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LA NOCHE DE LOS CRISTALES ROTOS - por Concepción Moreno Mprales

Un espléndido día del mes de junio de 1930, el joven Max Liebster deleita a sus padres con esas buenas notas que lo llevarán a la Capital a cumplir el deseo soñado de llegar a ser un buen especialista en medicina. Sus veinte años de vida transcurren en la ciudad natal de su padre, Auschwitz. Toda una vida repleta de ilusiones se extiende hacia un horizonte sin fronteras, donde ese mágico año le abre sus puertas de par en par, dando rienda suelta a una nueva aventura que lo llevará a ver realizado el sueño persistente de su feliz infancia.
El ajetreo de su nueva vida diaria, le mantiene ajeno y completamente neutral a todo movimiento político que pulula a su alrededor sin apenas percibirlo. Tan absorto está en sus asuntos, que no llega a discernir la gran tormenta que traen aquellos nubarrones políticos. Su sueño se va haciendo realidad, como de un proyecto bien dibujado que se fuera plasmando en cada paso. A finales del 1938 a punto de completar su obra, el pogromo que llego a conocerse como “La noche de los cristales rotos” hizo pedazos también todo su sueño.
Aquellos nubarrones pasajeros, se convirtieron en una cruel tormenta, viéndose inmerso en un mar violento en el que sus aguas quedaban envueltas en sucias algas de odio, cambiando su maravilloso sueño en la peor de las pesadillas, terminando de nuevo en el lugar de donde salió. Auschwitz, ciudad natal de su padre alemán, casado con una bella judía, matrimonio sencillo, tremendamente feliz, culminando su felicidad al nacer Max. Siendo un hijo respetuoso, del que sus padres no podían contar queja alguna, aunque sí graciosas travesuras. Jamás podría haber pasado por sus mentes, que ese niño, en lo mejor de su vida pudiera contemplar en su espléndida juventud, el Plan nazi de exterminio de los judíos europeos, entre ellos sus queridos padres. Desde su propia incredulidad, viéndose convertido en protagonista de ese virulento antisemitismo en aquel Campo de Concentración donde gastaría su ya rota vida.
La imaginación se empobrecía ante la realidad, ninguna imaginación infantil o humana podría haber imaginado nunca esa verdad. Cada vez, que como sacos de basura eran cargados en camiones, Max se despedía de la vida, pero su agonía se alargaba al ser descargado en otro nuevo Campo de Concentración.
El camión hizo su parada en Neuengamme. Sacaron los cadáveres que murieron en el trayecto, ahora pudieron sentarse más cómodos, pero duró poco, una enérgica voz gritaba.
––Fuera, Fuera.
Cuando su total esperanza desgastada, su esquelético cuerpo y ojos hundidos en sus cuencas huelen a cadáver, y sus piernas no le sujetan, comienza a descubrir un nuevo fenómeno.
Esa mañana, en la fila del obligado paseo por el patio, observa un grupo de prisioneros con distintivos diferentes. Sus trajes lucen un triángulo purpura. Un guardia de la SS lo empuja con brusquedad y le manda caminar, se tambalea cayendo encima de un hombre, con esfuerzo se aparta de él convencido de que también le insultara, en su afán de apartarse de él, su mirada se detiene en la de su obstáculo, pero la expresión de sus ojos era risueña, le sorprende la forma de hablarle, ya que en varios meses no había escuchado ni una sola palabra amable, había sido humillado y estaba a punto de derrumbarse por la expectativa que le esperaba. Sin embargo ese hombre irradia serenidad. Debe ser nuevo aquí. Pensó, no debe saber dónde está, ni ser consciente del lugar donde nos dirigen.
Varios guardas, rompiendo filas, los empujan de dos en dos metiéndolos en unas jaulas de madera con barrotes, que permanecían erguidas junto al muro del patio, como si de animales salvajes se tratara. Max se siente reconfortado por el compañero que le había tocado, le sorprende escucharle hablar en alemán. Lo cierto es que resultaba raro y confortable, ese nuevo viaje resultó en un bálsamo para sus heridas. Él no era judío, ni mestizo, ni criminal, ni disidente político. Era un hombre normal, su conciencia no le permitía adorar a nadie sino a Dios. Su mal radicaba en haber rehusado unirse al partido nazi, y se negaba a dar el saludo con el brazo levantado, Heil Hitler.
––Yo soy judío.––dijo Max. ––De madre judía, mi padre recitaba oraciones en yiddish, observamos el Sabbath, seguíamos el Talmud, pero ahora me pregunto ¿Dónde está nuestro Dios?¿Por qué permite esto?
––“La salvación la traerá el Mesías” ––dijo el hombre.
Max se sobrecogió al oír a un cristiano hablar del Mesías.

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5 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Concepción:
    Como me pasa con todo lo que se refiere al nazismo y los judíos, me imagino una novela angustiosa y opresiva, en la que el compañero ocasional de Max aportará algo de luz y esperanza.
    Acerca de este primer capítulo, me permito algunas observaciones:1-Falla la continuidad en los tiempos verbales. Toda la primera parte está en presente, y desde “En 1938…” vas a pretérito; es como si se hubiera dado vuelta el reloj. 2- Tus párrafos son excesivamente largos; se alivianarían úsando más puntos y menos nexos (que, los cuales); también es importante dosificar la información, que a veces resulta muy extensa.
    Mucha suerte. Adelante.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 17:34
  2. 2. CARMELILLA dice:

    Hola Concepción:
    De acuerdo con lo que apunta Beba.
    El texto para mí ha sido muy denso, demasiadas explicaciones y poca trama que deje al lector con la seguridad de que la continuación del capítulo va a ser realmente interesante y le invite a no perdérselo.
    Acortando párrafos y frases (problema que yo todavía no he resuelto)y ofreciendo acción y algo de misterio sobre la trama resultaría más provocador.
    Buen trabajo y a seguir participando que con ello iremos ganando destreza.
    Saluditos.

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 20:03
  3. 3. Leosinprisa dice:

    Hola, Concepción.

    Hay algunas palabras que has puesto en mayúscula que no creo deban llevarlas: Capital, Plan, Campo de…, las mayúsculas son apropiadas para nombres (que pueden ser muy variados y la lista abarcaría un montón de ejemplos), tanto geográficos, como de divinidades, épocas históricas y muchos más. Yo los pondría por tanto con minúscula.

    En cuanto al resto, las compañeras han puesto cuanto podría decirte sobre otros aspectos de tu escrito.

    Me parece un buen escrito, donde desarrollas la vida de una persona que se ve abocada al maquiavélico plan nazi de exterminar a cuantos consideran apropiados. Sobre todo encuentro muy esclarecedor el final, aunque parezca angustioso.

    Ha sido un placer leerte. Un saludo.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 12:29
  4. 4. Carolina dice:

    Hola Concepción la verdad que las historias de los campos de concentración generalmente, son tristes pero debo en los últimos párrafos el protagonista da un giro al comenzar a tener esperanza y se plantea también la problemática de la ideología, que es muy interesante.
    Creo que hay algunos errores ortográficos, confusión en los tiempos verbales y si bien es una historia interesante, abundan muchas descripciones que hacen al texto tedioso. Me parece que la inclusión de diálogos ayudaría mucho para que fuera mas dinámico.
    Saludos!

    Escrito el 22 febrero 2016 a las 05:40
  5. 5. Conchi dice:

    Muchas gracias Beba, Carmelilla,Leosimprisa,Carolina:
    “Lo breve y bueno dos veces bueno”. Pero esto es mas difícil de lo que parece,cuando vas escribiendo todo parece que va bien, lo he leído dos veces y no entiendo porque no me di cuenta de estas cosas.
    Es muy necesaria la crítica. agradezco mucho la vuestra .
    Felicidades a todas vosotras.

    Escrito el 23 febrero 2016 a las 08:45

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