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Crisis - por Laia Gabue

Web: http://www.milrinconesinfinitos.blogspot.com.es

Yo era una chica normal, residente en una ciudad normal, que disfrutaba de cosas normales y, en definitiva, vivía una vida muy normal. Una vez alguien me dijo que tanta normalidad no era posible. Y ahora, escondida en el cubo de basura de un callejón trasero del pub más siniestro en el que jamás he estado y escuchando esas voces, mientras la pegan a aquel tío la paliza de su vida, os puedo asegurar que tenía razón.
Pero no quiero adelantar acontecimientos.
Hace solo unos meses me encontraba felizmente casada. Tenía un buen trabajo y vivía una vida aparentemente tranquila. Algo aburrida, si queréis, pero era feliz. O al menos, así me sentía. Hasta que de pronto, llegó la CRISIS. Y no me refiero a esa crisis de la que hablan los periódicos casi a diario y a causa de la cual me queda una imponente hipoteca que me acompañará por el resto de mis días, y una plaza privilegiada en las listas del paro. ¡No, qué va! Hablo de la crisis de los treinta. Si, si, lo habéis entendido bien, la crisis de los treinta. Que viene a ser más o menos como la de los cuarenta pero adelantada diez años. Es ese trance en el que los hombres se convierten en entes emocionalmente inestables incapaces de asumir los compromisos en los que ellos mismos decidieron involucrarse, y durante el cual se replantean que ha sido de su vida, para acabar descubriendo que no han disfrutado lo suficiente. En definitiva, entre los “no sé qué quiero hacer con mi vida”, “no eres tu soy yo” y “somos demasiado jóvenes para cerrarnos puertas”, me encontré compuesta y sin marido. Y os podéis imaginar, que con el doble de tiempo libre y la mitad de tareas por realizar, mi vida se convirtió en un soberbio aburrimiento. Tras un par de meses levantándome tarde, comiendo helados mientras me tragaba uno tras otro los programas basura que ponían en la televisión y gastando cajas enteras de pañuelos de papel para sonarme los mocos, me di cuenta que no podía seguir así. Está bien, está bien… fueron mis padres quienes me dijeron que no podía seguir así, y me obligaron a tomar una decisión.
̶ O le das un giro a tu vida, o te dejamos de pagar la hipoteca. Eso sí, te vienes a vivir con nosotros.
Lo tuve claro. Ante todo soy una persona independiente.
A partir de ese momento empecé a levantarme temprano, me aficioné a correr al menos treinta minutos diarios e intenté rellenar el vacío apuntándome a toda clase de actividades, gratuitas, claro está. ¡Ah sí! Y le dije a mis padres que estaba buscando un trabajo.
El día que toda esta historia empezó me levanté a las nueve, fui a correr, me puse un poco mona y salí de casa para dirigirme a mi clase de macramé de los jueves por la mañana. Me había propuesto no usar el ascensor, o hacerlo lo menos posible, así que empecé a bajar por la escalera dando pequeños saltitos hasta que al llegar al segundo me percaté que la puerta del piso B estaba entreabierta. Al principio no le di demasiada importancia, e iba a seguir con mi camino cuando me acordé que aquel era el piso de la familia Gómez y que estos, además de dos niños tenían un perro. A pesar de que aquel perrito era muy molesto, me supo mal que se pudiera escapar, así que toqué al timbre esperando poder advertirles. Pero nadie contestó. Tras llamar un par de veces más, acabé de abrirla con un suave empujón.
̶ ¡Hola! ̶ Nadie contestó ̶ .¡Hola! ¿Hay alguien? ̶ silencio absoluto.
Ante la falta de réplica e incapaz de frenar mi impetuosa curiosidad, decidí adentrarme en la vivienda en busca de respuestas. Entré muy despacio intentando vislumbrar algo en el interior. Al llegar al centro del comedor tuve la impresión de que algo se movía en una de las habitaciones. Una vez en la puerta casi me caigo de culo de la impresión. El cuerpo inerte del señor Gómez se balanceaba suavemente colgado en la lámpara de techo del centro de lo que parecía ser su despacho. Una soga gruesa estaba dejando marcas oscuras alrededor de su cuello hinchado. Muy cerca de sus pies una pequeña banqueta de madera yacía tumbada en el suelo. Me apoyé en el marco de la puerta para mantener el equilibrio, me deslicé hasta el suelo y allí sentada, incapaz de moverme, pasé un rato impreciso solo observando aquella escena dantesca.

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7 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Laia, tu texto desde el principio causa intriga, has sabido jugar muy bien con esa escena de la pelea,colocándola ya en el primer párrafo, atrapando al lector. Es fácil imaginarse a esa anodina protagonista, cualquiera puede verla reflejada en alguien que conoce y, es que no son pocos los que actualmente tienen que echar mano de los padres para poder financiarse, también hay más de una mujer en el caso que nos expones, abandonada por el marido que desea ampliar horizontes y se agobia con la rutina que él mismo en su día eligió. Yo sin duda leería más de esta historia, tiene mucho gancho, incita a seguir leyendo, causa intriga y promete aventura, pero de esa de la buena, como cuando ves una película de Hitchcock, en la que al principio todo se enreda de forma insospechada y que según avanza la película, la bola de nieve se va convirtiendo en alud. Te felicito por tan buen escrito. Ah, se me olvidaba y es que ya casi no le di importancia, pero se te coló un tu en vez de un tú.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 10:25
  2. 2. Florna dice:

    ¡Hola Laia! Me enganché con tu historia, es de esas que sin dudas seguiría leyendo. Fácil de leer e interesante.
    Me encanto el primer parrafo; todo el misterio de esas voces y la pelea que esta presenciando escondida en el tacho de basura, ¡te dan ganas de saber más!. Sobre todo con la intriga que te deja la escena final, ¿cómo se conectará aquel suicidio con el conflicto que se narra al principio?
    Un primer capitulo muy bien logrado, saludos.

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 03:03
  3. 3. Mª Luisa Pérez dice:

    Me ha enganchado tu historia desde el principio y aunque da un giro de ciento ochenta grados, pues desde el cubo de basura del pub, ala chica normal que nos dices que eres… hasta encontrarte un vecino de una casa normal colgado de la lámpara, hay un trecho que el lector está tratando de conocer. Así que enhorabuena por el primer capítulo que te deja con ganas de completar con los siguientes.
    Y además bien contado.

    Escrito el 20 febrero 2016 a las 19:58
  4. 4. Gama Gómez dice:

    Me ha gustado tu historia, su lectura es de fácil comprención desde el principio.
    Sé que en el inicio el propósito era hacer énfasis en la “normalidad” pero siento que se abusó de la palabra.
    Saludos !
    Sigue escribiendo

    Escrito el 21 febrero 2016 a las 23:06
  5. 5. Lucia Balentxi dice:

    Hola, me gusta, gente normal, historia normal, crisis, sigo leyendo seguro

    Escrito el 24 febrero 2016 a las 22:00
  6. 6. Laia Gabue dice:

    ¡Muchísimas gracias a todas por haber perdido un ratito con mi relato! Intento devolver todos los comentarios que me hacen, así que ¡Nos leemos!

    Escrito el 25 febrero 2016 a las 11:36
  7. 7. Marazul dice:

    Hola Laia
    Tú historia me ha gustado mucho, pero más aún el estilo que tienes escribiendo. Es directo, coloquial y decidido. Y cuando digo “decidido” quiero decir, claro y contundente.
    Escribes con naturalidad. Y me parece muy realista la sentencia de los padres: “o le das un giro a tu vida o te dejamos de pagar la hipoteca”. Hasta me ha hecho sonreir jeje…..
    Yo seguiría leyendo tu novela sin duda alguna. Ya me estoy imaginando mil argumentos posibles para tu protagonista tan normal y aburrida ya……ya…..
    Un saludo, Laia

    Escrito el 27 febrero 2016 a las 19:35

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