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El último beso - por Ona Carreras

Me crucé con un par de compañeros de camino al coche, todos tenían esa cara de alegría y satisfacción que proporciona la dedicación absoluta a un proyecto que finalmente ha salido bien. Yo también estaba contenta, y una amplia sonrisa se dibujaba en mi rostro: tras un montón de semanas de jornadas interminables y un terror casi infantil al plazo de entrega, habíamos logrado nuestro objetivo, realizando, además, un trabajo brillante.
Me sentía ligera como una pluma y decidí que había llegado el momento de saltar al vacío: saqué el teléfono móvil y escribí un mensaje febrilmente y sin pensar.
A pesar de las contrariadas protestas por parte de mis excitadísimos compañeros, decliné la invitación de celebrar nuestro éxito como correspondía, y fui a buscar mi coche, mis planes aquella noche eran muy distintos.

Era pronto aún, pero comprobé aliviada que la persiana ya estaba levantada.
Mi oasis particular en la gran ciudad, El Lorca, un pequeño reducto ajeno a las modas, al paso del tiempo, a los cazadores de tendencias que querían convertir todo lo auténtico en “vintage”, a los hípsters y a las hordas de modernos que se habían empeñado en colonizar cada rincón de Madrid.
Adoraba su iluminación tenue, que me recordaba a Londres y sus pubs, en los que siempre es de noche sea la hora que sea, su madera gastada y aquella aura propia de los bares de otra época, con poetas fumando tabaco de liar mientras escribían versos, tratando de cambiar el mundo.
Aunque afortunadamente nunca lo había visto hasta la bandera, a aquellas horas estaba prácticamente vacío, tan solo un par de ejecutivos trajeados y el camarero, quien parecía llevar allí tanto tiempo como los sillones desgastados, eran mis acompañantes.
Pedí un gin tonic poco cargado y me senté en una mesa del fondo, disfrutando aquella mezcla de emociones que recorrían todo mi cuerpo mientras Etta Jones le cantaba a su amor lo que podía haber hecho de haberlo tenido.
Como si hubiera subido a una máquina del tiempo, volví a la primera vez que crucé las puertas del local junto a él, sentados en aquella misma mesa, mientras me hacía reír hablándome de como juntos conquistaríamos el mundo mientras yo me perdía mirando cada detalle de su cara: las pequeñas arrugas que aparecían en la comisura de sus labios cada vez que sonreía, el brillo de sus ojos cuando me miraba y aquel mechón de pelo rebelde que se escapaba y él se empeñaba en fijar una y otra vez.
Recordé las horas pegados el uno al otro, frente a una botella de vino y un montón de proyectos para un futuro que parecía inagotable y el sonido de nuestras risas mientras yo intentaba cazar con mis manos los aros perfectos de humo que me lanzaba.
Pensar en las caricias, a veces llenas de ternura, a veces cargadas de pasión, me hizo volar directamente al recuerdo de unos cuantos momentos que aun podían conseguir que mis mejillas se encendieran como entonces y oí en mi cabeza perfectamente su voz socarrona llamándome “Heidi” para tomarme el pelo.
Pensé en la vida, que es eso que pasa entre las risas, las copas de vino y las voces de cantantes de jazz que acarician tus oídos.
Y no pude evitar regresar al Lorca el día de nuestra última conversación, mientras lágrimas mudas corrían por mis mejillas al oír como trataba de justificarse por haber roto en dos mitades el mundo que habíamos construido y aquel beso, el último beso, cargado de desesperación por borrar lo que parecía indeleble, de angustia y apremio, con el sabor amargo de la despedida.
La puerta se abrió a mis espaldas, y cerré los ojos, olvidándome de la música y el tintineo de las copas que secaba el camarero para concentrarme en aquellos pasos, reconociendo aquella manera de andar tan particular como si el tiempo se hubiera detenido unos meses antes.
-Laura
Me pareció que su voz había prendido una mecha invisible, llenando de nuevo los huecos de una calidez familiar, que casi había olvidado.
Me giré despacio, temiendo que una vez nuestros ojos volvieran a encontrarse, la magia de aquel momento pudiera desaparecer.
Y al vernos de nuevo, justo antes de que aquel instante se congelara, me di cuenta de que a veces, solo a veces, el último beso, puede ser también el primero.

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6 comentarios

  1. 1. Lalaith dice:

    Me ha gustado mucho el relato, se hace ameno y logras recrear la atmósfera del bar, la nostalgia que siente Laura recordando el pasado. El final me ha sorprendido, es un giro inesperado y agradable ya que convierte una historia triste en la posibilidad de todo lo contrario.

    La única “pega” que veo, en mi opinión, es que hay bastantes frases muy largas, con muchas comas, y a mi me ha hecho perder un poco el ritmo de la narración. Por lo demás, lo veo perfecto, ¡enhorabuena!

    Escrito el 19 enero 2016 a las 17:23
  2. 2. Mara dice:

    Hola Ona Carreras

    ESTRUCTURA: suelo observar la presentación, nudo y desenlace de los escritos. En el tuyo me ha parecido casi todo presentación, el nudo no he sabido detectarlo y el desenlace me ha dejado sorprendida.

    En realidad no he llegado a entender tu historia me he perdido en varias ocasiones.
    No has usado los diálogos que suelen ayudar a que la historia vaya más ligera y te hace más cercanos los personajes. Por ejemplo al principio de la historia cuando dices: “saqué el teléfono móvil y escribí un mensaje febrilmente y sin pensar.”
    Podrías haber escrito el mensaje a modo de diálogo y mostrárnoslo, yo pensaba ¿a quién le mandó el mensaje, qué decía? …
    Podías poner:
    —Nos vemos en media hora—
    Con esa aclaración hubieras dado un hilo conductor a la historia.

    El segundo reto de narrador testigo no veo que lo hayas usado pues lo cuentas todo en primera persona.

    FORMA: creo que en algunas frases ha habido fallos de puntuación, a veces me he quedado sin aliento, por ejemplo: “me hizo volar directamente al recuerdo de unos cuantos momentos que aun podían conseguir que mis mejillas se encendieran como entonces y oí en mi cabeza perfectamente su voz socarrona llamándome “Heidi” para tomarme el pelo.”

    CONTENIDO: la idea de la historia es bonita, quizás tengas que pulirla un poco más puede ser una buena historia bastante emotiva.

    Espero que te no te haya parecido demasiado crítica pero yo lo agradezco gracias a literautas estoy aprendiendo mucho, deseo que a ti te sirva también. Nos leemos.

    Escrito el 20 enero 2016 a las 14:45
  3. 3. Basilisa Nogales dice:

    Hola Ona:
    El comentario de Mara me parece muy acertado. Así que no te voy a repetir lo mismo que ella otra vez.
    Lo que sí quiero decirte es que convendría reducir los posesivos: “mi”, “mis”, “su”, “sus”, “nuestro”, “nuestros”, “nuestra” y “nuestras”. Hay demasiados.
    En: “Me crucé con un par de compañeros de camino al coche, todos tenían esa cara de alegría” está mal usado “todos” porque solo son “dos”, deberías poner “ambos”.
    Procura usar pocos adverbios en “-mente”.
    Las comparaciones gastadas por el uso es mejor evitarlas (“Me sentía ligera como una pluma”).
    En: “Como si hubiera subido a una máquina del tiempo, volví a la primera vez que crucé las puertas del local junto a él, sentados en aquella misma mesa, mientras me hacía reír hablándome de como juntos conquistaríamos el mundo mientras yo me perdía” hay varios fallitos: primero la segunda coma (debería ser un punto porque cambia la idea), segundo la palabra “como” que va antes de “juntos” debe llevar tilde porque es un interrogativo indirecto y tercero se repite “mientras”.
    En: “momentos que aun podían conseguir” debe ser “aún”.
    En: “al oír como trataba de justificarse” debe ser “cómo”.
    Si pules el texto puede quedarte bastante bien.
    Ánimo y a seguir.
    Un saludo.

    Escrito el 22 enero 2016 a las 03:40
  4. 4. Laia Gabue dice:

    Hola Ona!
    Más o menos comparto los comentarios que te han hecho los compañeros. Tengo que decir que a mi personalmente me gustan las frases largas pero les doy la razón en que si se abusa de ellas el ritmo de la lectura se pierde un poco. Creo que ambas tendremos que trabajar en ello,jeje.
    Siento tener que volver a decir que no estoy de acuerdo con Mara en el tema de los diálogos (Mara, no es nada personal) pero es que creo que no son absolutamente necesarios en todos los relatos, aunque sea cierto que le dan otro ritmo a la lectura a mi no me parece que sean imprescindibles, de hecho, esto es una historia que la protagonista casi se cuenta a si misma y en la que ella y sus sentimientos son lo único que importa, por lo que en mi opinión no entra la necesidad de hablar con nadie. También soy de la opinión de que los relatos ganan en riqueza si dejas que el lector saque sus conclusiones e incluya su punto de vista sin tener que especificar o concretar todo.

    Ya lo ha apuntado Lalaith, has marcado el reto pero en realidad no se usa el narrador testigo ya que es la protagonista la que cuenta la historia. Si no entendí mal el post de Iria, el narrador testigo nunca puede ser el protagonista.

    Me ha gustado mucho tu forma de describir la situación y los lugares, realmente has conseguido generar la atmósfera necesaria para situar al lector.

    No es que se trate de una historia sorprendente, de hecho, creo que este tipo de historias se suceden constantemente en los bares, lo que es precisamente la gracia del relato y además, con el final haces que tenga un punto esperanzador muy bonito.

    ¡Enhorabuena!
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 23 enero 2016 a las 11:32
  5. 5. Ona dice:

    Muchísimas gracias por vuestras críticas. Agradezco un montón que me leáis y espero ir mejorando.

    Escrito el 2 febrero 2016 a las 22:49
  6. 6. Ona dice:

    Muchísimas gracias por vuestros comentarios.

    Estoy de acuerdo en muchas de vuestras críticas, soy consciente de que abuso de las frases largas y también de las comparaciones así que espero ir mejorando día a día.

    Gracias de nuevo y…¡Nos leemos!

    Escrito el 2 febrero 2016 a las 22:58

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