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Las flores de mi amigo - por oikos

Las flores le llegaron a las once menos cuarto. Seis flores; rosas. La nota escueta: "Seguro que no te acordarás de mi. Soy tu admirador del colegio secundario. Hernán". ¿Por qué seis? No sé. ¿Presupuesto exiguo? Yo estaba en otra oficina y temblaba pensando cuál sería su reacción a tremenda sorpresa. Seguro que a su esposo no le gustaría nada, eso lo doy por hecho. Pero a estas alturas no puedo no saber lo que ella diría. Yo le había hablado de que teníamos un amigo en común. Este supuesto sujeto la veía a ella todos los días a la salida, cuando ella compartía con la prima de mi "amigo fantasma" la distancia que la separaba del ómnibus a su casa. Mi amigo la semblanteaba con una tierna mirada deseando conocerla, nunca acercándose. Ella, con su simpatía a flor de piel, y sus ojos almendrados, trataba de hacer memoria.
Estar cerca de su sonrisa es algo que extraño, y cada movimiento realzaba su melena y fijaba su tersa piel morena en mis neuronas para ser soñada.
Y ahora, las flores. El único vínculo entre ese admirador pertinaz y ella era yo.
Al final del día, cuando ya ella había dejado su oficina, me acerqué cuidadosamente abrí la puerta y no vi las flores, ni en su escritorio, ni en el cesto de la basura. Yéndome tampoco las vi sobre el escritorio de otra empleada. Pero al otro día llegó a mis oídos que ella pensaba que el misterioso admirador había sido yo, y no su enigmático amigo. Cada vez que la crucé en un pasillo, o cerca del baño, ni siquiera recibí un escueto saludo. Ni su mirada franca y directa al saludar. Un silencio ácido.

¿Por qué me negaba el saludo? Bueno, tiene su explicación. Yo me había excedido en el pasado en halagar esos ojos hechiceros, y comentarle por facebook que si yo tuviera 20 años menos nadie podría competir conmigo por su amor. El facebook se bloqueó aunque hoy sea yo un león herbívoro. Al marido, claro, no le hizo mucha gracia, y ya no pude seguir cosechando frutos de su sonrisa, ni su simpática mirada cómplice. Todo un despropósito. Maté una historia que nunca hubiera sucedido. Y el poeta ya lo dijo, "No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió". Una historia mínima, ¿verdad? La misión del escritor no es relatar grandes acontecimientos, sino hacer interesantes los pequeños.

Entonces, era yo el sospechoso perfecto. Esas flores tenían que ser del desquiciado enamoradizo, casado, padre de tres hijos, 55 años y una pena sorda.
Esa tarde lluviosa me la crucé en el pasillo que iba al archivo. En semipenumbra, en medio de paredes desconchadas, puertas averiadas y chillonas ella me miró a los ojos, y yo torcí la mirada.
«¿Qué pretendías al enviarme esas flores la semana pasada?»
Me vi forzado a mirar esos ojos oscuros agazapados en ese ambiente asfixiante.
«No recuerdo haberlas enviado» dije, palideciendo como si un fantasma me hablara.
Se apoyó en el dintel de la puerta con autosuficiencia estudiada, y con media sonrisa de esas que saben que tienen al toro por los cuernos afirmó tajante,
«Los dos sabemos que ese amigo "mío barra tuyo" no existe más que en tu imaginación galopante de persona que no encuentra su lugar»
"El lugar lo encontraría junto a ti, pero llegué más temprano que tu a este mundo" pensé y en tren de confesión dije sin permitir que se atragantaran las palabras, «No desestimaría tan rápido al "amigo"…», deseando con urgencia que el tal se corporizara más allá de mi imaginación borgeana. Que con un beso le tapara la magia de esos labios que me tenían al borde del knockout.
Estefanía se dió media vuelta como queriendo irse, pero me acerqué un poco más y la besé. Por un momento sentí que sus labios eran esa frontera por la que no puedo pasar.
Olvidé qué aspecto tenía, qué sensación producía, cómo olía, mientras penetraba cada vez más profundamente en la noche de la caverna insondable. La seguía hasta el agujero más profundo de su ser, hasta el osario de su alma, hasta el aliento que todavía no había expirado de sus labios. Busqué incansablemente a aquella cuyo nombre no estaba escrito en ninguna parte, penetré hasta el altar mismo y no encontré nada.

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4 comentarios

  1. 1. K.Marce dice:

    Saludos Oikos (o José)
    Gracias por sugerirme pasar a leer tu relato y por comentar el mío.
    Me ha llamado mucho la atención de tu forma de escribir, sobre todo por no usar los guiones, sino las flechas españolas. Esto es un buen cambio a lo que estamos acostumbrados.
    No sé, pero me ha costado un poco meterme en la cabeza del narrador/protagonista, sus descripciones me son un poco ambiguas, subrealistas; pero sí he entendido, que todo es producto de su imaginación, que su amigo en efecto es él mismo, o he caído también en el prejuicio por sus argumentos iniciales y antecedentes.
    Tengo duda si siendo el mismo el narrador/testigo sus pensamientos o reflexiones narrativas no vayan entre comillas, así que no sé si he extrañado esto por razones equivocadas.
    Creo que la historia rondaría la novela romántica, a menos que se transtorne en una obsesión/acoso y sea un thriller/suspenso. Yo no tengo preferencia por el romance, así que tendría que ver en que terminará desarrollandose la hostoria…
    ¡nos leemos!

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 00:45
  2. 2. José Nuñez dice:

    Gracias K.Marce!!! Me alegro que lo hayas entendido, tenía mis dudas de que se podría entender. Gracias, otra vez.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 17:22
  3. 3. Crispín Silva Muñoz dice:

    Me gusta mucho tu narración. Sumamente poética hacia el final y parece como si al concretar el beso y romper esa frontera la realidad lo decepcionó.Pregunto yo. Muchas felicitaciones

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 19:06
  4. 4. José Nuñez dice:

    Pues, te agradezco Crispin Silva. Realmente el beso lo decepcionó, ¡¡¡vaya a saber a lo supo ese beso!!! Gracias.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 17:36

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