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El hombre que no usaba paraguas - por Lavanda Green

Web: http://historiashoradelte.wordpress.com

EL HOMBRE QUE NO USABA PARAGUAS

El hombre que no usaba paraguas caminaba por la ciudad con su sobretodo oscuro con el cuello en alto y la mirada perdida en algún punto; su paso era regular y firme.
Una mañana de un día de otoño salió de su departamento en dirección al Museo de Arte que tanto le apasionaba; primero, se encontró en medio de un grupo de turistas alemanes que buscaban el Viejo Teatro; después, se detuvo unos instantes a escuchar al quinteto formado por estudiantes del Conservatorio de Música de la Ciudad y cuando, finalmente, tomó la ruta predeterminada, no pudo evitar caminar unos minutos por el parque con el lago poblado de cisnes. Y así transcurrió parte de la mañana; a las diez en punto miró su reloj y sorprendido por el paso del tiempo decidió volver a su departamento.

La puerta de entrada al edificio se encontraba abierta; la casera estaba hablando cordialmente con el cartero, a quien conocía desde hacía años.
– Según me dijeron van a derrumbar el otro edificio, no el que Usted me dijo la semana pasada, el que está al lado de ése; es que son exactamente iguales, por eso su confusión.
– Pero sé de buena fuente cuál es; imposible que sea el que Usted asegura, justo al lado de ése hay una escuela y sería demasiado problemático dar clases con todo el ruido que el derrumbe y la nueva construcción pueden ocasionar.
– Es que las obras se van a realizar en épocas de vacaciones.
– Yo no estaría tan segura de que pudieran terminar a tiempo.
– Mi querida señora, tiempo es lo que sobra y ganas de trabajar es lo que falta.
En ese instante la señora y el cartero se dieron cuenta de que el hombre que no usaba paraguas los estaba mirando con una sonrisa en sus labios.
– Sigan, sigan, no se detengan por mí; la conversación me resultaba de lo más interesante – dijo el hombre con sarcasmo mientras pasaba entre las dos personas y subía a su departamento saltando escalón por medio.

El hombre que no usaba paraguas era muy alto, sus piernas eran considerablemente largas y, por lo general, su andar era rápido; se veía siempre muy activo y era difícil determinar su humor. Lo caracterizaban su amabilidad y su buena educación.

Cuando entró a su departamento miró hacia el edicifio de enfrente con descuido; sin embargo, algo llamó su atención.
Enfrente había un consultorio dental; la odontóloga era una mujer de unos 35 años y su asistente, una joven de unos 23.
Parecían tener una relación cordial; trabajaban cinco días a la semana casi sin respiro.
Muchas veces el hombre se distraía viendo entrar a los pacientes; le resultaba gracioso ver la cara de la gente cuando iba al dentista.
Pero un día, que hubiera podido ser como tantos otros porque amaneció como un día cualquiera en la Gran Ciudad, con el cielo cubierto de nubes y la llovizna que caía intermitentemente formando una cortina que se interponía con delicadeza entre quien quisiera mirar más allá de sus propias narices, la joven asistente no abrió las ventanas.
Nadie lo hizo ese día y tampoco al día siguiente.
Este hecho inusual alteró sobremanera al hombre que no usaba paraguas, había algo que se estaba mostrando diferente, algo que le estaba diciendo que las cosas, en este mundo, cambian.
Ese día no prendió la televisión ni leyó el periódico on line como acostumbraba a hacerlo hasta tarde y cuando se percató de esto, las luces de la ciudad se dejaban ver en toda su plenitud y majestuosidad.

– Definitivamente las cosas están cambiando, dijo el hombre cuando llegó a la sección "policiales" y vio las fotos de la dentista y de su asistente.
Según lo que el cronista contaba en su frío y escueto relato, las mujeres compartían sus vidas pero jamás se mostraban juntas; hubiera sido doloroso para sus familiares, quienes ignoraban la verdad. Sólo dejaron una nota en donde expresaban lo difícil que era esta vida para ambas y manifestaban el deseo de poder vivir libremente y en paz, juntas, dondequiera que se encontraran en el más allá.

– La sociedad es cruel e hipócrita, pensó el hombre que no usaba paraguas antes de ir a dormir.

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3 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Lavanda:
    Creo que tienes un vocabulario rico, fluido y correcto; y una multitud de escenas dando vueltas por tu cabeza. Esto es muy bueno.
    Estimo que una consigna como la de este mes deja mucho campo a la creatividad; además, si se quiere “enganchar” hay que crear sorpresas.
    Pero tu relato suena “desarmado”. Das muchas posibles pistas, pero el horizonte está muy confuso;lo primero es ¿qué importancia tiene el tal paraguas?
    Saludos.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 17:23
  2. 2. CARMELILLA dice:

    Hola Lavanda.
    Realmente tu texto me deja bastante confundida, el título que parecía invitar a pensar en un hombre algo misterioso, no ofrece posteriormente demasiada relación entre el contenido y el título.
    El contenido en general no parece marcar el inicio de una historia a seguir y va disminuyendo el interés porque no pasa “nada”, parece que el objetivo de este capítulo es descubrir que a las vecinas las han matado, pero su final tampoco invita a pensar “menuda historia tiene que haber aquí”.
    El lenguaje está bien utilizada, solo falta que lo conviertas en buenas frases que acompañen a una historia interesante.
    Seguimos participando y mejorando.
    Saluditos.

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 20:15
  3. 3. Leosinprisa dice:

    Hola Lavanda.

    Como han comentado las compañeras antes que yo, el texto es un tanto confuso, quedando un tanto difuminado el final en tu aclaración sobre cuanto ha ocurrido con esas dos mujeres.

    Yo creo, y esto es experiencia personal, tenias muy clara tu idea de historia en la cabeza, pero al escribirla has dado por supuesto cosas que un lector no descubré si no lo desarrollas de otra manera.

    Me extraña que la palabra “Usted” la pongas con mayúscula. ¿Es acaso una divinidad o una entidad tan importante para hacer uso de la mayúscula? Cómo no conozco el transfondo de la historia, esta es una pregunta que me queda sin respuesta.

    No es mal escrito y sé ve bien que tienes unas buenas maneras a la hora de querer contar una historia. Este problema se soluciona escribiendo mucho y cayendo en muchos más errores. Es la forma de evolucionar y dar a tu creatividad la suficiente rienda para que tus obras adquieran vida propia.

    !Pero no le des mucha rienda! No sea que se desboque :), el secreto está en hallar el equilibrio justo, aunque eso y he de reconocerlo, es una tarea muy dificil.

    Ha sido un placer leerte. Un saludo.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 12:38

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