobra de esperar su partida o de temer al fin anunciado…
—¡Tonterías, no dejaré que nada decida mi destino! Tengo cosas que seguir y sueños por cumplir no dejaré que una tonta profecía limite mi…— se quedó a media oración cuando pareció tener un escalofrío— Está muy cerca de aquí, puedo sentirlo.
Guiándose seguramente por el dicho humano:“los ojos son las ventanas del alma”, hizo un ademán con ambas manos sobre sus ojos y estos fueron cubiertos por una especie de venda y tras unas palabras en dialecto antiguo apareció una espada en sus puños. Mientras tanto me dispuse a esconderme tras los árboles, sin antes advertir:
—El destino es decisión de Dios y meterse con él es peligroso.
Del otro lado del bosque una silueta salió de entre los árboles, era él. Celestia lo recibió con un espadazo que fue bloqueado por una luz de las manos del joven hechicero. De esa manera fueron bloqueados varios golpes de ella. El muchacho se ganó mi simpatía al manejar la situación con más calma y razón que Celestia, pues parecía mantener una conciliadora conversación que no logré comprender. Después de un rato, al ver que las palabras no funcionaban en la obstinada de su pareja también invocó una espada que utilizó para desarmarla. Con un brusco movimiento la tumbó al suelo, por un momento creí que la mataría… pero rápidamente descendió su cara hacia la de Celestia hasta unirlas en un beso. Al instante la venda en los ojos de ella desapareció, revelando así sus ojos llenos de terror. El joven se apartó de ella mientras cubría su pecho sangrante y gemía de dolor. Con veloz movimiento Celestia había colocado una daga a la altura de su pecho que fue a dar a la del joven en cuanto se acercó a besarla. Salí de inmediato de mi escondite para reunirme con Celestia que ahora estaba junto al joven y lloraba amargamente al ver que su daga había atravesado el corazón.
—Folten, tenías razón. — lloriqueaba mientras abrazaba fuertemente al moribundo— No se puede detener el destino con las manos, al menos lo intenté… pero cuando me besó supe de inmediato que compartimos la misma alma… pasara lo que pasara debía morir con él, amándolo.
Ambos se convirtieron en luz.

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4 comentarios

  1. 1. Jess dice:

    Tienes muy buen manejo de diálogos, y me transmitiste tu conocimiento sobre éste género, pero tuve que leerla varias veces para entenderla, y no sé si la comprendí bien porque primero pensé que ella lo busca para unirse a él en amor y le desespera que morirán muy pronto y al final lo odia y como quiera se mueren los dos. Sigue adelante yo seguiré leyendo tus historias porque sí me gusto.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 05:36
  2. 2. Cabalinho dice:

    ¡Hola! A mí en cambio me ha parecido bastante clara y bien contada. Eso sí, hay un par de detalles de estilo que con una revisión más se podrían pulir (repetición de palabras en el mismo párrafo, uso de gerundios…); pero son nimiedades, me ha gustado mucho el relato. Enhorabuena.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 21:23
  3. 3. Lesly Bosco dice:

    Hola! Muy fantasiosa y original.
    Me ha gustado mucho y creo que está muy bien explicado y se entiende lo que pasa.
    Se nota que te gusta el género o por lo menos se te da bien.
    Me ha gustado mucho.
    Falta algún punto al final de alguna frase pero ya está.

    Un saludo

    Escrito el 21 enero 2016 a las 22:28
  4. 4. Celeste dice:

    Hola! la verdad es que sí, se te da muy bien este género, contas mucho en pocas palabras, claras y precisas.
    El narrador testigo, a mi entender, está logrado. Te soy sincera, comencé leyendo el primer párrafo sin muchas expectativas, pero me terminó sorprendiendo para bien!
    Es un muy buen trabajo! Espero leer más de tí en el próximo taller! Saludos!

    Escrito el 24 enero 2016 a las 17:22

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