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Los hombres de verde - por Laura G.

Cuando la pequeña Rhie se despertó, la penumbra inundaba sin piedad hasta el último rincón de la casa. Aún no había amanecido y ni siquiera la luna aportaba claridad. No oía pasos, y eso era bueno: aún no habían venido a por ella.
Se dirigió despacio hacia la habitación en la que dormían sus padres. Había aprendido a guiarse por la casa a tientas, arrastrando sus pequeños deditos por la pared, puesto que, aunque su mente le permitía caminar de un lado a otro sin ver, rara era la vez que no se topaba con algún objeto que le hacía tropezar.
No tenía miedo y, sin embargo, no le gustaba la oscuridad. Estaba habituada a ella pero, sencillamente, no le gustaba. La oscuridad hacía aún más amenazantes a los hombres de verde. Hubiera preferido que el sol siguiese en el mismo sitio por la noche para que ella no tuviera que caminar a tientas, pero su corta experiencia le había enseñado a conformarse sin preguntar las razones por las que sucedían las cosas.
Sus dedos recorrieron la pared hasta llegar a la ajada puerta de madera. Se detuvo ante ella y pegó la oreja. Los ronquidos de su padre y la respiración monocorde de su madre provocaron en su rostro una sonrisa de alivio.
Pese a su corta edad, había adquirido una inevitable preocupación que le llevaba a comprobar cada noche que todos estaban bien, que todo iba como debía ir.
Tras unos instantes asintió satisfecha, segura de que aún estaban a salvo, y volvió a pegar su manita a la pared. Caminó despacio hacia la puerta de la calle, disfrutando de cada paso que daba y notando en las yemas de sus dedos aquel frío rugoso que le era tan familiar.
Se agarró firmemente al picaporte y cerró los ojos, imaginándose qué habría fuera. Le tenían terminantemente prohibido salir a la calle de noche, pero ella no entendía por qué. Al principio creía que era por ser demasiado pequeña, pero pronto descubrió que sus padres tampoco salían cuando el sol se ocultaba.
El candado que custodiaba el picaporte, lejos de ser disuasorio, creaba en Rhie tal fascinación por descubrir lo que se ocultaba en la noche, que cuando volvía a la cama no podía hacer otra cosa que soñar con ello.
En sus sueños había aventuras, cosas interesantísimas y personas estupendas por conocer, pero mamá y papá le habían dicho que lo único que poblaba las calles era el peligro.
El peligro, como su nombre indicaba, le parecía peligrosísimo… ¡hasta la palabra le daba miedo! Y sin embargo, ese miedo estaba mezclado con una curiosidad infantil tan profunda, que en ocasiones se había visto a sí misma tirando del candado para intentar romperlo y acabar así con ese extraño encierro nocturno.
En realidad, sabía perfectamente que la llave del obstáculo de metal estaba guardada en un cajón de la cocina, pero su instinto le decía que era mejor que aquella fantasía siguiera siendo solo eso, un mero deseo.

Un ruido repentino -que bien pudo haber sido el graznido de un pájaro o el crujir de algún mueble- le puso los pelos de punta y corrió hacia su cuarto olvidándose de seguir la línea que marcaba la pared, lo que derivó en un golpetazo contra algo indefinido.

Casi sin aliento, se introdujo bajo las mantas y se tapó entera, esperando aterrada y temblorosa a que los hombres verdes vinieran a llevársela para siempre.
Pasaron las horas y Rhie estaba a punto de volver a dormirse cuando, de pronto, se escuchó otro ruido, que hizo chillar a la pequeña tan fuerte que se le escapó hasta la última gota de aire que quedaba en sus pulmones. Habían venido a por ella. Habían venido y ya no había marcha atrás.
Escuchó unos pasos apresurados, una mano fuerte le tapó la boca y ella se abandonó al miedo. La habían cogido. Todo había acabado.

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3 comentarios

  1. 1. Basilisa Nogales dice:

    Hola, Laura G.
    Buen comienzo de novela, sí. Me ha gustado.
    Te haré unas sugerencias para mejorarla un poco.
    Sobre todo en la primera mitad has usado mucho las oraciones negativas y la negatividad en general. Has puesto “no” diez veces, “ni” una, “sin” cuatro y “tampoco” una. Creo que quedaría mejor si repitieras menos “no”. “No le gustaba” podría ser “Le disgustaba”. Busca otra manera de decir lo mismo con oraciones afirmativas.
    “pequeños deditos” es redundante, porque el diminutivo ya empequeñece. Yo quitaría ese adjetivo.
    Hay, en mi opinión, demasiado determinante posesivo. Muchos de ellos los puedes cambiar por los artículos determinados: “volvió a pegar la manita a la pared”, “notando en las yemas de los dedos”, “la última gota de aire que le quedaba en los pulmones”…
    Tienes el verbo “era” cinco veces. Podías reducirlo a dos o tres.
    Algunos tiempos verbales del indicativo yo los cambiaría por tiempos del subjuntivo o por el infinitivo: “se topaba con algún objeto que le hiciera tropezar”, “para no tener que caminar a tientas”, “a comprobar cada noche que todos estuvieran bien”.
    Has utilizado dos adverbios en “-mente” muy seguidos: “Se agarró firmemente al picaporte y cerró los ojos, imaginándose qué habría fuera. Le tenían terminantemente prohibido”.
    El inciso aclaratorio va entre rayas, no entre guiones. La raya es más larga (―).
    Espero que esto te sirva y que sigas escribiendo la novela.
    Un saludo.

    Escrito el 18 febrero 2016 a las 09:56
  2. 2. DavidRubio dice:

    Un buen inicio. Me gusta el ritmo y el trato al personaje.
    Sin embargo, durante la lectura se incide tanto en no salir por la noche, en sus padres, que parece que el elemento fantástico es ella, como si ella fuera el ser fantástico. Al final, aparecen los hombrecillos verdes iniciando la abducción. Ambas situaciones me gustan pero no me terminan de casar. O ella tiene miedo atroz a las abducciones a las que se ve sometida, e intenta hacer algo para escapar de ellas. O bien es un ser “fantástico” con lo que habría que recalibrar su relación con los aliens.
    En todo caso, muy buen texto

    Escrito el 19 febrero 2016 a las 21:37
  3. 3. Noemi dice:

    Hola Laura, la historia parece ser interesante pero no llego a captar bien la idea en algún momento me pierdo, los hombrecitos ¿están adentro o afuera? Entiendo que tienes que ocultar información para crear suspenso pero tienes que hacer algunas sugerencias para engancharnos y que sigamos leyendo.Sobre todo relacionar los distintos efectos oscuridad, prohibición, alienígenas o lo que sea.Yo creo que el problema está en que insistes demasiado en ciertas ideas por ejemplo:
    “la penumbra inundaba sin piedad hasta el último rincón de la casa. Aún no había amanecido y ni siquiera la luna aportaba claridad.” Dos largas oraciones para decir que todavía era de noche.
    “Había aprendido a guiarse por la casa a tientas, arrastrando sus pequeños deditos” “arrastrando sus pequeños deditos por la pared para que ella no tuviera que caminar a tientas Sus dedos recorrieron la pared.Es evidente que quieres resaltar que tu personaje es una chiquilla pero ya loa anunciaste al principio “la pequeña Rhie” En fin trata de leer tu texto como lectora (no como escritora) y verás que a veces las frases, aunque en sí sean hermosas, no agregan nada y pueden entorpecer la captación de una idea.Como dicen por ahí “kill your darlings” y guárdalas aparte porque seguro que las necesitarás más adelante.Me gusta mucho tu niña, la has caracterizado muy bien y espero saber más de ella.Un abrazo,te espero en el 110, si tienes ganas de leerme.

    Escrito el 24 febrero 2016 a las 20:16

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