El último beso - por @jaiarus

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“Daros un último beso, que tenemos que irnos”

Y así fue como se acabó la magia en su vida, con esa simple frase, con ese último beso.

Michael tenía 7 años cuando conoció a Sophie, acababan de mudarse de nuevo, y ya no guardaba demasiadas esperanzas de que ese fuera a convertirse en su hogar definitivo. Durante el primer año, Sophie tuvo que poner mucho de su parte, iba a buscarlo todas las tarde para ir a jugar y Michael, enfurruñado, la seguía a todas partes a petición de su madre.
Ella era increíble, siempre curiosa, buscando el porque de todas las cosas, incluso el del enfurruñamiento de Michael. No paró, hasta que esa extraña melancolía que ella no entendía, abandonó por completo a su amigo.

Con el paso del tiempo, finalmente, Michael no pudo resistirse a los encantos de Sophie, su curiosidad le contagiaba, y olvidó que con total seguridad algún día tendría que irse y empezar de nuevo. Empezó a sonreír, pero de verdad, como se suponía que tenía que hacerlo un niño de 8 años. Olvidadas, por completo, las preocupaciones impuestas por los adultos, sustituyéndolas por un mundo de ilusiones inventadas.

Cada día Sophie aparecía delante de su puerta, con sus dos coletas, sus redondas y sonrosadas mejillas y su gastado peto, que ya no se sabía si era gris o marrón, de tan usado que estaba. Iban juntos a clase, apenas tardaban 10 minutos, pero era tiempo más que suficiente para recorrer el universo, descubrir una nueva especie de dragón e incluso para salvar el mundo de una infinidad de razas invasoras.
Incluso mantuvieron esa burbuja tan suya, llena de ilusiones, una vez pasada la barrera de la niñez. Puede que ya fueran mayores para los juegos, pero no para imaginarse un mundo mejor, uno en el que Michael nunca se separara de Sophie, o en el que ella podría elegir libremente que quería hacer con su vida. En definitiva, un mundo, en el que ninguno de los dos, tuviera que sufrir, ese que duraba exactamente 10 minutos, y en el que nadie más que ellos dos tenía permitida la entrada.

Y fue precisamente en ese mundo, donde Michael se enamoró de Sophie.

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“Daros un último beso, y deciros adiós, que tenemos que irnos”

Y le dio un ultimo beso y le dijo adiós a Sophie, y a su mundo de 10 minutos y al amor.

Y ahora se preguntaba, mirando al vacío desde ese puente, dónde estaría Sophie, qué habría sido de ella, sí estaría tan perdida como el. Su vida sin ella, se había convertido en monótona y aburrida, sin su guía se sentía incapaz de abrir las puertas a la imaginación, se limitaba a pasar de puntillas por la vida que le había tocado vivir, sin vivirla. Se sentía incapaz de volver a ese mundo, que con el tiempo se había dado cuenta de que jamas le perteneció, que en realidad siempre fue de Sophie, y de repente se sintió afortunado de haberla conocido, de que lo invitara a entrar.

Dejó de pensar en ese último beso como en el final de su vida, y empezó a verlo como un punto y a parte. Puede que nunca recuperara ese maravilloso mundo, pero al menos lo había sentido en su piel, y con eso bastaba para seguir caminando un poco mas.

Y una vez más, Sophie lo curó de su enfurruñamiento y su melancolía.