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EL ULTIMO BESO - por CARMEN SERRANO

Llevo más de diez años trabajando como enfermera en el Hospital Provincial en el turno de noche. Nadie entiende cómo no solicito el traslado al de mañana aunque he tenido varias oportunidades de hacerlo. Sí, la noche es muy dura sí. Pero para mí tiene su encanto. El silencio y la calma de la planta invitan al recogimiento; puedes coger el historial de ese paciente que te preocupa y abstraerte en su lectura, en su cuidado, sin preocuparte de interrupciones de parentela u otros especímenes buscando una habitación, un cambio de sábanas o cualquier otra cosa que se les ocurra para su familiar enfermo; bordar a punto de cruz baberos para los baby shower de tus amigas con un ojo en la aguja y el otro en el monitor de vitales o planificar el menú de nochebuena porque este año viene tu familia política a cenar a tu casa. La noche da para mucho incluso para cuidar a los enfermos.
Nunca en todos estos años me encontré con una situación tan conmovedora como lo que ocurrió hará un par de semanas. En la habitación 412 teníamos a una señora octogenaria que había ingresado con un edema pulmonar. La anciana tenía además un historial bastante extenso de complicaciones que presagiaban que el resultado no iba a ser muy favorable. Llevaba cuatro días y su estado era cada vez más grave, su doctora había comunicado a su familia la necesidad de sedarla para evitarle sufrimiento innecesario. Sus hijos y su marido aceptaron con resignación el desenlace y se dispusieron a pasar las siguientes veinticuatro horas acompañando a la madre en sus últimos momentos. En estos casos cada hora nos pasamos por la habitación para ver el estado de los agonizantes, cambiarles de postura y, por qué no, asistir a los parientes en este duro momento.
Pasados unos minutos de las dos de la madrugada entré en la habitación en penumbra sólo iluminada por la tenue luz de la lámpara de encima de la cama. Uno de los hijos, que parecía el mayor, se apoyaba en la pared frente al lecho observando a su padre acariciar la mejilla de su esposa. La hija, sentada sobre la cama, cogía con una mano la de su madre y con la otra agarraba con fuerza la de su padre. El otro hermano, el que parecía más joven, estaba sentado en el sofá sosteniendo la cabeza con sus manos mirándose la punta de los zapatos . Al verme el anciano me preguntó:
—¿Cuánto cree que le queda entre nosotros?
—Es difícil saberlo con seguridad pero no creo que pase la noche –aventuré a mi pesar.
En ese instante el pecho de la moribunda empezó a subir y bajar con rapidez y los estertores que anuncian la proximidad del deceso afloraron.
—Se va – manifesté.
Los hijos uno a uno se acercaron a besar por última vez a su madre viva y los tres, abrazados como uno solo junto al lecho, contemplaron al padre que roto por el dolor decía:
—Doy gracias por cada minuto que he vivido a tu lado. A partir de hoy sólo viviré para morir y reencontrarme contigo mi amor.
Salí de la habitación emocionada porque era la primera vez que veía y sentía el significado de TE AMARÉ HASTA LA MUERTE.

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3 comentarios

  1. 1. Manoli VF dice:

    Estremecedor relato, Carmen, muy logrado en esa escena final alrededor de la cama de hospital. Las palabras, muy solemnes y teatrales pero consiguen su efecto, que es cerrar el relato otorgándole un sentido.

    Me ha gustado leerte. Si puedes pásate por el 67 y me dices. Un saludo.

    Escrito el 19 enero 2016 a las 00:52
  2. 2. Mª Luisa Pérez dice:

    Hola Carmen. Es un relato emotivo y parece muy real, pero está escrito en primera persona y aunque eres testigo del final de la mujer junto a su familia, esto no significa que seas un narrador testigo, estás contando tu vida, tus razones y lo que tú sientes.
    Como narración está muy bien estructurada y transmites lo que te propones, o sea tu emoción ante lo visto y oído.

    Escrito el 21 enero 2016 a las 00:04
  3. 3. Carmen Serrano dice:

    Gracias Manoli y MªLuisa por vuestro comentario. Si creo que no he conseguido el reto pero a mí me resulta difícil no implicarme en la historia. Seguiré intentándolo. Un saludo

    Escrito el 22 enero 2016 a las 00:54

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