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DESDE MI EVASIÓN - por baltasar

DESDE MI EVASIÓN

I

Si alguien me hubiera dicho que iba a alegrarme de la muerte de mi padre le hubiera partido la cara. Adoraba a mi padre. Fue una de las personas bondadosas de este mundo. Sin embargo, me alegré cuando murió. Tenía noventa y tres años y hasta los noventa y dos una salud de hierro. Pero apenas unos meses después de cumplirlos, en una consulta, el médico me llamó aparte para comunicarme que tenía cáncer de páncreas.
Ocho o diez meses, me dijo. Quise llevármelo, pero tuve que dejarle ingresado. Necesitaba de cuidados que yo no podría darle en casa. Me habló de metástasis, de quimioterapia… de dolores que mitigarían con no sé qué clase de procedimientos.
Desde aquel día, lo que más ansiaba es que llegara la tarde para pasarla con él, y así, día a día, vi cómo avanzaba su deterioro. Vi cómo avanzaba su sufrimiento a la vez que su voz se iba haciendo cada vez más débil.
─Me curaré, hijo, ya lo verás. No te preocupes, verás qué pronto estaré contigo en casa, me dijo una tarde con su hilillo de voz.
Era él quien trataba de darme ánimos, y eso que yo le hablaba como si nada estuviera pasando:
─Claro, papá. Un par de semanas más aquí, otra para recuperarte, y luego te prometo que adelantaré mis vacaciones y nos iremos todas las mañanas a jugar al golf, ¡a ver si consigo algún día ganarte!
Y esbozaba una sonrisilla, que yo le devolvía a duras penas tragándome las lágrimas que después, cuando me marchaba, dentro del coche, dejaba que corrieran para liberar la angustia contenida.
Pasaron los días y pasaban los meses y mi angustia aumentaba, porque él sufría, porque amaba la vida y en los ratos de lucidez en los que la medicación o lo que fuera le dejaban, ¡cómo trataba de aferrarse a ella! Estoy seguro de que en esos escasos momentos era plenamente consciente de que la iba perdiendo a borbotones.
Un buen día, cuando llegué aquella tarde, estaba fuera de la cama, en la silla de ruedas, charlando como un descosido con Virginia, una joven peruana que contraté para que le atendiera. Y aunque sujeto por la vía venosa a su botella de suero, movía ambos brazos como si en el derecho no tuviera aquel inconveniente.
─¿Vienes por mí? Me visto en un momento y nos vamos cuando quieras. Se lo he dicho al doctor.
─¿Te ha dado el alta? ─pregunté sin mostrar la más mínima sorpresa.
─Me ha dicho que esperaba a que tú vinieras.
Hablaba sin descanso; con total coherencia y hasta su tono de voz era mucho más fuerte. Incluso volvía a ser el hombre animoso que siempre había sido. Me contó sus proyectos: quería profundizar en los textos de la Edad Media, por los que siempre había sentido pasión. «Tienes que buscarme toda la bibliografía posible sobre el tema… ». Era esa lucidez que dicen que todos tenemos antes de morir. Al día siguiente, un mes antes de lo que los doctores previeran, tuve la suerte de que muriera en mis brazos. Estoy seguro de que aguantó hasta que yo llegara. Lloré, pero al mismo tiempo sentí una inmensa alegría porque había dejado de sufrir. ¡Quién me iba a decir que me alegraría su muerte! Pero así fue.
Durante el entierro, me dio por pensar en la soledad en la que me había quedado. Mi madre había muerto hacía ya diez años, y la única hermana que tenía murió poco después víctima de un desgraciado accidente, atropellada en una acera por un conductor ebrio.
Estaba solo. Me había quedado solo en un mundo en el que, sin que quisiera profundizar mucho en ello, estaba empezando a aborrecer. Tenía, sí, tíos y primos, pero eso no me suponía nada.
Alguien, no sé quién, se ofreció a acompañarme.
Gracias. Prefiero estar solo, le dije, mientras atendía a los últimos pésames, todavía dentro del cementerio.
Cogí el coche. Poco después aparcaba delante de mi casa. Subí, abrí la puerta y me dejé caer, abatido, en el sofá. Ignoro el tiempo que pasó. Una llamada me sacó de la pasividad en la que había entrado.
─Dígame.
─Soy Ana. Me he enterado de la muerte de tu padre. Quería darte el pésame. Créeme que lo he sentido mucho. Él me quería.
─Casi tanto como yo. Gracias, Ana.
─Me gustaría ir a verte. ¿Te importa?
─Ven cuando quieras.
─¿Podría ser ahora?
─Cuando quieras, Ana.

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7 comentarios

  1. 1. Cryssta dice:

    Hola Baltasar, de tu relato tengo que destacar que no tiene faltas de ortografía o al menos yo no se las he encontrado y en general está muy bien escrito.

    En cuanto a lo que veo mejorable te diré:

    -sobran algunas comas que ralentizan
    -“Necesitaba cuidados que yo…”
    -estaría mejor decir “Estoy seguro de que quiso aguantar hasta que yo llegara”
    -“solo en un mundo que, sin que quisiera…”
    -el empiece si lo veo bien para el primer capítulo de una novela pero a medida que he ido leyendo me parecía más un relato que un capítulo. Creo que hubiera estado mejor, y de paso habrías conseguido el reto adicional, que hubieras cortado tras “Una llamada me sacó de la pasividad en la que había entrado”, ahí yo me quedaría con ganas de saber quién llamaba y para qué.

    Espero haberte ayudado. Un abrazo.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 11:54
  2. 2. DreamxAlchemist dice:

    Hola Baltasar, coincido con Cryssta en que conforme pasaban las letras me iba pareciendo más un relato que un primer capítulo, y también coincido que aunque el cliffhanger está bien logrado tal como lo dejaste, si cortas en la llamada queda aún mejor. La única corrección adicional que puedo aportar es que en la cita que hace el protagonista de sus propias palabras, quizá iría bien encerrarlo en comillas. Me gusta la sensibilidad que desborda tu relato, y como logras invitar al lector a seguir. Muy bueno.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 23:45
  3. 3. Baltasar dice:

    Hola, Cryssta:
    Te agradezco mucho tu excelente comentario.
    Mis comas. Sí, no están de moda. Seguramente porque, como muy dices, ralentizan. Créeme si te digo que lo que más me preocupa de ellas es que no vayan entre sujeto y predicado, por ejemplo.
    Creo que el relato ha de ser mucho más directo que lo que yo escribí, y aunque los hay abiertos, son mucho más técnicos, creo, los cerrados, pero como siempre es el lector quien decide.
    Por último: Se nos habló del “cliffhanger” y creí conseguirlo con ese diálogo final con su ex esposa, cosa que parece no he logrado.
    Gracias, Crissta, de veras.
    Un abrazo

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 12:59
  4. 4. Cryssta dice:

    Tiene fácil arreglo, la mujer puede decir “¿Podría ser ahora? Hay algo muy importante que debes saber”. Ahí el lector se queda pensando ¿qué será eso tan importante?

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 13:47
  5. 5. Baltasar dice:

    Hola, DreamxAlchemist:
    Muchísimas gracias por tu comentario.
    Ya ves, yo creí que con las frases: “El me quería” y “Casi tanto como yo”, dejaba muy claro que habían sido pareja, lo que podía darle una continuación atractiva… pero parece ser que no. Lo tendré en cuenta para una próxima.
    Gracias de nuevo.
    Un abrazo.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 14:02
  6. 6. Kaiku dice:

    Buenas Baltasar, he leído tu relato y debo decirte queme ha emocionado. No me gusta leer dramas pero me gusta como has cerrado el capítulo.

    Coincido con los anteriores comentarios, mejoraría un poco el ritmo, aunque es cierto que al tratarse de una descripción de una enfermedad…tampoco va mal un ritmo pausado.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 11:55
  7. 7. Baltasar dice:

    Gracias, Kaiku:
    Te agradezco de veras tu estricto y acertado comentario.
    Mi cordial saludo.

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 19:30

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