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A Orillas del Amor - por Crispín Silva Muñoz

A Orillas del Amor

Capítulo I

Ha concluido la misa de cuerpo presente y cuatro hombres, entre ellos el tío Guillermo, toman el ataúd y lo elevan a la altura de sus hombros. Comienzan a salir del templo. Un monaguillo vestido de medio luto, portando un astil terminado en cruz y luego el cura con sotana blanca y estola morada, presiden el cortejo fúnebre mientras se escucha el sonido quejumbroso de las campanas. Son las cuatro y media de la tarde. El sol y la luminosidad de la hora, provoca que la gente entrejunte las cejas y eso confiere a los rostros de todos los presentes un rasgo de mayor seriedad y tristeza. La brisa cálida de Capatárida, que sopla en dirección al cementerio, abre los cabellos y hace que las faldas se adosen a las pantorrillas de las mujeres que acompañan el féretro.

Se puede decir que casi toda la población integra el cortejo fúnebre. Ha muerto la respetada maestra del pueblo Horocia Pineda Navarrete y están presentes sus ex alumnos, que han configurado una especie de callejón de honor a la salida de la iglesia y luego se turnaran para conducir el ataúd. Nadie los cuenta en estos momentos, pero son más hombres que mujeres. Uno de ellos es un joven de nombre Domingo Hernández, quien mientras camina, ha mirado varias veces a la hija de la maestra fallecida. Cuando le toca el turno para llevar el cuerpo, la busca de nuevo con la mirada, pero la muchacha no se da cuenta.

La mayoría de las mujeres visten de negro, van cargadas con sus lutos propios y ajenos. A los cuales sumarán ahora la pérdida de aquella mujer un tanto ermitaña, que sólo salía de su casa para ir a la iglesia. Sin embargo la habían visto nacer, crecer, hacerse maestra, casarse con su primo hermano y concebir aquella única hija, que ahora marchaba con sus apenas catorce años de edad, vestida con falda negra y blusa blanca; en una especie de medio luto, que tal vez simbolice la albura de su alma juvenil e impetuosa, colocada frente a la oscura presencia de la muerte de su madre. A su lado va Ana María, esposa de su tío Guillermo y sus tres hijas. Son los familiares más directos de Luz Marina.

Todos han hecho el recorrido. Ahora están alrededor de la fosa y los sepultureros hacen descender el cuerpo hasta el fondo de la misma. En ese momento Concepción, una mujer que la muchacha conoce bien porque la había visto muchas veces en su casa, se le acerca, la abraza de costado, le acaricia el cabello y le dice:-Quiero hablar contigo. Luz Marina le responde asintiendo con la cabeza mientras observa como los sepultureros derraman en la fosa, las últimas paladas de aquella tierra de color ocre, arcillosa y caliente que sepulta también los últimos claveles blancos lanzados por los ex alumnos de la maestra.

Y en ese momento la muchacha le arrebata la pala a uno de los sepultureros, toma una porción de tierra y la deja caer sobre la fosa como homenaje final y despedida a la mujer que había sido su madre.

Con esa acción consigue llamar la atención de toda la gente presente y se hace más patética su presencia. Por un instante parece como si hubiera levitado y estuviese por encima de todos los demás, porque en ese momento ella es la imagen misma de la desolación. No hay nada más triste que una niña huérfana.

Luz Marina no se da cuente; no lo presiente, quizás nunca llegue a deducir que fue esa tarde cuando comenzó para ella, todo un rosario de pérdidas.

Crispín Silva Muñoz.

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6 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Crispín, comienzo anotándote dos cosas.
    *-<> En esta frase tienes dos opciones, o bien tras los dos puntos pasas línea y comienzas con el diálogo:
    ─Quiero hablar contigo. ─Luz Marina le responde asintiendo con la cabeza…
    O por el contrario, tras los dos puntos a parte abres comillas:”Quiero hablar contigo”. Luz Marina le responde asintiendo con la cabeza…

    *<>. Aquí sería cuenta.

    El relato en sí resulta fúnebre, tiene tintes de oscuridad. La desolación y tristeza están muy bien imprimidas; para mi gusto sobran algunos nombres, como el de la parroquiana Concepción, o el de Ana María, la esposa de Guillermo, creo que en este capítulo nada aportan, aunque no sé, quizás sean importantes para el venidero, pues creo que aportan confusión, son demasiados nombres con los que quedarse en un primer capítulo, cuando en realidad los que semejan ser los más relevantes son los de Luz María, el tío Guillermo y el de Domingo. Sacando ese detalle me ha gustado cómo has narrado ese cortejo fúnebre.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 11:44
  2. 2. Crispín Silva Muñoz dice:

    Gracias Frida. Me parece correcta tu observación.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 12:37
  3. 3. Caro dice:

    Hola Crispín.

    Me parece que has sabido dibujar la atmósfera muy bien: triste, oscura, hasta los rayos del sol molestan a la gente. Además, presentas a los personajes y dibujas los primeros esbozos de la difunta y su repercusión en el pueblo, así como la soledad de la que parece ser que podría ser la protagonista. El reto lo has cumplido, con la última frase haces que el lector se pregunte cuáles son esas pérdidas y qué pasará en adelante.

    Por otra parte, concuerdo con las correcciones de Frida en cuanto al diálogo y añado otras dos:

    -“Y en ese momento la muchacha le arrebata la pala…” Aquí yo quitaría la conjunción “y”. También puedes probar con “entonces” en vez de “en ese momento”, que lo has usado antes.

    -“Luz Marina no se da cuente; no lo presiente, quizás nunca llegue a deducir que fue esa tarde cuando comenzó para ella, todo un rosario de pérdidas.” Supongo que lo de no se da cuente habrá sido una errata tonta, pero “cuanto comenzó para ella” no va seguido de coma.

    Saludos!

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 18:15
  4. 4. Rita dice:

    Hola, Crispín 🙂
    De errores no voy a comentarte nada salvo una cosa que no te han mencionado: te aconsejo que hagas frases algo más cortas. No hay nada de malo que de vez en cuando las hagas un poco largos, pero que no se concierta en una ella general, puesto que hace la lectura más pesada. Pero claro, es sólo mi opinión Xd
    Por lo demás, has hecho un gran trabajo reflejando la tristeza con esa atmósfera oscura que invita a la desolación.
    El final, para mi gusto, no es tan sorprendente. Quizá sea demasiado exigente xD Sin embargo, deja una interrogante en el lector que invita a seguir leyendo.
    Gracias por el relato y ánimo 😀

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 20:41
  5. 5. charola dice:

    ¡Hola Crispín! Me gustó tu relato, imprimes muy bien la atmósfera fúnebre, oscura y triste. Ya te han dicho algunas fallas, en las que estoy de acuerdo. Te olvidaste algunas tildes en turnarán y en “mientras observa cómo los sepultureros…” Felicitaciones y gracias por pasarte por mi relato. Espero con ansias saber qué otras pérdidas le esperan a la protagonista de tu historia. Nos leemos.

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 04:33
  6. 6. Nina Latte dice:

    Hola Crispín, te devuelvo la visita.

    La ambientación está muy conseguida y el ritmo lento es perfecto para la situación que describes.

    Como comentaba Frida, el personaje de Concepción se queda un poco descolgado y resulta artificial (“una mujer que la muchacha conoce bien porque la había visto muchas veces en su casa”). Pero, claro, este solo es el primer capítulo y además con límite de palabras.

    Cuando hablas de la maestra, dices: “Ha muerto la respetada maestra del pueblo Horocia Pineda Navarrete”. Sugeriría que añadieras un Doña, ya que era tan respetada y una persona tan relevante en el pueblo.

    El término “ex alumnos” me choca mucho con el vocabulario que utilizas en el resto del relato. Creo que quedaría mejor un “antiguos alumnos” .

    Luego, en el texto se repite dos veces lo del “medio luto” (para el monaguillo y para Luz Marina). A mí me ha resultado repetitivo, lo dejaría solo para la chica en contraste con su juventud.

    También se repite “muchacha”, que podrías sustituir por chica, niña, joven, …

    Me ha gustado tu estilo y creo que la historia es muy interesante. Gracias por compartirla.

    Escrito el 4 marzo 2016 a las 20:46

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