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Los Escribas del Templo - por Fernando Caporal

La estridencia del sonido del teléfono celular rompió brutalmente el silencio. A través de las cortinas blancas, la luz del sol penetró con suavidad, iluminando los pies de la cama y la puerta cerrada de la habitación; las persianas bajas por la mitad no permitían que la mañana los despertara antes que el celular. Desde abajo de las sábanas, el brazo de Gonzalo se movió con la misma brutalidad que el sonido del teléfono. Sin mirar, tanteó la mesita de luz y alcanzó a tocar la pantalla, así el diabólico aparato dejó de destrozar el pasivo silencio para darles al menos unos minutos más de descanso.

Antes de que volviera a sonar “Thunderstruck” de AC/DC —Gonzalo era un fanático de la banda de rock y se despertaba con ese tema—, se sentó en la cama. Apoyó los codos sobre las piernas sosteniendo la cabeza con las dos manos, y se quedó así durante unos minutos, necesarios para cobrar fuerzas. Entre sueños, Lorena se dio vuelta e intentó abrazarlo; al sentir que el lado de la cama estaba vacío, abrió lentamente los ojos y lo vio sentado. Despertó con lentitud, pero logró tomar consciencia y activarse más rápido que él. Siempre sucedía así, por las mañanas ella se despertaba con más facilidad que su marido, y terminaba levantándose primero a preparar el desayuno para los dos. Mientras que Lorena fue a la cocina, Gonzalo tomó al pequeño Alan —quien al sentir las manos de su padre le sonrió con felicidad— y luego del baño matinal, lo llevó a la cocina para que su mamá pudiera alimentarlo. Así, mientras Lorena le dio el pecho al bebé a la vez que tomó su desayuno, Gonzalo tragó la taza de café de golpe, tomó el bolso con la computadora y salió a la calle con paso acelerado rumbo al trabajo, antes que su esposa, como sucedía habitualmente.

Cada mañana se repetía la escena. La autopista congestionada volvió a generar la impaciencia de los mismos obstinados. Otra vez tuvo el deseo de insultar a los que tocaban bocinas inútiles, pero se contuvo. Encendió la radio y la música tapó en parte los sonidos del exterior del automóvil. Luego comenzaron las noticias: “Choque en la autopista que va hacia el norte en el kilómetro 53, dos carriles reducidos”, “La temperatura para hoy será de una máxima de 31° con probabilidades de chaparrones hacia la tarde”, “El gobierno extraditará hoy al ‘Regente’; el ex mandatario norteamericano —así apodado— que se exilió en nuestro país hace 5 años, será sometido a juicio la próxima semana en Washington, acusado de conspirar contra el sistema político de los Estados Unidos”.

Fastidiado, cambió la frecuencia de la radio, buscando una emisora que no transmitiera ningún noticiero. La mañana rutinaria que lo llevaba a la oficina, solía agobiarlo bastante. Pronto llegaría a su escritorio, y luego de conectar la computadora, comenzaría a leer una cantidad enorme de mails. Durante el resto del día debería ocuparse de solucionar problemas inexistentes de los clientes de la compañía, aquellos que reclaman soluciones inimaginables, tan solo para justificar el salario que cobran a fin de mes.

La cola de automóviles avanzó algunos metros, y sabiendo que el tránsito continuaría atestado por un buen rato, Gonzalo logró correr el auto y estacionarse sobre la banquina. El aire acondicionado encendido mantenía el interior del auto en una temperatura agradable. Con paciencia practicada a diario, se reclinó sobre el asiento, cerró los ojos y se dispuso a descansar unos minutos más. Enseguida la mente comenzó a mostrarle cientos de imágenes que pasaron a gran velocidad; las líneas de código del software que debía terminar, la boleta del seguro del auto que vence hoy, los pechos de la cajera de la aseguradora… Y súbitamente, la imagen de una mujer adolescente, desnuda, sucia y lastimada, corriendo desesperada a través de un bosque sombrío y pantanoso, con la sensación de ser perseguida; la mujer sostiene en las manos un ramo de crisantemos, a los cuales se aferra con más vehemencia que a su propia vida, la cual parece estar en peligro, y por esa razón huye.

Gonzalo despertó sobresaltado, agitado y transpirado, aun sintiendo en la piel el miedo de esa jovencita como si hubiera corrido él mismo esa carrera enloquecida por la supervivencia. Con dificultad, poco a poco fue recuperando el sentido de la ubicación; la pesadilla recurrente solía transportarlo lejos de sí, llevándolo a un tiempo y lugar incomprensibles.

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5 comentarios

  1. 1. Lesly Bosco dice:

    -”cobrar fuerzas”: Es utilizado con más frecuencia “recobrar fuerzas”, por lo que creo que sería más correcto. De todos modos, aunque se entiende lo que quieres decir la acepción no es la misma.
    -“La autopista congestionada volvió a generar la impaciencia de los mismos obstinados.”: Me parece una frase inconclusa, se entiende pero añadiría “de siempre” o algo así. A parte, más que obstinados creo que son resignados…
    -”mantenía el interior del auto en una temperatura agradable”: Es “a una temperatura”.

    Creo que incluso como relato único funcionaría. Como principio de una novela la parte de la autopista se hace monótona. Si hubiese algo más de dinamismo aunque no llegue a pasar nada hasta el final invitaría a seguir leyendo, pero si fuese un capítulo, que suelen ser mucho más largos, se haría eterno. Aunque entiendo que a lo mejor quieres mostrar un cambio en la vida monótona de una persona que está a punto de cambiar metiéndose en una aventura. Pero como lectora que no quiere pensar en lo que pasa no lo vería así. Simplemente creo que falta un punto de intriga al principio.
    El reto está conseguido porque generas la intriga necesaria para querer saber más, quien es esa chica y por qué sueña con ella etc…
    Me gusta la historia, por supuesto lo que muestras y el título parecen interesantes, y me gustaría saber más después de haber llegado al final, me falta que me enganche el principio.

    Saludos

    Escrito el 17 febrero 2016 a las 20:32
  2. Enhorabuena Fernando, me he acercado a tu relato por el título, ya que estoy leyendo la historia de José y sus hermanos de Thomas Mann, y estoy viendo muy próximo en tu novela como se rompe la monotonía y te metes de lleno en esa pesadilla. Tienes una gran facilidad para narrar, tus personajes son sencillos, creíbles, con un poco de imaginación nos puedes transportar a la época que quieras. Un abrazo.

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 10:57
  3. 3. Leonor Cuevas Martín dice:

    Hola, Fernando:
    Me ha gustado tu historia y cumples el reto del cliffhanger perfectamente.
    Sería bueno tener una frase inicial que enganchase más y creo que la historia se presta a que en vez de comenzar con el sonido de un móvil, cosa es que bastante habitual, comience con la pesadilla recurrente que parece que tiene el personaje (es solo una opinión).
    No tengo nada más que añadir. Me gusta como escribes. Entiendo que no eres de mi zona por las palabras que utilizas.
    Si tienes tiempo y quieres comentarme, te lo agradezco de antemano. Soy el 160.
    Un saludo

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 16:37
  4. 4. Caciba dice:

    Hola, Fernando.

    He leído maravillosos libros que no enganchan en el primer capítulo ni en las cien primeras páginas (“Bomarzo”, Manuel Mujica Láinez). Yo no lo considero muy importante. El capítulo no es largo y sí acaba con un cliffhanger.
    Aprovechas en él para presentarnos al protagonista, tanto en su vida familiar como retazos de su vida laboral. Le muestras viviendo una vida cómoda, ordenada y rutinaria. En cambio, termina con una escena angustiosa, que rompe esa monotonía. Se abren muchas posibilidades a partir del segundo capítulo.
    Sí me ha gustado y me gustaría saber qué ocurre a continuación. Yo seguiría leyendo ☺.

    Un saludo.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 21:04
  5. 5. Fernando Caporal dice:

    Hola, buenas noches, gracias a todos los que se tomaron el tiempo para comentar mi primer capítulo. Es el comienzo de una historia que vengo postergando hace tiempo, y gracias a la propuesta de éste mes me animé a comenzarla. Gracias por los amables comentarios y también por las sugerencias, como siempre, enriquecedoras.
    Prometo pasar por los relatos de cada uno, y dejarles un comentario.
    Leonor, soy de Buenos Aires, Argentina, el texto quizá tiene expresiones locales, no sé si eso incomoda o sería preferible un español neutro, para todos los lectores de distintas zonas del globo.
    Gracias.

    Escrito el 22 febrero 2016 a las 00:52

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