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Obsesión carmesí - por Alfonso Besada

Amanecía otro día más en el solitario callejón. Había hecho bastante frío durante la noche, pero por suerte, la tarde antes me hice con una vieja y roída manta que recogí de un contenedor. Sin embargo, me quedé corto a la hora de coger hojas de periódico. El ir y venir de los coches por la avenida perpendicular al callejón era constante. Era hora de salir y estirar las piernas. Ya mismo llegaría ella, y como cada mañana, abriría la pajarería.

Ni siquiera sabía su nombre, pero tenía algo que me hipnotizaba. Su pelo cobrizo, cayéndole sobre sus mejillas salpicadas de diminutas pecas marrones, emanaba reflejos cuando los rayos del sol lo acariciaban. Sus ojos verdes destacaban en su cara como dos esmeraldas sobre la arena de la playa. Esa sonrisa que dedicaba a los conocidos de la calle cuando delvolvía el saludo. Su tono de voz, tan dulce y agradable a los oídos. Sólo ella me hacía olvidar mis desgracias, olvidar el hombre que fui, olvidar el hombre que soy.

Se retrasaba. Pasaban siete minutos de las nueve. Ella siempre era puntual. Los nervios se me acumulaban en el estómago con un hormigueo que resultaba molesto. Necesitaba verla. Salí de detrás del contenedor desde donde la observaba cada día y me dirigí a la avenida para verla venir, siempre por la derecha, a escasos cien metros desde la parada del autobús donde se bajaba. Había pasado ya un cuarto de hora. Empezaba a impacientarme. Di un trago de agua a mi cantimplora, luego otro. Me pasé la mano por la boca para secármela y volví a mirar el reloj. Entonces, desesperado, di media vuelta. Recogí un poco mis cosas, ocultándolas en lo posible, metí la cantimplora en la mochila y me la eché al hombro. A paso ligero, salí de nuevo a la avenida, giré a la derecha y caminé calle arriba. Resulta curioso cómo, cuando las personas te ven sentado o tirado en la calle, te conviertes en un ser invisible, pero cuando caminas junto a ellas, se apartan de tu lado como si fueses a contagiarles una enfermedad incurable con un simple roce.

Las nueve y media cuando llegué al semáforo de la esquina. En cuanto se puso en rojo para los coches, crucé corriendo por el paso de peatones. Ya estaba en la calle de la pajarería. A lo lejos venía un autobús. Tal vez se hubiera quedado dormida. A mí me pasó más de una vez, sobre todo aquel fatídico día, al volante de la furgoneta, cuando la estampé contra una boca de incendios. Aminoré la marcha para darle tiempo a llegar a la parada, pero mi sorpresa dio paso a la incredulidad cuando vi cómo el autobús reemprendía la marcha sin dejar pasajeros. Continué mi camino hacia la pajarería pero allí tampoco había movimiento algo. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso la chica pelirroja había dejado de trabajar allí? ¡Si disfrutaba con los animales! Decidí que lo mejor era ir a por el desayuno y regresar más tarde. Me venía bien despejar la mente.

Llegué al bar donde trabajaba Anthony sobre las diez. A esa hora tiraba la basura por la parte de atrás, y yo siempre le esperaba para recoger las sobras que dejaban los clientes. Desde luego era mejor que rebuscar en la basura, donde todo estaba mezclado y mejor no pensar en lo que uno podía encontrar. Anthony me saludó y me dio una bolsa de papel con un par de tostadas dentro, que se habían quemado un poco y el cliente las había devuelto. Le di las gracias, me despedí de él y me encaminé al parque Meadows, donde cada mañana me sentaba frente al lago a desayunar, mientras veía a la gente hacer deporte y dar de comer a los patos. Intentaba no pensar pero la incertidumbre me carcomía, así que devoré las tostadas y fui directo hacia la pajarería.

La puerta estaba abierta, menos mal. El corazón me iba a cien. Estaba muy nervioso. Tenía que verla. Desde fuera no tenía un buen ángulo, así que me armé de valor y entré. Ella estaba de espaldas, barriendo el suelo. Oyó mis pasos, se dio la vuelta y ambos nos quedamos asombrados. Vi miedo en aquellos ojos marrones.

—¿Quién eres tú? —le pregunté—. ¿Dónde está la chica pelirroja?

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9 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Alfonso. Me ha gustado el retrato de un excluído de la sociedad que aquí nos has presentado, con unas pocas palabras has conseguido esbozarnos lo que puede haberle ocurrido para acabar así, solo una pequeña pista, la imaginación hace el resto. Por un momento he tenido la impresión de que estaba ante un posible psicópata, debido a la obsesión que siente por la chica pelirroja, pero hacia el final mis temores han sido apagados, siendo sustituidos por algo más tierno. Me gusta el interrogante que nos dejas en el aire, eso da pie a imaginarse una odisea por parte del protagonista en busca de la chica pelirroja, el único nexo de unión que ahora le queda con lo que un día fue su mundo, sin duda un enamoramiento que le da esperanza y lo motiva a levantarse cada día. Su búsqueda será desde luego una gran aventura.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 19:25
  2. 2. beba dice:

    Hola, Alfonso:
    Creo que has logrado el objetivo de crear un primer capítulo interesante. El personaje del “hombre de la calle” es una figura intrigante pero simpática. De la empleada habitual no tenemos muchos datos, pero a él le encanta.
    Tu manejo del lenguaje es pulcro y fluido. La narración lleva un ritmo adecuado a la tensión de la espera.
    me gusta.
    Saludos.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 19:49
  3. 3. Alfonso Besada dice:

    Hola, Frida y beba.

    Muchas gracias por vuestros comentarios. Mi intención cuando creé la trama era mostrar la obsesión típica de un adolescente cuando le atrae un/a chico/a de su clase, esa sensación que te quita el sueño, que hace que desees que el día termine pronto para volverlo/a a ver al día siguiente otra vez; de saber su nombre, qué le gusta, en definitiva, saber quién es; todo ello desde el punto de vista de un personaje atormentado con su situación actual, y los motivos que lo llevaron a ser quien es ahora. El protagonista es un personaje obsesivo que cree haber encontrado una cierta estabilidad emocional en la chica pelirroja, que ve cómo su mundo se vuelve a desmoronar cuando ella desaparece. A partir de aquí, tengo ideas de cómo continuar, pero aún no tengo claro qué línea argumental seguir.

    Saludos.

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 20:23
  4. 4. Caciba dice:

    Hola, Alfonso.

    En el aspecto formal no puedo sugerir ningún cambio. Me parece que está muy bien escrito, en todos los sentidos, y si hay errores yo no los encuentro.

    Es un relato tierno. Un hombre excluido de la sociedad, que nada tiene, se aferra a la atracción que siente por una mujer para levantarse cada día. Lo hace desde la sombra, a distancia, pues sabe que nunca habrá reciprocidad, pero eso le basta. Parece se conforma con poco, pero para él es suficiente, pues nada tiene.

    Muy cierto y triste cuando dices: ” Resulta curioso cómo, cuando las personas te ven sentado o tirado en la calle, te conviertes en un ser invisible, pero cuando caminas junto a ellas, se apartan de tu lado como si fueses a contagiarles una enfermedad incurable con un simple roce.”

    Dices que quieres continuar con la historia, me parece fantástico. A mí me encantaría que a nuestro protagonista le fueran mejor las cosas (yo estoy ya de su parte), ayúdale un poquito, tú que puedes… 😉

    Me gustaría mucho leer la historia completa, si te decides a escribirla.

    Ha sido un placer. Enhorabuena, muy buen relato.

    Un saludo

    Escrito el 22 febrero 2016 a las 11:03
  5. 5. Robert W. Peterson dice:

    Hola, Alfonso, el texto puede gustar más o menos, pero lo que es indudable es que está bien construido. Me gusta el cierre que le has dado, reto superado.

    Algunas sugerencias desde mi punto de vista:

    «verla venir», es una frase que existe como “frase hecha” y tiene bastante fuerza por si misma pudiendo llegar a eclipsar el significado que tu le das, consideraría cambiar el verbo. Es una tontería en realidad, pero tenía que decirlo.

    «te conviertes en un ser invisible» consideraría añadir un «para ellos» a continuación, que aunque se sobreentiende y puede hacerse la elipsis, no me parece que esté de más.

    «Las nueve y media cuando llegué al semáforo de la esquina.» está frase me parece floja, consideraría introducirla con un verbo como “marcar” “dar” o “señalar” en relación a la hora.

    Me pareció que había demasiados «cuando», pero ¿cuántos son demasiados? Ni idea, no los conté.

    Es un gran texto, felicidades.

    Escrito el 23 febrero 2016 a las 01:09
  6. 6. Nicolás Falcón dice:

    Hola Alfonso:
    Es la primera vez que me toca comentar tu texto; un placer conocerte a través de tu escena.
    te felicito: creo que has conseguido un buen ritmo narrativo.
    El tono me recuerda algunos tintes de la forma de narrar en la novela negra; donde la camara persigue cada acción de la escena.
    Felicidades, se nota que te lo has currado. Un saludo, nos leemos.

    Escrito el 24 febrero 2016 a las 19:23
  7. Alfonso,
    Me ha gustado como consigues transmitir la angustia del vagabundo por saber dónde está la chica pelirroja, me ha gustado como nos vas metiendo en esa ansiedad al ver que no llega, sus recorridos, todo estudiado, y nos dejas con la intriga de saber por que´no ha ido a trabajar.
    Estoy de acuerdo con las anotaciones que te hace Robert W Peterson
    Bien contado. Te felicito.

    Escrito el 24 febrero 2016 a las 19:40
  8. 8. Alonso García-Risso dice:

    Saludos Alfonso: Primero, gracias por tus observaciones a mi escrito, las aprecio en mucho.

    He leído tu trabajo, me ha gustado el manejo del tema, la gradiente que has empleado para llegar al desenlace y cómo, de qué manera, vas logrando una excelente ambientación.
    Desde el comienzo consigues el enganche que se persigue y abres una serie de expectativas interesantes.
    Felicitaciones, muy bien logrado.

    Escrito el 25 febrero 2016 a las 02:31
  9. 9. Alfonso Besada dice:

    Hola a todos. Antes de nada, pediros disculpas por no estar muy participativo en los comentarios pero el mes de febrero ha sido para mí bastante estresante.

    Os agradezco a todos los comentarios; siempre vienen bien para aprender y mejorar.

    Robert, acepto tus sugerencias. Tuve que recortar la extensión del texto para poder enviarlo, de ahí que tuviera que quitar el verbo en la frase de la hora. En cuanto al nº de veces que escribo “cuando”… pues tampoco las conté, pero tienes razón en que debo corregirlo y buscar una fórmula que evite apoyarme en esa muleta al escribir. Lo malo es que es un error que cometo sin darme cuenta, y los textos resultantes pueden sonar algo repetitivos. Lo tendré en cuenta de ahora en adelante.

    Saludos.

    Escrito el 1 marzo 2016 a las 02:24

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