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EL ÚLTIMO BESO - por Nicolás Falcón

El ÚLTIMO BESO
Las proporciones de su cara podrían compararse con las de la medida áurea empleada por Da Vinci: la frente corta y redonda en su justa medida. Los labios rosados; el inferior sutilmente más grueso que el superior. Las orejas, pequeñas, graciosas, recogidas sobre el conjunto de la cabeza con una simetría insultante. La nariz esculpida como la de la «Piedad» de Miguel Ángel; nívea, marmórea. Los cabellos ondulados, dorados, de un brillo estelar. Los ojos astutos, vivos, irisados de un verde azulado sin precedentes.
Y hasta aquí pude leer: faltaba un trozo de papel rasgado, con el que seguía el resto del texto.
Sam les llevó el café con su inconfundible ruido metálico, cachazudo, monótono.
En la mesa del salón, que estaba impregnado del aroma del café recién hecho, se sentaban mí madre Emma y su querida amiga Elsa. Yo miraba a través del hueco de la puerta casi cerrada: jugaba con mí gato, regalo de mi padre por mí cumpleaños: el último grito en robótica de «Industrias Estelar».
Sam, también fue una adquisición de mi padre; traído del mismo sitio que el gato: solo que con unas funciones mucho más complejas.
Sam estaba programado para mantenerse activo hasta las diez de la noche, después permanecía en modo de desconexión. Pero una noche que estaba jugando con Fedor ―mí gato―, oí un ruido, provenía de la parte del sótano; bajé con sumo cuidado de no ser descubierto. Vi a Sam traginando con cosas, debían de ser sobre las dos de la mañana o así. Me resultó extraño.
Me fui a la cama; mi padre salía de viaje de negocios, creo que a una convección de robótica: quería poder despedirme de él por la mañana.
―¡Ehhh…ese es mí campeón! ―dijo mi padre―.
―¿Cuándo volverás papá?
―Pues creo que… si no se nos complica la cosa, en unos cuatro o cinco días.
―¿Papá no has notado nada extraño en el comportamiento de Sam? ―antes de que mí padre pudiera abrir la boca, por miedo a su escepticismo, se lo conté―. Verás ayer sorprendí a Sam todavía despierto, mas allá de la hora de desconexión.
―¡Eso es imposible!… Voy a perder el vuelo. Cuando vuelva lo hablamos, ¿vale?, ¡campeón!
Asentí con la cabeza sin decir una palabra. Nos despedimos, y la puerta sonó tras de él: no como otras veces. Mí madre me rodeó con el brazo; de soslayo miré y allí estaba Sam, mirando a mí madre, con aquellos ojos tan, tan de deseo, tan humanos.
La voz metálica de Sam nos recordó que ya tenía el desayuno preparado.
Nos sentamos en la mesa a desayunar: un par de sobres de carne cultivada en laboratorio y dos cartuchos de gel vitaminado.
Mientras desayunábamos, sentía su mirada en la nuca.
Cuando acabamos el desayuno, mí madre se fue a su trabajo: la miré por los cristales de las ventanas del salón; primero a ella, y luego las luces de navidad de los vecinos de enfrente que, resplandecían con intermitencia.
Me quedé con Fedor, Sam y la asistenta; que no dejaba de canturrear mientras tendía la colada.
Al estar tan intrigado con el comportamiento de Sam, no pude redimir mis deseos de expiarle. Como no le vi por las estancias del piso de abajo, subí a las de arriba. Casi me descubre con el sonido del parquet quejándose por una de mis pisadas. Hice la estatua tanto como pude ser piedra; me asomé con precaución y vi a Sam en la habitación de mis padres: frotaba con un algodón los restos húmedos de las sábanas de la cama de matrimonio.
Aquella noche seguí con mis pesquisas; le vi saliendo del sótano, de una especie de trampilla en el suelo: supongo que aprovechó nuestra ausencia en vacaciones para hacer aquel escondrijo. Esperé a que subiera, le entretuve ordenándole que me bajara de la estantería una caja. Cuando me dio su espalda para agarrar la caja, le desconecté del botón principal de energía. Aún apagado me siguió dando miedo; como el primer día que mi padre lo trajo a casa: parece humano hasta en el más minúsculo detalle.
Bajé por la trampilla del sótano y vi en la pared una serie de apuntes, sobre anatomía: aparatos reproductores y todo lo concerniente a la procreación.
En el suelo, pegado a un taburete apareció un papel escrito y rasgado que decía:
Emma tu eres la mujer de mis sueños.
Perfecta para formar una familia.

Sam.

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5 comentarios

  1. 1. Guiomar de zahara dice:

    Hola Nicolás:
    Tu historia es compleja y extraña – eso no es ni bueno ni malo – salvo algunas cosas, que metidos en el personaje, no entiendo muy bien. De pronto encuentra el comportamiento de San extraño y más tarde lleno de deseo. Por la noche se le desconecta y sigue “funcionando” pero tu lo haces y se queda quieto, dándote tiempo a bajar por la trampilla.
    No son cosas importantes, pero releyendo en voz alta el relato, a veces se da uno cuenta de algún fallo.
    De todas las maneras, después de leer tu texto dos veces, tu relato me parece bueno e interesante.
    ¡Enhorabuena!

    Escrito el 19 enero 2016 a las 10:53
  2. 2. Isolina R dice:

    Hola, Nicolás:
    Lo primero que quiero decirte es que han faltado comillas tanto para el fragmento del papel que el narrador lee al principio del texto como para el mensaje que lee al final.
    Lo segundo que te señalaré es que cuando “mi” acompaña a un nombre no debe llevar tilde. Si no he contado mal tienes trece “mi”, de los cuales cinco están bien (sin tilde) y ocho mal. Me ha resultado curioso que todos los que tienes bien acompañan a “padre”, aunque uno de los que acompañan a padre está mal (“antes de que mí padre pudiera abrir la boca”).
    Lo tercero es que no has usado algunas palabras con propiedad. Te citaré dos:
    No es “convección” sino “convención” y no es “redimir” sino “reprimir”.
    Los vocativos deben ir entre pausas, así que: “―¿Cuándo volverás, papá?”, “Papá, ¿no has notado nada extraño en el comportamiento de Sam?”, “Emma, tú eres la mujer de mis sueños”.
    Entre sujeto y predicado no debe ir coma: “Sam también fue una adquisición de mi padre”. Con la coma que habías puesto detrás de la palabra “Sam” habías convertido al robot en vocativo, de manera que ya no estaba el narrador hablando de él sino dirigiéndose a él.
    En: “se sentaban mi madre, Emma, y su querida amiga Elsa” hay que meter entre comas el nombre de la madre, porque si no se mete queda como especificativo dentro de las madres del narrador y me da que el narrador solo tiene una madre.
    En: “―dijo mi padre―.” Sobra la raya final.
    “trajinando”, con “j”.
    En: “Papá, ¿no has notado nada extraño en el comportamiento de Sam?”, el vocativo queda fuera de la interrogativa y tú lo has metido dentro.
    En: “Verás ayer sorprendí a Sam todavía despierto, mas allá de la hora de desconexión”, hay que poner coma antes de “ayer” y tilde a “mas”.
    En: “la puerta sonó tras de él” sobra “de”.
    En: “de soslayo miré y allí estaba Sam, mirando” se repite el verbo “mirar”.
    En: “Aún apagado me siguió dando miedo” “aun” no debería llevar tilde porque equivale a “incluso”.
    En: “tu eres la mujer de mis sueños” “tú” con tilde porque es pronombre personal.
    Si revisas estas cosillas en el plano formal, te quedará bien. La historia merece la pena, está muy bien.
    Espero que mis sugerencias te sirvan.
    Saludos.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 21:57
  3. 3. Juan Barcenas de Amenabar Pastor de Castros dice:

    Hola Nicolás.
    Primero decirte que tu historia me recuerda a la serie “Real Humans”,(la original sueca) y a la película “Eva”. Las dos tratan el tema de la robótica, si no las viste te las recomiendo.
    ¿Por qué apareció el robot conectado por la noche?,¿por qué tiene esos sentimientos hacia la madre del protagonista?. Supongo que no te daba para mas el texto y no pudiste terminarlo.

    Escrito el 22 enero 2016 a las 02:07
  4. Saludos Nicolás: Tu texto tiene una gracia que percibí desde un comienzo.
    “Este relato está escrito con una poderosa intención”, me dije. Me tomó una lectura y no pude parar hasta llegar al desenlace.
    “Qué está pasando con este robot”, volví a decirme. Pensé que lo sofisticado de su tecnología había sobrepasado la programación mecanisista y se había adentrado en lo que estamos empezando a conocer bajo el nombre de inteligencia artificial. Qué Sam se estaba subiendo por el chorro y pasándose películas con la mami…
    No te puedes imaginar las elucubraciones que llegué a concebir. Fantástico tu relato, tal vez la expectativa no sea del todo ficticia. Hasta la próxima y enhorabuena.

    Escrito el 22 enero 2016 a las 03:38
  5. 5. Alicia dice:

    Hola Nicolás,
    Gracias por tus palabras en mi escrito. El aprendizaja acá es muy interesante dado el valioso intercambio de recomendaciones, apreciaciones y correcciones. Sí es mi primera vez en este blog.

    A mi particularmente los temas de robótica no me gustan, pero el tuyo me enganchó por la trama tan persona de un robot con la madre del chico, así que lo leí hasta el final y me gustó.

    No entendí bien o ¿fue sugerente? la parte en la cual el robot está limpiando las sábanas.

    Felicitaciones por la creatividad.

    Escrito el 30 enero 2016 a las 17:20

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