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El último beso - por Alfonso

Web: http://pensamientodinamico2010.blogspot.com.es/

-El verano no debería acabar nunca, y menos éste -decía mientras colocaba a regañadientes la ropa en la maleta.

Mis padres sonreían ante tal aseveración, habida cuenta de todos los reproches lanzados un mes antes por mi parte al enterarme de que iba a perderme gran parte del verano planificado con mi pandilla de amigos de barrio para veranear en un pequeño pueblecito de la costa andaluza.

Cuando llegamos aun no era temporada alta, por lo que el pueblo no estaba demasiado animado, lo cual no hizo más que empeorar mis ya de por si bajas expectativas.

Mis padres se empeñaron en que saliera a la calle con los demás chicos, que solían hacer un corrillo en la plaza del pueblo antes de dar un paseo hacia las afueras o hacia la playa, según las ganas de trastear que tuvieran. A fuerza de hacerme el encontradizo, por exigencias paternas, acabé entrando en la pandilla con Javián, Marcos, Toni y el Mecos, que me aceptaron, previa novatada, de buen grado en el grupo.

En nuestros paseos hacia los cercados, en busca de lagartos o culebrillas, solíamos cruzarnos con un grupo de chicas, que dependiendo del día y de las lindezas que el Mecos soltase o se callase, se unían a nuestra pandilla. En esos días conocí a Laura; una chica pelirroja de ojos claros que me dejó prendado desde el primer instante.

El verano masticaba lentamente sus días, y el pueblo poco a poco iba copándose de turistas anhelantes de sol y playa. El corrillo de la plaza era cada vez más numeroso, aunque a esas alturas del verano yo solo tenía ojos para Laura, que por suerte para mí, supo captar mis torpes intentos de cortejo.

Pronto comenzamos a evadirnos del orden establecido por el grupo, dando largos paseos por la playa en busca de caracolas, echando el rato sentados en un banco comiendo pipas o, simplemente, estando uno al lado del otro.

Un día Laura me propuso ir a ver una antigua casa abandonada en las afueras del pueblo, y que, según Toni y el Mecos, estaba encantada. Caminamos durante media hora agarrados de la mano, y al llegar vimos una casa en ruinas con las entrada tapiada que echo al traste todas nuestras expectativas.

Íbamos a darnos la vuelta cuando el graznido de un cuervo saliendo de la casa nos sobresaltó, abrazándonos inmediatamente como medida improvisada de protección.

El cuervo se alejó rápidamente, pero Laura y yo permanecimos un instante mas abrazados, mirándonos el uno al otro, acercándonos aun más si cabe, hasta hacernos uno en el primer beso de ese verano.

A ese beso le siguieron otros muchos esos días, en los que nada existía para el uno salvo el otro, en un verano que poco a poco se iba desgranado.

Y cuando ya no nos quedó otra que aceptar que nuestras vacaciones tocaban a su fin, decidimos que nuestro último día en el pueblo, nuestro último día juntos, nuestro último beso, debería ser especial.

Pasamos toda esa tarde organizando lo que sería el día siguiente, que haríamos, donde tomaríamos nuestro último helado, y donde se unirían por última vez nuestros labios.
Pero al día siguiente ella no estaba junto al viejo pretil del paseo marítimo. Recorrí la playa, corrí hacia la plaza, y por ultimo fui a su casa. Al llegar me cruce con Toni, que me dijo que al parecer Laura y su familia se habían marchado esa misma mañana porque a su padre le había surgido un tema importante en su trabajo que no podía esperar.

En el largo viaje de vuelta a casa me acompañó una mezcla de nostalgia por los buenos momentos vividos en ese pequeño pueblecito, y el dolor de no haberme podido despedir de Laura con un último beso.

Días después mi madre me entregó una carta que había recogido del buzón. Mi corazón se acelero al leer el remitente. ¿Cómo había podido saber Laura mi dirección? Más tarde me entere de que su madre había hablado con la mía por teléfono para pedírsela.

En su carta Laura me contaba los motivos por los que no había podido acudir a la cita, me daba las gracias por los maravillosos días vividos en el pueblo y me juraba que jamás me olvidaría.

Al final de la carta había dejado impresa la marca de sus labios. Entonces acerqué la carta a los míos, y le di mi último beso.

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4 comentarios

  1. 1. GAIA dice:

    Te felicito, muy bien logrado!
    Me puedes leer en el 164

    Escrito el 20 enero 2016 a las 12:01
  2. 2. Lobita dice:

    ¡Hola, Alfonso!

    Con el afán de aportar y sugerir aquí está mi opinión.

    Empaticé de inmediato con tu protagonista y el sentimiento que me embargó es de ternura porque esos amores de adolescencia son así tal cual los describes en tu relato.

    La descripción de los personajes y del ambiente son muy buenos, ayudan a que te involucres en el momento.

    El ponerle un nombre a la chica me pareció muy atinado porque así se le identifica plenamente.

    Un buen final y que deja buen sabor de boca.

    Puedes leerme en el 57.

    Saludos

    Escrito el 21 enero 2016 a las 04:03
  3. 3. Beth dice:

    Esta muy bien el escrito, animo con la escritura!

    Escrito el 25 enero 2016 a las 18:03
  4. 4. Verónica Ortega dice:

    Hola!
    Está muy bien escrito y con un gran final.
    Revisaría algún acento como “último”, “crucé” o “aceleró” y algún signo de puntuación.
    Nos leemos

    Escrito el 27 enero 2016 a las 14:15

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