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Cárcel negra. - por Superandoloimposible

El autor/a de este texto es menor de edad

Ni siquiera el cielo, que había presenciado las más terribles venganzas, daba crédito a lo que veía. Lidia caminaba por unas calles de Ávila llenas de tristeza, reprimiendo las lágrimas que luchaban por salir. Su padre siempre la había enseñado a no mostrar su temor. Aferrada fuertemente a la mano de su madre, intentaba seguir el ritmo de la muchedumbre; todos tan atemorizados como ella. Nadie sabía su destino, pues estaba en manos de aquellos soldados de piel oscura que los miraban sin piedad.

Después de treinta minutos aproximados de marcha, llegaron a una de las zonas más apartadas de la ciudad. Se encontraban en lo alto de una colina, rodeada por numerosos abetos que se balanceaban levemente por el viento. No hacía frío, pero la imagen que todos tenían delante les había dejado helados. Sus ojos no podían dejar de mirar las dos imponentes torres que se burlaban delante de ellos. Eran enormes, como para acoger a una ciudad entera. Sus paredes negras de ladrillo no hacían sino volverlas más aterradoras. Nadie tenía el valor suficiente para preguntar, ni mucho menos para incumplir las órdenes de aquellos hombres.

Todo sucedía muy rápido. En apenas unas horas todos los habitantes de la ciudad estaban divididos en grupos, según su edad. Lidia ahora estaba completamente sola, intentando retener, todavía con más dificultad que antes, las lágrimas que luchaban por escaparse de sus ojos desde que un soldado, de mediana edad, la separó bruscamente de su madre. Se preguntaba si la volvería a ver.

Lo que ocurrió a continuación es tan sumamente predecible que no malgastaré tiempo en relatarlo. Tan solo os diré que podéis imaginaros un gran movimiento de personas entrando a las torres: adultos y niños a la izquierda, ancianos y adolescentes a la derecha. Al final del día todos tenían un conjunto camiseta-pantalón, de un color grisáceo, y un número para identificarles. Nadie les preguntó su nombre, tan solo eran un número más.

La ciudad entera lloraba lamentos, como todas las ciudades de nuestra querida España. No había rincón ni escondrijo en el que quedara un hombre vivo libre de aquellas manos de piel negra y lenguaje extraño. Lidia se encontraba acurrucada en su incómodo camastro, observando a sus compañeros de celda mientras acariciaba la pequeña llave que colgaba de su cuello. Desde que habían entrado en aquella lúgubre prisión nadie había cruzado una sola palabra.

A pesar de que el sueño intentaba apoderarse de ella, no bajaba la guardia en ningún momento. Sus enigmáticos ojos marrones registraban cada rincón allí hasta donde le llegaba la mirada. Su cabeza no dejaba de hacerse preguntas, de las que no encontraba respuesta, y de almacenar información. No dejaba escapar ni un solo detalle: ni la gotera en el techo de la celda de enfrente, ni el ladrillo de diferente color situado en la pared opuesta a su cama, ni siquiera que el guardia que rondaba su pasillo era de piel blanca, e incluso le había oído hablar español. Gracias a aquella corta conversación con alguien cuyo rostro no logró ver sabía que aquel hombre no se encontraba allí por gusto propio. Eso la animó un poco y pensó que tal vez él podría darle respuestas, pero no ahora.

También se había aprendido su número de memoria, ella era 170114. En realidad no le había sido difícil pues, casualmente, esos números representaban una fecha muy especial para ella. Recordaba con anhelo aquel viernes diecisiete de enero en el que su vida dio un giro inesperado. Como reclamo a sus plegarias, conoció a un chico que, más que chico, fue como un ángel de la guarda. Él logró en solo una noche algo que ni el más querido de sus amigos había logrado en meses: devolverle la felicidad. Por un día Lidia se había olvidado de todos sus problemas y había vuelto a sonreír de verdad. Esa noche se fue a dormir con el único deseo de volver a hablar con él al día siguiente. Y así es como habían pasado diez espléndidos meses, enamorándose a base de palabras y esperanzas hasta el punto de no querer nada más que poder mirar sus ojos de cerca. Y es que había 400 km que la separaban de Sevilla, 400 km que eran su peor pesadilla. A pesar de todo Fran le había devuelto la vida, a la vez que le había robado el corazón.

Perdida en estos pensamientos, Lidia se quedó dormida con la compañía de las gélidas lágrimas que resbalaban por sus mejillas.

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7 comentarios

  1. 1. Iago dice:

    Hola.

    Me ha gustado tu relato, sin embargo solo como relato. En esta escena se pedía un primer capítulo y la verdad no me convence demasiado un primer capítulo tan “soso”. Hay una buena trama, aunque el tema del campo de concentración se ha usado incontables veces pero el ritmo me parece algo lento, si quieres enganchar a un futuro lector, en mi opinión y para mi gusto, el primer capítulo debería dar algo para que entren ganas de leer, ya sea con algún tipo de explicación muy precaria del motivo que llevó a esa situación o un final del capítulo que haga que este quede “inconcluso”.
    Por lo demás me gusta, podría tener alguna descripción mas, sobre todo de la protagonista (ya que nos acompañará durante todo el libro) pero hay tiempo para ello.
    Sigue así!
    Un saludo

    Escrito el 17 febrero 2016 a las 18:56
  2. 2. Superandoloimposible dice:

    Hola Iago, muchísimas gracias por tu comentario!!! Me ha ayudado mucho, lo retocaré para que sea más entretenido. Nunca había escrito nada sonbre una novela asique la inexperiencia me ha fallado. Muchas gracias por leerme. Un beso.

    Escrito el 17 febrero 2016 a las 21:19
  3. 3. Don Kendall dice:

    Hola colega, Me gusta la historia que planteas. Hay alguna incógnita que inquieta como la piel oscura, pero eso ayuda a esperar por la continuación de la historia. Pero para un primer capítulo falta algo.
    En algunos comentarios a otras u otros compañeros les hacía mención de la Ley O´Neill>/b>
    “Siempre tome al lector por la garganta en el primer párrafo, hunda sus pulgares en su tráquea en el segundo, y sosténgalo contra la pared hasta la línea final.”. Tal como apunta lago en otro comentario es lo que le falta a tu historia. Quizá no hay necesidad de contar tantos detalles. Tal vez merezca la pena en hacer un esfuerzo con los personajes, haciéndolos hablar. Sin que me entrometa en lo que es libertad de creación tuya, creo que el autor/a se coló más de la cuenta en el del narrador. En este caso es un narrador omnisciente y muy tirano que no deja que los personajes discurran libremente si me permites la metáfora.
    En fin, un trabajo que merece la pena desarrollar. Gracias por compartirlo

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 01:18
  4. 4. Superandoloimposible dice:

    Muchas gracias por leerme y por tu comentario Don Kendall, lo tendré en cuenta. Sí, como dije antes, la inesperiencia me ha fallado. Lo trabajaré y modificaré, me ha sido de gran ayuda tu comentario.

    Un beso, colega. 🙂

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 08:18
  5. 5. juanjohigadillo dice:

    Buenos días:
    Felicidades por tu relato. Me gustaría decirte que, como ya te han dicho más arriba, el relato parece inconcluso. Da la impresión de que el final se ha tenido que improvisar. También añadir que noto que le falta algo que enganche para seguir con ganas de continuar leyendo.
    Sigue escribiendo y… ¡Ánimo!

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 09:38
  6. 6. Superandoloimposible dice:

    Muchas gracias Juanjo, me hace mucha ilusión que lo hayas leído y tus consejos. Trataré de aplicarlos.

    Un beso.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 13:39
  7. 7. Nic-Is dice:

    Hola. Tienes una historia muy prometedora. He leído los comentarios anteriores al mío, así que no hay mucho que pueda decir. Como consejo te recomiendo que cuando revises tu texto tengas presente el equilibrio de “mostrar” vs. “contar”.
    Hay varios eventos “contados” en tu capítulo, que tal vez funcionarían mejor “mostrados”.
    Y no te desanimes que “la práctica hace al maestro”.

    Escrito el 23 febrero 2016 a las 00:44

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