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Entre nosotros, la rabia. - por José Antonio Caudeli

Era Octubre, ese Octubre que no quiere recibir a la primavera. La nieve era ya una desaparecida pero la brisa proveniente de los Andes Patagónicos seguía bajando helada, e inundaba el valle boscoso con su frescura, tratando de despertarlo del largo letargo del invierno. Patricia absorbía toda esa carga positiva como algo único, que sumado a la adrenalina del momento penetraba hondo en sus pulmones y la revivía.
Su silueta tiesa sobre un tronco, tomaba café a las 6 de la mañana de un domingo. Ya estaba preparada. El vehículo, su camioneta F-100, estacionada en un recoveco del angosto camino de ripio. Miró hacia el este. Sobre las sierras bajas ya asomaba el sol. Era hora de partir.
Su porte recordaba el vivo andar de su abuelo austriaco discurriendo silencioso por los bosques, sobreviviendo tan solo con un arco y una flecha. Le aguardaba una larga caminata hasta su objetivo, en medio de toda esa soledad.
Subidas de esfuerzo, bajadas de precaución, en un territorio siempre agreste que esperaba su tropiezo. Perros salvajes ladraban en la lejanía, ánimas perdidas de la civilización. Un búho petrificado contemplaba su paso y avisaba al resto. Su movimiento no menguaba, no debía desacelerar.
Tanto cansancio no estaba previsto en sus planes. A sus cuarenta y cuatro años iba perdiendo tonicidad y ganando en sudor. De todos modos, la lucha valía la pena. Algo en su sangre la impulsaba a dominar la naturaleza, someter a sus bestias, matando.
Había llegado al punto elegido, el que ya conocía. Desde esa posición observaba el arroyo trepidante brillando como una cascada de diamantes, susurrando su idioma de vida. A su orilla venían a menudo los perros cimarrones a calmar su rabia, con agua y sol, y ella estaría esperándolos.
Cumplió con su principal preparativo: desaparecer, convirtiéndose en un montículo más del terreno. El viento que golpeaba de frente colaboraba con su tarea. Aflojó su tensión y se hizo una con la tierra, percibiendo hasta su más leve latido.
En esa espera también replanteaba su locura, su vida; y siempre terminaba con que no había otro camino que ese. Era todo eso preferible a enfrentar a los hombres. Toda esa educación que la había llevado a ser maestra secundaria de un colegio de pueblo, no le había dado un mísero resarcimiento; ni siquiera en el alma.
Algo se aproximaba por allá abajo. Con ruido de pisadas descuidadas surgieron en la ribera, un hombre y un niño, un padre y su hijo. El pequeño, obediente, se mantenía junto a ese hombre de porte militar. Tiraba piedras, gritaba buscando algún eco; ahuyentaba así todos los pronósticos positivos de Patricia, que los consideraba unos estúpidos por haberse adentrado tanto en el bosque.
Y el niño que también pretendía esconderse de su padre, dentro de poco estaría encima de ella; y el padre que lo sorprendió a unos metros suyo, ya no lo soltaba y lo reprendía con insultos soeces.
Apenas veía la situación desde su ubicación, pero pudo oír como se bajaba alguna cremallera. Lentamente, como un arbusto que crece de golpe, ella se paró. Toda la creación circundante se había enmudecido con estupor.
Esa nalga de chancho resaltaba nítida entre el follaje, jadeando su degeneración, acometiendo el peor de los pecados. Era preciso actuar y pronto.
Patricia tensó su arco y soltó su mensaje justiciero.

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5 comentarios

  1. 1. L.M.Mateo dice:

    Hola, Jose Antonio:

    Relato intenso, muy bien recreado, y que no deja indiferente a nadie. Como principio escena de principio de novela, me gusta, aunque tanta fuerza en tan pocas palabras solo pueden significar dos cosas: lo que va detrás es un fiasco, o es una gran novela.

    En el aspecto formal, te señalo solo un par de cosas:

    – Los meses del año se escriben con minúscula

    – La hora en la que toma el café, debería ir en letras y no en números, ya que has añadido el tramo del día (de la mañana). Además es lo recomendado en los textos literarios y periodísticos cuando usamos este modelo.

    Ha sido un placer pasar por tu texto.

    Un abrazo.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 17:07
  2. 2. Rinconillo y Cortadete dice:

    Hola, José Antonio. Es un relato con buen clima, vemos a Patricia, una maestra con problemas y convertida en asesina. Asistimos a un crimen. Mantener en el lector la intriga, sabiendo quién es el asesino, me preocupa. Supongo que en los capítulos siguientes conseguirás dar un giro que mantenga la tensión de la novela.
    Desde luego, me parece un inicio impactante. Felicidades y un saludo.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 20:29
  3. 3. Caritobel dice:

    Hola José Antonio. A mi me gusto el relato. La descripción del lugar me gustó, pude imaginarme la patagonia, y a esa maestra entre el escenario natural. Me resultó interesante que eligieras a una maestra justiciera.
    Saludos

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 18:10
  4. 4. Peter Walley dice:

    Hola José,

    Me parece una buena historia con un final impactante, aunque algunos de los saltos despistan un poco: por ejemplo, el niño parece que está tranquilo junto a su padre y de repente está huyendo de él, el padre parece que le va a pegar y a continuación está abusando de él…puede que con un poco más de extensión hubiese quedado más fluido.

    Por otro lado, quizás podrías desarrollar algo más el personaje de la protagonista, das mucha información pero el conjunto maestra-arquera-que evita a los hombres no acaba de encajar del todo, al menos para mí.

    Saludos

    Escrito el 22 febrero 2016 a las 22:50
  5. 5. MOT dice:

    Hola José Antonio.

    Me ha encantado este primer capítulo, engancha, y es por ello que creo que deberías haber marcado la casilla de RETO OPCIONAL, pues eso del cliffhanger lo has bordado.
    Estoy de acuerdo con lo que te dice Peter Walley.

    Un placer haberte leído… Saludos cordiales

    Escrito el 27 febrero 2016 a las 19:19

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