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Caída al barro - por José Marin

No pensaba abrir la puerta, estaba convencido de que sería uno de esos chavales que reparten publicidad a domicilio. La insistencia hizo que Fidel mirara de reojo por la rejilla. Al otro lado, la calva de un joven repartidor de paquetería exprés brillaba sudorosa. Había reconocido la empresa por el logotipo del camaleón en el polo naranja. El silencio en el interior de la casa hizo que el mensajero se diera por vencido y se dirigiera a su vehículo aparcado en una zona para minusválidos al otro lado de la calle.
– ¡Espera! no te marches.
El repartidor no pareció sorprenderse por la indumentaria de Fidel. Solo vestía calzoncillos pardos y desgastados que parecía llevar puestos bastantes días y una antigua camiseta con las mangas deshilachadas.
– Lo siento tío, estaba en el baño, mintió Fidel. ¿Ese paquete es mío no?
Fidel recogió el envío, entró de nuevo en su domicilio y se dirigió a la nevera de dónde sacó una cerveza doble malta casi congelada. La cocina era un completo caos, había platos y vasos apilados en el fregadero desde hacía semanas, de alguno de ellos incluso, estaba brotando algún tipo de microorganismo y el olor era insoportable. Desde que su esposa le abandonara hacia 10 meses la vida de Fidel no había hecho nada más que empeorar. Perdió su trabajo, debido sobre todo a que bebía más de la cuenta y visitaba la ducha con menos frecuencia de la necesaria, había dejado crecer el pelo de su frondosa barba y habitualmente vestía su traje lleno de manchas y arrugas. Por si eso no fuera suficiente, se había vuelto irascible y discutía por todo con sus compañeros y clientes de la oficina bancaria donde trabajaba. Ahora despilfarraba sus ahorros en alcohol y en prostitutas. Además, se había encaprichado de Valeria, una preciosa mulata cubana que trabaja en un club de alterne del que Fidel se había convertido en asiduo.
Tras apurar el último trago de su Voll Damm Fidel regresó al salón y encendió la televisión. El paquete que le había entregado el mensajero no era muy grande y la zona del remite aparecía en blanco. El misterio aumentó súbitamente cuando Fidel lo abrió y solo encontró un cd con el rótulo “play me” envuelto en plástico de burbujas. Insertó el disco en el reproductor dvd y encendió un cigarro mientras el equipo cargaba. Lo que vio le dejó boquiabierto, era un video de su única hermana. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que supo de ella, Luisa estaba envejecida y demacrada y tenía un aire de cierta preocupación en la mirada. Lo que escuchó terminó por desconcertarle.

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6 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    hola José, tu relato me ha atrapado desde el principio, por cierto, has usado un nombre para tu protagonista poco común. Me ha costado muy poco imaginarme a ese Fidel hecho un puro desastre, incluso he podido percibir su mal olor y las ganas locas del repartidor de escabullirse del lugar. El final desde luego que cumple con creces el reto, para mí ha sido sorprendente, me deja con la curiosidad de saber qué cuece la hermana, nada bueno seguro. La historia parece una típica película de un perdedor que al fin y al cabo no lo es tanto, que ha de convertirse por avatares de la vida en héroe. También aprovecho para comentarte, que el relato 235 aborda un tema muy similar al tuyo, aunque evidentemente los dos lo resolvéis de diferente forma.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 00:36
  2. 2. Luis Ponce dice:

    Hola José: muy bien planteado el principio de una novela con un personaje claro y otro obscuro (la hermana).
    La ambientación perfecta (incluidos los olores y la temperatura ambiental).
    He mordido el anzuelo. Puede ser un tema interesante si sabes para donde llevarlos.
    Me ha gustado.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 18:11
  3. 3. José Marin dice:

    Muchas gracias Frida y Luis por vuestro comentario.

    Un saludo

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 19:13
  4. 4. Maureen dice:

    Hola, José.

    Muchas gracias por tu comentario a mi relato.

    En cuanto al tuyo, es un comienzo impactante, con un cliffhanger bien logrado que te deja con ganas de más.

    Los diálogos no están bien escritos, me parece. Yo los habría puesto así:

    “–¡Espera!, no te marches.”

    “–Lo siento, tío, estaba en el baño –mintió Fidel–. Ese paquete es mío, ¿no?”

    Y también dividiría el último párrafo, larguísimo, en párrafos más cortos, lo que facilitaría la lectura. Por ejemplo, pondría puntos y aparte tras: “…y el olor era insoportable.”, “…Fidel se había convertido en asiduo.” Y, tal vez, también, tras “cierta preocupación en la mirada.”, dejando sola la última frase.

    En todo caso, una historia con un comienzo interesante y con un personaje difícil. Me dan ganas de saber más sobre él, su hermana y lo que esta le dice.

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 21:06
  5. 5. José Marín dice:

    Muchas gracias por tu comentario Maureen.

    Apuntado queda para cambiarlo todo en el texto original.

    Un placer tus consejos.

    Un saludo

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 11:53
  6. 6. Werchy lam dice:

    Hola José,
    Me ha gustado por lo breve y porque los interrogantes que crea el final. Interrogantes en plural, porque son varios y no únicamente los referidos a lo que pueda desconcertarle sobre el mensaje de su hermana. Hace años que ambos hermanos no se ven, ¿ y le manda un cd? ¿Sabe la dirección? ¿Cómo la ha averiguado?.
    He visto al revisarlo una cosa: En la descripción de su situación primero dice que perdió su trabajo y más adelante dice que discutía y estaba irascible con sus compañeros de la oficina bancaria donde trabajaba. Como el enlace entre esas dos frases es un “por si fuera poco” parecen más males de su desastrosa situación que una consecuencia más, aparte de las borracheras, de perder el trabajo.
    Quizás es una impresión mía pero míralo a ver. Pero está muy bien escrito y me gusta el personaje, es notorio que va a crecer.
    Estoy en el 228. Un placer

    Escrito el 22 febrero 2016 a las 23:29

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