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El último beso - por Irene Pérez

El autor/a de este texto es menor de edad

La mujer, con mirada asustadiza y manos temblorosas, escrutaba impaciente la sala de interrogatorios. Cada segundo se le antojaba eterno y soledad e incertidumbre oprimían su pecho. De repente, retumbó en la sala el crujido de la puerta al ser abierta con brusquedad. Irrumpió entonces en la angosta estancia un hombre de rostro austero y cabello entrecano. Sobre su impoluto uniforme se derramaba la luz color cobre que alumbraba la pequeña habitación.
-¡Yo no tuve nada que ver!- Gritó con desespero, la azorada dama.
-¡Cállese!- Le espetó, tajante, el inspector.-Repasemos los hechos que acontecieron en la madrugada de ayer en la estación de tren Rued Smoke.
La mujer asintió acongojada. Sus labios titubeantes se dispusieron a relatar el turbador suceso que la consumía y del cual era la única testigo:
“El silencio en el andén, era ensordecedor. Inundaba la estación el pestilente hedor de los orines que recorrían el empedrado.” Ya puede usted imaginarse el tipo de sitio del que les estoy hablando.- tragó saliva- Un lugar perfecto para cometer un crimen.”
Inicié mi recorrido a lo largo del andén. Mis pisadas quedaban amortiguados por un tupido manto de colillas. Y, tal vez, por ese mismo pútrido tapiz no llegué a oír los apresurados pasos que me antecedían y, que del mismo modo que yo, esperaban impacientes ese tren de madrugada. Un enigmático individuo de porte impecable se alzaba entre la humareda, tan solo a unos metros de mí. Sentí invadida mi intimidad y me apresuré a refugiarme tras una columna. Llámeme paranoica pero era una situación que despertaba mi inseguridad.
Rompió el silencio el repiqueteo de unos tacones. Una mujer enfundada en un vestido, que poco dejaba a la imaginación, se lanzó a los brazos del recién llegado. Ambos se fundieron en un tierno abrazo que no tardó en convertirse en algo más íntimo, no sé si me entiende. Opté por seguir oculta. La pareja mantuvo durante un diálogo banal, en el que se intercalaron apasionadas muestras de afecto. Finalmente se despidieron con un largo y empalagoso beso.
Pasados un par de minutos, se presentó en la estación otra mujer, más recatada que la anterior. Con paso parsimonioso se acercó al hombre y cuando se encontró frente a él posó, en un gesto inapetente sus, labios sobre los de él.
Me vi, de repente, iluminada por un haz de realidad ¡La primera mujer había resultado ser la amante! No me sorprendió, una mujer encorsetada en tal atuendo no podía ser trigo limpio. La recién llegada debía ser la esposa y acababa de percatarse de la infidelidad de su marido. Se podía leer la traición y el dolor en su rostro, la furia y la ira que emanaba toda su persona, a medida que iba tomando conciencia de la situación.”
-Por favor señora absténgase de metáforas y deje sus opiniones, que a nadie importan, aun lado-Comentó con sorna el agente- Hágame el favor de ir al grano. Ha venido a testificar, no a explicarme un cuento.
La testigo, herida en el orgullo, respondió entre bramidos:
– No se atreva usted a humillarme, cretino ignorante. Si me da la gana cierro la boca y se queda sin testigo ni testimonio, ni leches- Le espetó airada- Yo expongo mi versión de los hechos como me sale de las narices.
-Pues continúe y termine de una vez.- Siseó el agente- Pero como vuelva a faltarme el respeto irá de cabeza al calabozo.
La declarante retomó el relato:
“El adulterio había quedado descubierto. El hombre al ver la evidente furia de su pareja se apresuró a dar rienda suelta a su palabrería, intercalando en su discurso promesas y plegarias. La mujer echó a llorar, abrumada, y estalló en un desgarrador chillido. Él, apaciguador, la atrajo hacia sí.
La esposa, tras un velo de lágrimas, se separó levemente y lo miró de nuevo, sopesando sus opciones. Finalmente, se decidió. Alargó su esbelto cuello y dejó su rostro a tan solo un suspiro del de él. El marido, leyendo el perdón en los labios de su mujer, la besó con fiereza. Ambos se separaron, felices. Se torció entonces la sonrisa del hombre, al bajar la mirada y encontrar su costado perforado. Su mujer, futura viuda, se alzaba frente a él blandiendo un cuchillo que lloraba escarlata. Cayó, el infiel, aún retorciéndose de dolor mientras la sangre surgía a borbotones de su costado, resbalando por los adoquines y prendiendo de rojo el empedrado del andén.”

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5 comentarios

  1. 1. Caciba dice:

    Hola, Irene.

    Lo primero: enhorabuena. Me alegro mucho de que siendo tan jovencita tengas gusto por escribir, que lo haces muy bien, y seguro que por leer también pues tienes mucho vocabulario.
    Solo decirte que debes mejorar la representación gráfica de los diálogos. En literautas tienes una sección de cómo hacerlo bien, allí vas a encontrar la explicación y ejemplos, te va a ser de gran ayuda.

    El punto final se escribe siempre después de las comillas de cierre: “… conciencia de la situación”.

    La manera de hablar de la testigo se me hace poco creíble pues cuenta el asesinato como si fuera una historia elaborada por ella misma, llena de metáforas. Estaba acongojada y titubeante, se supone que impactada por lo que acababa de ver. Después, cuando habla con el policía cambia totalmente de tono, así que ese no es su vocabulario habitual y emplearlo para esa situación me choca un poco.

    Buena historia, me ha gustado. Enhorabuena otra vez.

    Un saludo

    Escrito el 20 enero 2016 a las 10:47
  2. 2. Irene Pérez dice:

    Hola Caciba.
    En primer lugar, agradecerte que hayas leído y comentado tan amablemente mi texto.
    Tus correcciones me han parecido muy adecuadas y miraré la página que me has recomendado, que seguro me ayudará.
    Coincido en que la actitud de mi personaje resulta un tanto incoherente.Las dificultades que me supuso tener un tiempo limitado para redactar, se han visto reflejadas en una descripción que no concuerda con determinadas acciones.
    Tu comentario me ha resultado muy útil.
    Gracias por leer y comentar

    Escrito el 20 enero 2016 a las 15:15
  3. 3. Luiçao dice:

    Hola, Irene.

    Enhorabuena por el relato, da gusto leer a gente joven con un vocabulario tan rico. Pero… (Ahora bien lo malo) bajo mi punto de vista lo enriqueces con demasiados adjetivos, se “lía” algo la lectura cuando no se simplifican las cosas (es mi opinión). También se me ha hecho algo raro leer los diálogos, no se… había cosas que no me cuadraban. Por lo demás ¡chapo!

    Espero que sigas escribiendo, es un hábito muy saludable.

    Un saludo.

    Escrito el 20 enero 2016 a las 17:55
  4. 4. Mª Luisa Pérez dice:

    Hola Irene. No he podido evitar leer los comentarios de los compañeros y coincido con ellos. Utilizas unas palabras demasiado rebuscadas para el relato -que por cierto está lleno de suposiciones- de la testigo y el diálogo con el agente, es increíble, con palabras soeces que no cuadran con la descripción que haces de ella al principio: manos temblorosas, azorada, acongojada, labios titubeantes…
    Y el beso que les hizo sentirse felices… sí que fue el último.
    Hemos de repasar más los textos!!!!! y a seguir escribiendo… por supuesto.

    Escrito el 20 enero 2016 a las 23:54
  5. 5. Fernando Caporal dice:

    Hola Irene, gusto de leerte. Me gustó mucho el relato, salvo algunos detalles de puntuación que pueden corregirse, la historia es interesante y hasta si lo aceptças, podría sugerirte una idea.
    De acuerdo a las palabras, haciendo incapié en la metáfora de la protagonista, se puede dar a pensar que ella quiere explicar con detalle lo que vio, ahora bien, si dieras una pista de que la asesina es la que lo cuenta, el final sería quizá un poco más intrigante y podría justificar la metáfora, y hasta darle una razón dentro del cuento en sí mismo, que de por sí es genial.
    Mi humilde aporte, espero que te sirva.
    Gracias por compartir tu inspiración aquí, me gustó mucho leerte.
    ¡Suerte!

    Escrito el 26 enero 2016 a las 23:07

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