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La luna de Baroda - por Midas De Vose

Los bancos de cemento donde estábamos sentados no es que fueran muy cómodos, pero, ¿qué se podía esperar del calabozo de una comisaría?
-Tiene pinta de seminarista pajillero –conjeturó el más delgado.
-No “fideo”, parece cura –le corrigió su acompañante: un rumano que lucía músculos hasta en las pestañas.
-Pues eso –Se reafirmó “el fideo”.
Los dos tipos con los que compartía celda me observaban con recelo mientras elucubraban qué podía hacer yo por allí. Tanto cavilaban que temí que estuvieran rifando algún obsequio de bienvenida y resolví presentarme, pues no ganaba nada en mantener mi anonimato; quizás hasta les cayera simpático y me libraba de las hostias.
-Me llamo Gabriel Valente y soy psicólogo –dije con marcado acento argentino.
-¡Coño, un loquero! –se sorprendió el yonqui-. ¿Y por qué te han trincao…? ¿Por allanamiento de pensadas? –se burló riendo a carcajadas y exhibiendo unas caries del mismo tamaño que los tatuajes de sus escuálidos brazos.
El rumano torció el gesto y pude adivinar en su mirada un pasado repleto de confinamientos en centros de menores y alguna que otra visita guiada en el psiquiátrico de turno. Se me da bien presentir estas cosas en la gente.
-Bueno…, en realidad soy actor –expuse despojándome de mi fingido disfraz.
-Mí gusta el cine -aquella mole humana venida del Este me tendió su enorme manaza y no tuve más remedio que aceptar su doloroso apretón.
-Soy actor, pero me gano la vida como psicólogo –aclaré mientras sacudía mi diestra intentado reactivar la circulación de su sangre.
-O sea que eres un timador –me interrumpió “el fideo”. Me quedé mirándole un par de segundos y asentí elevando los hombros.
-Supongo que sí. Es una historia un poco larga… –Mis compañeros se miraron y deduje de su media sonrisa que no tenían intención de interrumpir mi relato. Bien pensado, mi historia podría resultar un buen entretenimiento, y ni ellos ni yo disponíamos de ninguna distracción que nos evadiera del hastío de la espera.
-De pequeño fui un niño tímido y poco hablador. Me pasaba las horas observando a los demás, escuchándoles, analizando cómo se expresaban, sus gestos… y supongo que ese pasatiempo infantil forjó en mí una extraña habilidad de la que, con el tiempo, he llegado a sacar provecho y que me llena los bolsillos en cuantía suficiente como para pagar el alquiler a fin de mes.
-Al grano, “rubio”, que tienes más palique que un cura con la iglesia llena –se impacientó “el fideo”-, ¿por qué te han entalegao?
-Por un asesinato.
-¡Joder con “el curilla”!
-Que no, que no, que yo no he sido…
-Tranqui, aquí somos todos inocentes, ¿verdad Gica? –dijo el fideo guiñándole un ojo.
El rumano sonrió levemente mostrando la funda de oro de uno de sus dientes y “el fideo” le observó conjeturando cuánto le podrían dar por aquello si estuviera en su poder. Pronto rechazó tan remota posibilidad y decidió proseguir con la escucha.
-Yo estaba donde no debía cuando no debía. Es sólo un malentendido.
-Cuenta lo del asesinato –me inquirió Gica.
-Sí, ¿quién es el muerto? ¿Por qué le diste matarile?
-Que no lo maté –insistí-, ha sido un cúmulo de casualidades desafortunadas.
-Pues desembucha, que nos tienes en ascuas –sentenció “el fideo”.
-Como os decía, me gano la vida como psicólogo, aunque soy actor. Bueno…, o lo pretendo. Antes trabajaba de camarero en un bar de striptease y tanto los clientes como las chicas, después de cada actuación, siempre se acercaban a la barra para que escuchara sus vidas. Les dejaba hablar, les animaba y les daba algún consejo que otro. Podría escribir un libro con lo que me contaron durante esos dos años… Propina a propina fui pergeñando la idea, decidí montar un consultorio psicológico y di vida a Gabriel Valente. El trabajo está mejor pagado y no es muy diferente de lo que hacía en la barra; salvo por las copas, claro. Además, los clientes están muy satisfechos con mis servicios y hasta he empezado a estudiar un poco. En fin…, a documentarme.
-Menudo negociete se había montado el amigo Valente –dijo “el fideo” propinando un leve codazo a Gica. El rumano le miró impertérrito.
-En realidad no me llamo así. Lo de Valente y el acento argentino son pequeñas licencias artísticas.
Miré a mis oyentes. Aguardaban expectantes que la sangre salpicara mi relato y decidí no prolongar más su espera con detalles insignificantes de mi vida.
-Todo comenzó anteayer cuando un cliente, el último de una tediosa tarde, me habló por primera vez sobre la Luna de Baroda…

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6 comentarios

  1. 1. Midas De Vose dice:

    http://midasdevose.blogspot.com.es/

    Aquí os dejo la continuación, por si a alguien le interesa:
    Capítulo 2
    -Dr. Valente, estoy nervioso.
    -Cuénteme. ¿Qué es lo que provoca su ansiedad?
    -Mi trabajo.
    -Debemos examinar aquello que le preocupa y eliminar la causa.
    -¿Y cómo se hace eso?
    -Yo le ayudaré. Para eso estamos acá –Le respondí gentilmente.
    Mi cliente era un experto joyero al que habían confiado la custodia de una hermosa pieza: la Luna de Badora. Un diamante amarillo de 24 quilates en forma de pera que necesitaba urgente reparación, ya que la exposición itinerante a la que pertenecía, la “Diamond Hollywood Divas”, comenzaría en pocos días y sólo permanecería una semana en la ciudad. Aquella joya de incalculable valor, y que perteneciera durante siglos a los Maharajás de Baroda, era el plato fuerte de la muestra. La más codiciada y famosa, ya que fue exhibida por Marylin Monroe en una de sus películas y, de no estar preparada a tiempo, la pérdida de visitantes sería lamentable para la exposición y para los promotores.
    Sin embargo, lo que traía a mi cliente a la consulta, no era tanto la responsabilidad de la reparación en sí misma, sino la extraña maldición que rodeaba al diamante. Y claro, semejante superchería había hecho estragos en la psiquis de un selenofóbico como él… ¿Cómo podría reparar el diamante si ni siquiera se atrevía a mirarlo?
    Mi cliente me relataba todo aquello con un fervor contagioso que dilataba sus pupilas y agrietaba su frente. Tuve que esforzarme al máximo para que se relajara; utilizando para ello las técnicas de sugestión e hipnotismo que aprendí cuando preparé un personaje de mago para una obra. Y tan buen trabajo hice que se quedó dormido. Cuando despertó, la sesión ya había terminado y le despedí satisfecho mientras abandonaba la consulta, sereno y sonriente. Aquella fue la última vez que le vi… con vida.
    Al poco de marcharse, reparé en un maletín de cuero negro que había dejado abandonado a los pies del diván y le llamé por teléfono para advertirle de su olvido. No contestó. Busqué su ficha de paciente para buscar su dirección y, como quiera que no vivía muy lejos de mi domicilio, decidí ir a entregárselo yo mismo, pero al llamar a su puerta tampoco obtuve respuesta.
    Al regresar a mi domicilio, lo encontré muerto tendido en el suelo de mi despacho y justo cuando estaba llamando a la policía, cuando, de repente, un objeto contundente impactó sobre mi sien dejándome sin sentido.

    -¿Y la Luna de Barodía? –preguntó Gica.
    -Baroda –le corregí-. La policía encontró el maletín vacío a mis pies.
    -Venga “rubio”, eso no hay quien se lo trague –protestó “el fideo-. ¿Y por qué tu ropa está manchada de sangre?
    En aquel momento, un agente de policía abrió la cancela de la celda y se dirigió a mí.
    -¡Andando, Valentín! Recoge tus cosas. Te largas. –No pude contener el guiño que dediqué a la diminuta luz roja de la esquina, en el techo.
    Apenas fueron dos días los que estuve allí dentro, pero la estancia en el “Hotel Rejas” me resulto tan grata como la visita a un proctólogo. Tal vez por eso, al salir de la comisaría, inhalé con tal fuerza que hice rebosar mis pulmones del olor de la libertad.
    Todo estaba saliendo tal y cómo lo planeé. Incluso mejor de lo esperado, pues no contaba con que me soltaran tan rápido. Supongo que estando la joya desaparecida, yo era la única pista que tenía la policía y, aunque no tuvieran seguridad sobre mi inocencia, la presión de los promotores de la exposición por recuperar el diamante, y la de los políticos que intentarían evitar que el escándalo del robo les salpicara, hizo que mi liberación se acelerase.
    Encendí un pitillo y comencé a caminar calle abajo sin rumbo definido mientras rememoraba lo que en realidad había sucedido…
    Cuando regresé a casa entré en mi despacho y algo interrumpió mi avance trastabillándome y haciéndome caer de bruces, con tan mala fortuna, que golpeé mi frente contra el busto de Freud que adornaba la mesa de mi despacho. Me sobrepuse como pude del porrazo y recuperé la verticalidad apoyándome sobre el mullido objeto sobre el que estuve unos minutos recostado. Fue entonces cuando reparé en el charco de sangre del suelo y en la identidad de su propietario. Mi cliente muerto y mis ropas manchadas de sangre… ¿cómo podría explicarlo? Tampoco podía huir, ¿dónde podría haber ido? Y los que se cargaron al joyero tal vez estuvieran esperando mi regreso o en la calle…
    Abrí el maletín para cerciorarme de su contenido. El diamante estaba allí: La Luna de Baroda. ¡Era realmente hermoso!
    Un terrible dolor de cabeza comenzó a atormentarme y paradójicamente, entonces lo vi todo claro. La inspiración me llegó mientras masajeaba el chichón de mi frente dolorida. Sólo pude imaginar una salida a mi situación: fingir el robo del diamante, llamar a la policía y rezar para que llegaran antes que los asesinos del joyero. Si todo salía bien, como así fue finalmente, aquella maniobra me proporcionaría el tiempo suficiente para recapacitar sobre cuáles debían ser mis siguientes pasos.
    Lo primero que debía hacer, era averiguar quién tuvo conocimiento de la custodia del diamante por parte de mi cliente. Tendría que ser muy cauteloso pues la policía no me quitaría el ojo de encima. De hecho, ya había empezado a hacerlo, pues ¿qué si no hacían aquellos dos tipos siguiéndome desde que abandoné la comisaría? A no ser que… «¡Corre Valentín, corre!».

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 16:19
  2. 2. Cam dice:

    ¡Hola Midas!!
    Wow, yo quiero leer tu novela, hace tiempo que no leo libros de homicidios o cosas así.
    A mi me ha encantado tu relato,y leí también el segundo capítulo.
    Aunque me hubiera gustado mas descripciones, sobre los otros prisioneros.
    Después hay pequeños pero muchos errores en los diálogos, que estaría bueno corregirlos. Te recomiendo que entres a esto https://www.literautas.com/es/blog/post-10363/como-representar-un-dialogo-graficamente/
    Con eso vas a poder corregir todo conforme a los diálogos.
    Despues creo que hay algunos errores de puntuación. Pero muy pequeños.
    Bueno me encantó tu relato.
    A me olvidaba… Creo que hay que enfatizar ese supuesto acento argentino.
    Espero leer el tercer capítulo (je je)
    ¡Chau!!
    🙂

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 21:49
  3. 3. Midas De Vose dice:

    Gracias, Cam. Es la primera vez que entraba por aquí.
    El texto tiene ya unos años, pero se adaptaba a lo pedido. Leeré lo comentado sb los diálogos. Gracias!

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 08:26
  4. 4. Noemi dice:

    Hola Midas, te comento el ejercicio, después con más tiempo volveré para leer la continuación(no me la quiere perder)Tus personajes aunque planos(que por otra parte es lo que el tono de la voz narrativa requiere) me parecen estupendos, la puesta en escena también,la estructura y dinámica del diálogo, lo mismo tienes un vena cómica muy natural que hace reír espontáneamente. El texto me parece un poco recargado por momentos, lo que le quita fuerza, recorta un poco y te quedará fantástico. Algunas sugerencias:
    ” lucía músculos hasta en las pestañas.”¡buenísimo!me encantan tus imágenes irónicas
    “fingido disfraz” es una redundancia “de su sangre.””elevando los hombros” están demás, traban un diálogo que tiene un ritmo fantástico.”en cuantía suficiente “tienes mucho ingenio pero a veces abusas y recargas el texto.”Lo bueno si poco,dos veces bueno decía mi abuela”y siempre puedes guardar lo que sobra para otra ocasión (dichoso tu)Espero que te quedes con nosotros.Un saludo de bienvenida. Yo estoy en el 110

    Escrito el 26 febrero 2016 a las 19:52
  5. 5. Isolina R dice:

    Hola, Midas de Vose:
    La historia me ha gustado un montón. Y sobre todo me ha atrapado el tono con el que se narra. El humor que destila es fresco, está muy bien.
    Creo que tienes que corregir alguna cosita mínima. Ya te han señalado las rayas y como ya te han puesto el link de Literautas, no te digo más al respecto. Ahí está muy clarito.
    Los apodos deben ir en mayúscula igual que los nombres propios. Las palabras tomadas de otra lengua deben ir en cursiva. Como el formulario no la acepta, debes entrecomillarlas (“estriptease”).
    Me ha encantado tu humor.
    Seguiré leyéndote.
    Espero que mis sugerencias te sirvan.
    Saludos.

    Escrito el 26 febrero 2016 a las 21:59
  6. 6. Midas De Vose dice:

    Gracias, Noemi e Isolina.
    Tendré presente vuestras recomendaciones/sugerencias si me animo a corregir el texto en algún momento. De momento reposará en un cajón hasta que pueda reciclarlo.
    Gracias por la bienvenida. Durante unos meses no creo que pueda participar porque ando enfrascado en mi tercer intento de escribir una novela, pero nunca se sabe…

    Escrito el 1 marzo 2016 a las 10:22

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