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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Prologo - por Diego Manresa Bilbao

Pese a la felicidad que sentía en ese momento, se estaba empezando a impacientar y a sentirse intranquilo por su tardanza.

Sin embargo, el marco en el que se encontraba era incomparable. El mítico Café Gijón de Madrid, del que tanto había oído hablar; y del que tanto le contaba su prima- lejana, eso sí- Margarita en las largas cartas que se llevaban enviando desde empezaron a intimar el pasado verano en Sangenjo; esa villa costera donde ella pasaba el mes de agosto y en la que, tras muchos veranos de indiferencia mutua, Margarita le dio el primer beso hace seis meses y acordaron que, una vez hechos los preparativos familiares, el acudiría a Madrid para que contrajeran matrimonio.

Y allí se presentó, con tan sólo una maleta, llena de aquellas cartas en las que Margarita le contaba lo que le echaba de menos y las cosas que harían juntos una vez se encontraran en Madrid, en aquella cita prenupcial en el Café Gijón.

Y, a pesar de que Margarita se estaba retrasando, no es posible imaginar la ilusión que sentía estando allí. Él, un joven de provincias, con los estudios de abogacía recién concluidos, junto a todas esas personas importantes en aquel mítico local. Podía ver, entre las nubes de humo que formaban los cigarros del repleto local, una tertulia de intelectuales en la esquina del café. No podía estar muy seguro, pero por los retratos que había visto, le pareció que allí estaban Pérez Galdós y Valle-Inclán en animada cháchara con alguien que podía ser el célebre médico Santiago Ramón y Cajal.

Lo habían planeado todo en la correspondencia que mantenían desde verano. Una vez casados, él entraría a trabajar en el despacho de abogados del padre de Margarita, primo de su padre; un tipo muy arisco y duro con su futuro yerno, pero recto y honesto. Le hacía mucha ilusión trabajar allí; tanto por la calidad del despacho como por los rumores que siempre había oído en su familia de que su tío -lejano, eso sí- también se dedicaba a la investigación de asuntos turbios que sucedían en el submundo madrileño, a modo de un Sherlock Holmes patrio.

Era su plan de vida perfecto. Dentro de un año y medio, cuando el Siglo XX entrara en todo su esplendor, esperaba tener una familia y una buena posición en la capital.

Cuando llevaba más de tres cuartos de hora esperando, tras haber terminado su segunda copa -para ser sinceros, tercera- de anís, uno de los tertulianos de la mesa de la esquina se levantó y, con paso decidido, se acercó a él.

– Disculpe, caballero ¿no será usted, por casualidad, Luis Brey?
– Sí señor, el mismo- contestó Luis, asombrado de que aquel hombre con gafas redondas, tan alto y con tanta pinta de intelectual le hubiera reconocido en ese preciso lugar; a él, que era un don nadie en esa ciudad.
– Me lo he imaginado; la señorita Margarita Atienza me dio su descripción. Dejó esta carta para usted.

Cogió el sobre, y cuando acertó a decir “Gracias” aquel tipo ya estaba yéndose corriendo del café.

Lo que leyó en la carta no hizo otra cosa que alarmarle:

“Querido Luis,
Por motivos que no me son fáciles de explicar, no puedo acudir a nuestra cita, y por lo tanto, he de anular nuestro compromiso matrimonial. Lo lamento de corazón; y si bien no espero que lo entiendas, sí que lo respetes, y que, por favor, NO TRATES DE BUSCARME, ni recurras a mi padre BAJO NINGÚN CONCEPTO. Siento muchísimo que hayas hecho el viaje desde Galicia para nada, y te deseo la mayor de las suertes.
Con todo mi afecto,

Margarita”

Lo que leyó le alarmó, más que por lo que ponía, que era ya más que suficiente para llenar de tristeza su corazón; por cómo estaba escrito. Había, como mínimo, dos cosas muy raras en la carta que Margarita le había enviado a través de ese desconocido.

Una era la estricta prohibición de que acudiera a su padre, cuando en su correspondencia siempre refería a la ayuda que el señor Atienza y sus acólitos le podían brindar en la ciudad.

La otra era el hecho de que Margarita, en las amorosas cartas que llevaban escribiéndose desde verano, siempre había cometido la frivolidad de utilizar un corazón para puntuar la “i” de su nombre. Esta vez no había sido así, y Luis se preguntaba por qué.

Sólo había una persona que pudiera resolver sus dudas…

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10 comentarios

  1. 1. Nic-Is dice:

    Hola Diego.
    Me ha gustado mucho tu capítulo. Me atrapó desde el principio, y me dejó picada. Creo que el reto del mes te ha quedado muy bien.Felicidades. Sigue así.

    Escrito el 17 febrero 2016 a las 21:22
  2. 2. Frida dice:

    Hola Diego.No sé porqué, pero desde el principio me estaba oliendo que Margarita no iba a aparecer en el café. Eso sí, el final del relato me evoca una aventura estilo Indiana Jones con damisela que rescatar de por medio, pero en España.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 01:12
  3. 3. Melisa dice:

    Hola, Diego.

    Me gusta la estructura de tu capítulo. Los párrafos son concisos y tienen un sentido dentro claro.

    En cuanto a la historia en sí, es muy interesante. Me gusta cómo construiste la identidad de Luis, un hombre un poco inocente que se permite maravillarse por todo.

    El reto del mes también está logrado, ¿quién será esa persona que puede ayudarlo? ¿el padre de Margarita? Habrá que seguir leyendo… 😉

    ¡Saludos!

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 15:22
  4. 4. Peter Walley dice:

    Hola Diego,

    Esto sí que es el principio de una novela, enhorabuena. Me ha gustado cómo has ido plantando semillas sobre lo que sería la continuación (el trabajo misterioso del padre de Margarita, por ejemplo). Dejas al lector con la miel en los labios, espero que lo continúes.

    ¡Ah! Y Luis Brey existe. Me sonaba el nombre (pensé que sería un pariente de Mariano Rajoy Brey, eso sí que sería un giro para la historia), pero resulta que investiga en física de partículas…

    Un abrazo

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 22:45
  5. 5. Luis Ponce dice:

    Hola Diego: perfecto para empezar una novela.
    Me han gustado la ambientación y los personajes en el Café Gijón, podría parecer rebuscado, pero le da una cierta categoría a la narración y la saca del lugar común. Me gusta el lenguaje y el ritmo cadencioso que ha ido tomando.
    Se me viene una pregunta:¿En la literatura española no hay un personaje, detective o investigador de la talla de Sherlock Holmes?
    Soy del otro lado del charco y no me suena alguno.
    La intriga queda suelta y las pistas nacen en la mente de los lectores, de eso se trataba el reto.
    Felicitaciones.
    Te seguiré leyendo.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 01:29
  6. 6. Dante Tenet dice:

    Hola Diego.

    Muy bueno tu relato, el gancho deja todas las ganas de leer mas.

    y es de los mas completos, para tomarlo como el primer capitulo de un libro.

    Nos estamos leyendo

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 05:11
  7. 7. DavidRubio dice:

    Hola Diego,
    Un gusto volver a leerte.
    El texto tiene todos los ingredientes para atrapar, objetivo cumplido. Una ausencia, un misterio, cronológicamente cerca de un cambio de siglo, se me viene a la cabeza espiritistas, románticos… Muy bien.
    A nivel formal te dejo estos apuntes:
    1. … se estaba empezando a impacientar y a sentirse intranquilo por su tardanza.(impacientarse es sentirse intranquilo, es redundante y, siendo el inicio de la historia, no es conveniente.
    2. “el marco en el que se encontraba era incomparable.” Esta frase es cliché, conviene evitarlos en lo posible.
    3. “su prima- lejana, eso sí-“, iría la raya y un espacio para separar prima de -lejana.
    4. “no es posible imaginar la ilusión que sentía” el tiempo verbal sería en pasado, de todas formas esta frase es trillada, mejor mostrar al personaje en acción. Además en el siguiente párrafo se habla de nuevo de la ilusión que le hacía el trabajo.
    5. “más que por lo que ponía, que era ya más que suficiente” esta frase habría que rehacerla y eliminar un más.

    Buen texto.

    Saludos

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 18:07
  8. 8. Juana Medina dice:

    Hola Diego,
    Ante todo muchas gracias por pasarte por mi capítulo y por tus alentadores comentarios.
    Aquí estoy, devolviendo la visita (somos tantos que siempre quedo atrasada) y encantada con lo que he leído.
    No soy española, sin embargo desde las primeras frases me encontré en el Madrid del siglo XIX. Son lenguaje y ambientación absolutamente coherentes con la historia. En cuanto a las consignas: cumplidas con creces.
    David ha señalado lo que puede mejorarse. Ahora quiero seguir al alarmado Luis por quién sabe cuantas peripecias.
    Nos seguiremos leyendo

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 20:04
  9. Gracias por pasear por el ring de mis desvelos, te cuento un poco lo que he visto mejorable en el tuyo en el 1 párrafo: Sin embargo, el marco en el que se encontraba era incomparable. El mítico Café Gijón de Madrid, del que tanto le contaba Margarita -su prima lejana, eso sí- en las largas cartas que se llevaban enviando desde que empezaron a intimar el pasado verano en Sangenjo, la (esa) villa costera donde ella pasaba el mes de agosto y en la que, tras numerosos (muchos) veranos de mutua indiferencia, ella le dio su (el) primer beso hacía ya (hace) seis meses y acordaron que, una vez hechos los preparativos familiares, él (el) acudiría a Madrid para (que contrajeran matrimonio) casarse. Luego yo quitaría las otras repeticiones que endurecen un poco la lectura, tío -lejano, eso también-, eliminado el subsiguiente también. Los corazones aparecen tres veces y dejaría el último, pues es el leitmotiv del relato, ya que nos da una pista para el sabueso, que en España sería uno de tipo Plinio, de Tomelloso, o el catalán Pepe Carvalho. Aunque habría un desfase en el tiempo en el que narras esta estupenda acción.
    Enhorabuena Diego. Un abrazo.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 15:58
  10. 10. Ratopin Johnson dice:

    Hola Diego,
    La historia es muy interesante y engancha, y has conseguido recrear bien la atmósfera. Uno lo lee y se sitúa en el café, incluso en la época, en esa España de finales del siglo XIX.
    Como te decían “el marco en el que se encontraba era incomparable” suena demasiado manido. Antes al principio “se estaba empezando a impacientar y a sentirse intranquilo por su tardanza.”, a mí me resulta mejor “estaba empezando a impacientarse y después de unos minutos se sentía intranquilo por su tardanza”. No se, algo así, es que creo que las frases con verbos pronominales tan seguidos no quedan muy bien
    “el acudiría a Madrid para que contrajeran matrimonio.” Ese “para que” me suena raro también. Quedaría mejor “para contraer matrimonio”, o “con el fin de contraer matrimonio”, o creo que simplemente “para casarse”.
    Por cierto Brey es el segundo apellido de Rajoy, ¿no?

    Saludos, nos leemos

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 19:43

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